Traducido por el equipo de SOTT.net

Cuando se lee la Estrategia de Seguridad Nacional de EEUU para 2022, queda perfectamente claro que, al menos según la visión del mundo promulgada por la administración del presidente Joe Biden, los Estados Unidos y China siguen una trayectoria que sólo puede conducir a una cosa: la confrontación militar.
USA China policy
© Illustration: Xia Qing/GT
En el núcleo de esta evaluación está la creencia permanente por parte de la administración Biden de que la clave para que Estados Unidos siga desempeñando su papel de líder mundial es la revitalización de "la incomparable red de alianzas y asociaciones de Estados Unidos para mantener y reforzar los principios e instituciones que han permitido tanta estabilidad, prosperidad y crecimiento durante los últimos 75 años".

La administración Biden tiene un nombre para esta red: el orden internacional basado en reglas. Y mantener el control que este orden ejerce sobre el mundo representa un reto existencial para Estados Unidos.

Según la administración Biden, "La [República Popular China] es el único competidor que tiene tanto la intención de remodelar el orden internacional como, cada vez más, el poder económico, diplomático, militar y tecnológico para avanzar en ese objetivo".

China, cree la administración Biden, es la mayor amenaza para EEUU, algo que la administración Biden deja abundantemente claro. "La República Popular China alberga la intención y, cada vez más, la capacidad de remodelar el orden internacional a favor de uno que incline el campo de juego global en su beneficio, incluso mientras EEUU mantiene su compromiso de gestionar responsablemente la competencia entre nuestros países."

La "gestión responsable" de la que habla la administración Biden se basa en una "red sin rival de aliados y socios" que "protege y hace avanzar nuestros intereses en todo el mundo". La estrategia de la administración Biden para "competir" con China requiere que EEUU "reúna las coaliciones más fuertes posibles".

Pero cuando uno examina las coaliciones destacadas por la administración Biden como centrales para este esfuerzo, queda sorprendido por la naturaleza exclusivamente militarista de su misión -la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), la asociación de seguridad Australia-Reino Unido-Estados Unidos (AUKUS), y un "Quad revitalizado", que reúne a Estados Unidos con Japón, India y Australia en un acuerdo de seguridad diseñado para contener la influencia china en la región Indo-Pacífica- son todas, en su esencia, alianzas militares.

La "competencia", cuando se trata del enfoque estadounidense hacia China, se define mejor como "disuasión", y la "disuasión" es una misión militar, una misión ante la que la administración Biden se ha comprometido a "actuar urgentemente para mantenerla y reforzarla", destacando que China es el "desafío que marca el paso".

El resultado del enfoque de la administración Biden hacia China es la militarización de lo que debería ser un problema clásico de la diplomacia, donde las herramientas tradicionales de negociación son sustituidas cada vez más por la confrontación.

El ejemplo más reciente de este enfoque militarizado es la llamada crisis del "Globo Espía Chino", en la que la administración Biden utilizó la incursión de lo que claramente era un globo de gran altitud errante equipado con sensores diseñados para recoger información atmosférica utilizada para investigar el cambio climático, para generar histeria sobre una amenaza china inexistente. Esta histeria culminó con el empleo por parte de EE.UU. de aviones de combate de la Fuerza Aérea para derribar el globo, destruyendo tanto el globo como su carga científica.

El alcance con el que la administración Biden ha suplantado la diplomacia por una competición "militarizada" queda subrayado por el hecho de que, debido a esta sinofobia autogenerada, el Secretario de Estado Antony Blinken canceló sus planes de viajar a China para mantener conversaciones de alto nivel. En un momento en que Estados Unidos y China deberían estar agotando todas las oportunidades para entablar el tipo de diálogo constructivo que la administración Biden reivindica como su principal herramienta para gestionar su relación con China, Estados Unidos se ha embarcado, en cambio, en una frenética "caza del globo", en la que aviones de combate estadounidenses surcan los cielos estadounidenses en busca de aún más globos "made in China" que derribar.

La militarización de las relaciones entre Estados Unidos y China alcanzó recientemente su punto álgido cuando el general de la Fuerza Aérea estadounidense Mike Minihan, jefe del Mando de Movilidad Aérea (AMC), publicó un memorando en el que declaraba que su "instinto" le decía que Estados Unidos y China estarían en guerra para 2025, e instruía a los hombres y mujeres bajo su mando a practicar la puntería con pistola disparando un "cargador" completo de munición a un blanco de 7 metros, apuntando a la cabeza.

Aunque los superiores del general Minihan se han distanciado del memorando, lo cierto es que su lenguaje poco diplomático refleja una evaluación esencial que se remonta a 2021 conocida como "la Ventana Davidson", llamada así por el antiguo comandante del Mando Indo-Pacífico de Estados Unidos, Philip Davidson, quien postuló en aquel momento que China invadiría Taiwán en un plazo de seis años. La "Ventana Davidson" guía la postura de un ejército estadounidense que, según admite la propia administración Biden, utiliza a China como su "desafío que marca el paso".

La administración Biden haría bien en afianzarse en la diplomacia de la vieja escuela en lugar de perseguir globos en el cielo porque, si no se controla, la militarización en curso de la relación entre Estados Unidos y China sólo puede conducir al desastre.