Traducido por el equipo de SOTT.net

En su discurso ante la Asamblea Federal, el presidente Putin subrayó que Rusia no es sólo un Estado-nación independiente, sino también una civilización distintiva con identidad propia, que está en conflicto y se opone activamente a los valores de la "civilización occidental".
putin
© The Cradle
El esperado discurso del presidente ruso Vladimir Putin ante la Asamblea Federal rusa del martes debe interpretarse como un golpe de fuerza de la soberanía.

El discurso, significativamente, marcó el primer aniversario del reconocimiento oficial por parte de Rusia de las Repúblicas Populares de Donetsk y Luhansk, sólo unas horas antes del 22 de febrero de 2022. En muchos sentidos, lo que ocurrió hace un año también marcó el nacimiento del verdadero mundo multipolar del siglo XXI.

Dos días después, Moscú lanzó la Operación Militar Especial (OME) en Ucrania para defender dichas repúblicas.

Frío, tranquilo, sereno, sin un atisbo de agresividad, el discurso de Putin pintó a Rusia como una civilización antigua, independiente y muy distinta, a veces siguiendo un camino en concierto con otras civilizaciones, a veces en divergencia.

Ucrania, parte de la civilización rusa, ahora resulta estar ocupada por la civilización occidental, que según Putin "se volvió hostil hacia nosotros", como en algunos casos en el pasado. Así que la fase aguda de lo que es esencialmente una guerra por procuración de Occidente contra Rusia tiene lugar sobre el cuerpo de la civilización rusa.

Eso explica la aclaración de Putin de que "Rusia es un país abierto, pero una civilización independiente; no nos consideramos superiores, pero heredamos nuestra civilización de nuestros antepasados y debemos transmitirla".

Una guerra que diluya el cuerpo de la civilización rusa es un grave asunto existencial. Putin también dejó claro que "Ucrania está siendo utilizada como herramienta y campo de pruebas por Occidente contra Rusia". De ahí la inevitable consecuencia: "Cuantas más armas de largo alcance se envíen a Ucrania, tanto más tendremos que alejar la amenaza de nuestras fronteras."

Traducción: esta guerra será larga y dolorosa. No habrá una victoria rápida con una mínima pérdida de sangre. Los próximos movimientos en torno al Dniéper pueden tardar años en consolidarse. Dependiendo de si la política estadounidense sigue aferrándose a los objetivos neoconservadores y neoliberales, la línea del frente puede ser desplazada a Lviv. Entonces, la política alemana puede cambiar. El comercio normal con Francia y Alemania podría recuperarse sólo a finales de la próxima década.

Exasperación del Kremlin: START es terminado

Todo esto nos lleva a los juegos del Imperio de las Mentiras. Dice Putin: "Las promesas... de los gobernantes occidentales se convirtieron en falsificaciones y crueles mentiras. Occidente suministró armas, entrenó batallones nacionalistas. Incluso antes del inicio de la OME, hubo negociaciones... sobre el suministro de sistemas de defensa antiaérea... Recordamos los intentos de Kiev de obtener armas nucleares".

Putin dejó claro, una vez más, que el elemento de confianza entre Rusia y Occidente, especialmente Estados Unidos, se ha perdido. Así que es una decisión natural que Rusia "se retire del tratado sobre armas estratégicas ofensivas, pero no lo hacemos oficialmente. Por ahora sólo interrumpimos nuestra participación en el tratado START. No se pueden permitir inspecciones estadounidenses en nuestros emplazamientos nucleares".

Como nota al margen, de los tres principales tratados de armas ruso-estadounidenses, Washington abandonó dos de ellos: El Tratado de Misiles Antibalísticos (ABM) fue desechado por la administración del expresidente George W. Bush en 2002, y el Tratado de Fuerzas Nucleares de Alcance Intermedio (INF) fue descartado por el expresidente Donald Trump en 2019.

Esto demuestra el grado de exasperación del Kremlin. Putin está incluso dispuesto a ordenar al Ministerio de Defensa y a Rosatom que se preparen para probar las armas nucleares rusas si Estados Unidos va primero por el mismo camino.

Si ese es el caso, Rusia se verá obligada a romper por completo la paridad en la esfera nuclear y a abandonar la moratoria sobre las pruebas nucleares y la cooperación con otras naciones en lo que se refiere a la producción de armas nucleares. Hasta ahora, el juego de Estados Unidos y la OTAN ha consistido en abrir una ventanita que les permita inspeccionar los emplazamientos nucleares rusos.

Con su maniobra de judo, Putin devuelve la presión a la Casa Blanca.

EE.UU. y la OTAN no estarán precisamente encantados cuando Rusia empiece a probar sus nuevas armas estratégicas, especialmente el Poseidón, el mayor torpedo de propulsión nuclear jamás desplegado, capaz de desencadenar aterradoras marejadas oceánicas radiactivas.

En el plano económico: Eludir el dólar estadounidense es la jugada esencial hacia la multipolaridad. Durante su discurso, Putin alabó la resiliencia de la economía rusa: "El PIB ruso en 2022 sólo disminuyó un 2,1 por ciento, las estimaciones de la parte contraria no se hicieron realidad, decían que un 15, 20 por ciento". Esa resiliencia da a Rusia margen suficiente para "trabajar con socios para independizar el sistema de pagos internacionales del dólar estadounidense y otras divisas occidentales. El dólar perderá su rol universal."

Sobre geoeconomía: Putin se deshizo en elogios para los corredores económicos, desde Asia Occidental a Asia Meridional: "Se construirán nuevos corredores, rutas de transporte hacia el Este, esta es la región donde centraremos nuestro desarrollo, nuevas autopistas hacia Kazajstán y China, nuevo corredor Norte-Sur hacia Pakistán, Irán".

Y estos conectarán con Rusia desarrollando "los puertos de los mares Negro y de Azov, es necesario construir corredores logísticos dentro del país". El resultado será una interconexión progresiva con el Corredor Internacional de Transporte Norte-Sur (INSTC, por sus siglas en inglés), entre cuyos protagonistas se encuentran Irán e India, y, en última instancia, con la mega-trillonaria Iniciativa de la Nueva Ruta de la Seda de China.

El plan de China para la seguridad mundial

Es inevitable que, aparte de esbozar varias políticas estatales orientadas al desarrollo interno de Rusia -uno podría incluso compararlas con las políticas socialistas-, gran parte del discurso de Putin tuviera que centrarse en la guerra hasta-el-último-Ucraniano entre la OTAN y Rusia.

Putin comentó cómo "nuestras relaciones con Occidente se han degradado, y esto es enteramente culpa de Estados Unidos"; cómo el objetivo de la OTAN es infligir una "derrota estratégica" a Rusia; y cómo el frenesí belicista le había obligado, hace una semana, a firmar un decreto "poniendo nuevos complejos estratégicos terrestres en servicio de combate".

Así que no es casualidad que el embajador estadounidense fuera inmediatamente convocado al Ministerio de Asuntos Exteriores justo después del discurso de Putin.

El ministro ruso de Asuntos Exteriores, Serguéi Lavrov, dijo a la embajadora Lynne Tracey en términos inequívocos que Washington debía tomar medidas concretas: entre ellas, retirar de Ucrania todas las fuerzas y equipos militares de Estados Unidos y de la OTAN. En una maniobra sorprendente, exigió una explicación detallada de la destrucción de los gasoductos Nord Stream 1 y 2, así como el cese de la injerencia estadounidense en una investigación independiente para identificar a los responsables.

Manteniendo el momentum de Moscú, el alto diplomático chino Wang Yi se reunió con el secretario del Consejo de Seguridad ruso, Nikolai Patrushev, antes de hablar con Lavrov y Putin. Patrushev señaló que "el rumbo hacia el desarrollo de una asociación estratégica con China es una prioridad absoluta de la política exterior rusa". Wang Yi, no tan crípticamente, añadió: "Moscú y Pekín deben sincronizar sus relojes".

Los estadounidenses están haciendo todo lo posible para intentar anteponerse a la propuesta china de desescalada en Ucrania. El plan de China debe presentarse este viernes, y existe un grave riesgo de que Pekín caiga en una trampa tendida por la plutocracia occidental.

Demasiadas "concesiones" chinas a Rusia, y no tantas a Ucrania, pueden ser hiladas para abrir una brecha entre Moscú y Pekín (Divide y Vencerás, que es siempre el Plan A de EE.UU. No hay Plan B).

Sintiendo las aguas revueltas, los propios chinos decidieron tomar la ofensiva, presentando un Documento Conceptual de la Iniciativa de Seguridad Global.

El problema es que Pekín sigue atribuyendo demasiada influencia a una ONU desdentada, cuando se refieren a "formular una Nueva Agenda para la Paz y otras propuestas presentadas en Nuestra Agenda Común por el Secretario General de la ONU".

Lo mismo cuando Pekín defiende el consenso de que "una guerra nuclear no puede ganarse y nunca debe librarse". Trata de explicárselo a los psicópatas neoconservadores straussianos del Beltway, que no saben nada de la guerra, y mucho menos de la nuclear.

Los chinos afirman la necesidad de "cumplir con la declaración conjunta sobre la prevención de la guerra nuclear y evitar la carrera armamentista emitida por los líderes de los cinco estados poseedores de armas nucleares en enero de 2022". Y de "reforzar el diálogo y la cooperación entre los Estados poseedores de armas nucleares para reducir el riesgo de guerra nuclear."

Se puede apostar a que Patrushev explicó detalladamente a Wang Yi cómo eso no es más que una ilusión. La "lógica" del actual "liderazgo" colectivo occidental ha sido expresada, entre otros, por el mediocre irredimible Jens Stoltenberg, secretario general de la OTAN: incluso la guerra nuclear es preferible a una victoria rusa en Ucrania.

El discurso mesurado pero firme de Putin ha dejado claro que lo que está en juego es cada vez más importante. Y todo gira en torno a hasta qué punto la "ambigüedad estratégica" de Rusia -y China- es capaz de petrificar a un Occidente paranoico que coquetea con las nubes en forma de hongo.