Traducido por el equipo de SOTT.net

Un misterio perdurable durante tres años es cómo Donald Trump llegó a ser el presidente que confinó a la sociedad estadounidense por lo que resultó ser un virus respiratorio manejable, desencadenando una crisis indescriptible con oleadas de consecuencias destructivas que continúan hasta el día de hoy.
Trumfauc
© Reuters/Leah Mills
El expresidente estadounidense Donald Trump y el Dr. Anthony Fauci
Revisemos la línea del tiempo y ofrezcamos algunas especulaciones bien fundadas sobre lo que sucedió.

El 9 de marzo de 2020, Trump todavía opinaba que el virus podría manejarse por medios normales.

Dos días después, cambió de tono. Estaba listo para usar todo el poder del gobierno federal en una guerra contra el virus.

¿Qué cambió?

Deborah Birx informa en su libro que a Trump se le murió un amigo en un hospital de Nueva York y esto fue lo que le hizo cambiar de opinión. Jared Kushner informa que simplemente atendió a razones. Mike Pence dice que estaba convencido de que su personal lo respetaría más. No hay duda (y en base a todos los informes existentes) de que se encontró rodeado de "asesores de confianza" que suman alrededor de 5 personas (incluidos Mike Pence y el miembro de la junta de Pfizer, Scott Gottlieb).

Sólo una semana después, Trump emitió el edicto para cerrar todos los "lugares interiores y exteriores donde se congregara la gente", iniciando el cambio de régimen más grande en la historia de EEUU, que contradijo todos los derechos y libertades que los estadounidenses habían dado por sentado anteriormente. Fue lo último en triangulación política: mientras John F. Kennedy reducía los impuestos, Nixon abría China y Clinton reformaba el bienestar, Trump cerró la economía que prometió revivir. Esta acción confundió a los críticos de todos lados.

Un mes después, Trump dijo que su decisión de haber "apagado" la economía salvó millones de vidas, y luego incluso afirmó haber salvado a miles de millones. Todavía tiene que admitir el error.

Incluso el 23 de junio de ese año, Trump exigía el crédito por haber seguido todas las recomendaciones de Fauci. ¿Por qué lo aman y me odian?, quería saber.

Algo sobre esta historia nunca ha encajado realmente. ¿Cómo pudo una persona haber sido tan persuadida por un puñado de gente como Fauci, Birx, Pence y Kushner y sus amigos? Seguramente tenía otras fuentes de información, algún otro escenario o inteligencia, que alimentaron su desastrosa decisión.

En una versión de los hechos, sus asesores simplemente señalaron el supuesto éxito de Xi Jinping al promulgar bloqueos en Wuhan, que, según la Organización Mundial de la Salud, detuvo las infecciones y controló el virus. Quizás sus asesores halagaron a Trump con la observación de que él es al menos tan bueno como el presidente de China, por lo que debería ser audaz y promulgar las mismas políticas aquí.

Un problema con este escenario es el tiempo. Las reuniones de la Oficina Oval que precedieron a su edicto del 16 de marzo de 2020 tuvieron lugar el fin de semana del 14 y 15, viernes y sábado. Ya estaba claro para el día 11 que Trump estaba listo para los confinamientos. Este fue el mismo día del testimonio de Fauci deliberadamente engañoso ante el Comité de Supervisión de la Cámara de Representantes en el que sacudió la sala con predicciones de una carnicería al estilo de Hollywood.

El día 12, Trump canceló todos los viajes desde Europa, Reino Unido y Australia, lo que provocó enormes acumulaciones de personas en los aeropuertos internacionales. El día 13, el Departamento de Salud y Servicios Humanos emitió un documento clasificado que transfirió el control de la política pandémica de los CDC al Consejo de Seguridad Nacional y, finalmente, al Departamento de Seguridad Nacional. Cuando Trump se reunió con Fauci y Birx en ese fin de semana legendario, el país ya estaba bajo una ley casi marcial.

Aislando la fecha en la trayectoria aquí, es evidente que lo que sucedió para cambiar a Trump ocurrió el 10 de marzo de 2020, el día después de su tuit que decía que no debería haber cierres y un día antes del testimonio de Fauci.

Es muy probable que ese algo gire en torno al descubrimiento más sustancial que hemos hecho en tres años de investigaciones. Fue Debbie Lerman quien primero descifró el código: la política covid no fue forjada por las burocracias de salud pública sino por el sector de seguridad nacional del estado administrativo. Ella explicó además que esto ocurrió debido a dos características críticas de la respuesta:
1) la creencia de que este virus proviene de una fuga de laboratorio, y
2) la vacuna fue la contramedida de bioseguridad impulsada por las mismas personas como solución.
Sabiendo esto, obtenemos una mayor comprensión de 1) por qué Trump cambió de opinión, 2) por qué nunca ha explicado esta decisión trascendental y evita por completo el tema, y 3) por qué ha sido tan increíblemente difícil encontrar información sobre estos misteriosos pocos días además de la papilla servida en los libros diseñados para ganar regalías por autores como Birx, Pence y Kushner.

Según una serie de informes de segunda mano, todas las pistas disponibles que hemos reunido y el contexto de la época, el siguiente escenario parece más probable:

El 10 de marzo, y en respuesta al tuit desdeñoso de Trump el día anterior, algunas fuentes confiables dentro y alrededor del Consejo de Seguridad Nacional (Matthew Pottinger y Michael Callahan, por ejemplo), y probablemente involucrando a algunos del comando militar y otros, acudieron a Trump para hacerle saber un secreto altamente clasificado.

Imagina una escena de Superagente 86 con el Cono del Silencio, por ejemplo. Estos son los eventos en la vida del arte de gobernar que infunden a las personas poderosas un sentido de su genialidad personal. El destino de toda la sociedad descansa sobre sus hombros y las decisiones que toman en este punto. Por supuesto, juraron un intenso secreto después de la gran revelación.

La revelación fue que el virus no era un virus de libro de texto, sino algo mucho más amenazante y terrible. Provenía de un laboratorio de investigación en Wuhan. De hecho, podría ser un arma biológica. Es por eso que Xi tuvo que hacer cosas extremas para proteger a su gente. Los EEUU deberían hacer lo mismo, dijeron, y también hay una solución disponible y está siendo cuidadosamente protegida por los militares.

Parece que ya se había mapeado el virus para hacer una vacuna que protegiera a la población. Gracias a 20 años de investigación en plataformas de ARNm, le dijeron, esta vacuna se puede implementar en meses, no en años.
Eso significa que Trump puede confinar y distribuir vacunas para salvar a todos del virus de China, todo a tiempo para las elecciones. Hacer esto no solo aseguraría su reelección, sino también garantizaría que pasaría a la historia como uno de los mejores presidentes de EEUU de todos los tiempos.
Es posible que esta reunión sólo haya durado una o dos horas, y podría haber incluido un desfile de personas con las autorizaciones de seguridad del más alto nivel, pero fue suficiente para convencer a Trump. Después de todo, había luchado contra China durante los dos años anteriores, imponiendo aranceles y haciendo todo tipo de amenazas. Era fácil creer en ese momento que China podría haber iniciado una guerra biológica como represalia. Por eso tomó la decisión de usar todo el poder de la presidencia para impulsar un confinamiento bajo estado de emergencia.

Sin duda, la Constitución no le permite anular la discreción de los estados, pero con el peso del cargo completo con suficientes fondos y persuasión, podría lograrlo. Y así tomó la fatídica decisión que no sólo destruyó su presidencia sino también al país, imponiendo daños que durarán una generación.

Trump solo tardó unas pocas semanas en sospechar de lo sucedido. Durante semanas y meses, alternó entre creer que le engañaron y creer que hizo lo correcto. Ya había aprobado otros 30 días de cierres e incluso increpó a Georgia y luego a Florida por la apertura. Llegó a afirmar que ningún estado podría abrir sin su aprobación.

No cambió completamente de opinión
hasta agosto, cuando Scott Atlas le reveló toda la estafa.


Hay otra característica fascinante en este escenario completamente plausible. Incluso cuando los asesores de Trump le decían que esto podría ser un arma biológica filtrada del laboratorio en China, Anthony Fauci y sus compinches hicieron todo lo posible para negar que fuera una fuga de laboratorio (incluso si creían que lo era). Esto creó una situación interesante. Los NIH (Institutos Nacionales de Salud) y quienes rodeaban a Fauci insistían públicamente en que el virus era de origen zoonótico, incluso cuando el círculo de Trump le decía al presidente que debería considerarse un arma biológica.

Fauci pertenecía a ambos campos, lo que sugiere que es muy probable que Trump supiera del engaño de Fauci todo el tiempo: la "noble mentira" para proteger al público de saber la verdad. Trump tenía que estar bien con eso.

Poco a poco, después de los edictos de confinamiento y la toma de posesión por parte del Departamento de Seguridad Nacional, en cooperación con unos CDC muy hostiles, Trump perdió poder e influencia sobre su propio gobierno, razón por la cual sus tuits posteriores instando a una reapertura cayeron en saco roto. Para colmo, la vacuna no llegó a tiempo para las elecciones. Esto se debe a que el propio Fauci retrasó el lanzamiento hasta después de las mismas, alegando que los ensayos no fueron lo suficientemente diversos desde el punto de vista racial. Así, la táctica de Trump fracasó por completo, a pesar de todas las promesas de quienes lo rodeaban de que era una forma garantizada de ganar la reelección.

Sin duda, este escenario no se puede probar porque todo el evento, ciertamente el movimiento político más dramático en al menos una generación y uno con indescriptibles costos para el país, permanece envuelto en secreto. Ni siquiera el senador Rand Paul puede obtener la información que necesita porque permanece clasificada. Si alguien piensa que la aprobación de Biden de la publicación de documentos mostrará lo que necesitamos, es un ingenuo. Aún así, el escenario anterior se ajusta a todos los hechos disponibles y está confirmado por informes de segunda mano desde el interior de la Casa Blanca.

Es suficiente para una gran película o una obra de teatro de los niveles de tragedia de Shakespeare. Y hasta el día de hoy, ninguno de los principales actores habla abiertamente al respecto.
Sobre el Autor:

Jeffrey A. Tucker es fundador y presidente del Instituto Brownstone. También es columnista principal de economía de Epoch Times, autor de 10 libros, incluido Libertad o confinamiento, y miles de artículos en la prensa académica y popular. Habla ampliamente sobre temas de economía, tecnología, filosofía social y cultura.