Traducido por el equipo de SOTT.net

Hace apenas un año, Estados Unidos estaba en la cresta de la ola en lo que se refiere a la política de Oriente Medio, trabajando para aislar a Irán mediante la ayuda a la normalización de las relaciones entre Israel y los Estados del Golfo en Oriente Medio. La realidad acaba de cambiar -literalmente de la noche a la mañana- después de que China mediara con éxito en una reconciliación entre Arabia Saudí e Irán que, de consumarse, transformará radicalmente la geopolítica regional y mundial.
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© motioncenter/Shutterstock'Encuentro en el punto medio'
Cuando Wang Yi, el diplomático de mayor rango de China, salió ante las cámaras en Pekín, China, el 10 de marzo, acompañado de Ali Shamkhani, secretario del Consejo Supremo de Seguridad Nacional de Irán, y del asesor saudí de Seguridad Nacional, Musaad bin Mohammed al-Aiban, el mundo cambió para siempre. A primera vista, el acuerdo mediado por China -en el que Irán y Arabia Saudí acordaron reanudar sus relaciones diplomáticas formales y reafirmaron su respeto por "la no interferencia en los asuntos internos de los Estados"- fue un logro diplomático bastante notable. En la práctica, esto simplemente reinició el reloj hasta el periodo anterior a 2016, cuando ambas naciones rompieron relaciones a raíz de la ejecución por parte de Arabia Saudí de un destacado clérigo chiita, que a su vez provocó ataques contra la embajada saudí en Teherán. Pero el acuerdo para reanudar las relaciones diplomáticas fue acompañado de otra serie de compromisos por parte de las dos naciones para respetar la soberanía de la otra, y para participar en la cooperación económica, cultural y deportiva. El plazo de aplicación es de dos meses a partir de la fecha del acuerdo.

El éxito de la negociación de una nueva distensión entre Arabia Saudí e Irán es un logro notable para China, aunque incluso altos diplomáticos chinos, con amplia experiencia en Oriente Medio, señalan que esto debe evaluarse de forma realista. Esto no va a abrir la puerta a una era de intromisión china en los complicados asuntos de Oriente Medio, señaló Wu Sike, antiguo enviado especial chino para asuntos de Oriente Medio. Asuntos como un acuerdo de paz entre israelíes y palestinos están muy probablemente fuera del alcance de la actual diplomacia china en la región. Y la intervención diplomática china también se produjo tras las recientes conversaciones entre Arabia Saudí e Irán mediadas por Irak.

De manera significativa, el acuerdo también marca el comienzo de una posible nueva era de implicación económica china con las dos naciones más importantes del Golfo en Oriente Medio. Si el acuerdo se lleva a la práctica, la iniciativa china de la Franja y la Ruta podría convertirse en una parte aún más integral del futuro social y económico de Arabia Saudí e Irán. Si hay algo que define un giro regional que se aleja de Occidente y se acerca a Oriente, es esto.

El fin de la "Media Luna del Caos"

Ya en 2004, el rey Abdullah II de Jordania acuñó la expresión "media luna chiita". En aquel momento, la preocupación por la creciente influencia iraní en Irak, combinada con la presencia establecida de Irán en Líbano y Afganistán, hizo que Estados Unidos y sus aliados árabes definieran este nivel de compromiso regional iraní como de carácter maligno. Más tarde, la "media luna chiíta" se ampliaría con la implicación de Irán en Siria en 2011 y en Yemen en 2015. A medida que Arabia Saudí retrocedía en un intento de contener la influencia iraní, ya fuera directamente o a través de la financiación de sus propios grupos indirectos, la "media luna chiita" se convirtió en una "media luna del caos."

En las dos décadas transcurridas desde que se acuñó el término, la "media luna chiita" se convirtió en escenario de numerosos casos de violencia regional, como las guerras lideradas por Estados Unidos en Irak y Afganistán, la guerra civil siria, el conflicto entre Hezbolá e Israel y la guerra liderada por Arabia Saudí y los Emiratos Árabes Unidos contra los hutíes de Yemen, apoyados por Irán. Estos conflictos surgieron en el contexto del deterioro de las relaciones entre Estados Unidos e Irán.

La ruptura diplomática de 2016 entre Arabia Saudí e Irán se produjo en medio de unas tensiones ya intensificadas entre los dos rivales regionales. El año anterior, Arabia Saudí había desencadenado una guerra contra su vecino, Yemen, con la que el entonces ministro de Defensa saudí, Mohammed bin Salman (ahora príncipe heredero y primer ministro), esperaba establecer su buena fe como comandante de guerra y, por extensión, futuro rey. Rusia también había entrado formalmente en la guerra civil siria en 2015, alineándose con Irán para respaldar al régimen de Assad. Estados Unidos destinaba principalmente recursos militares a acabar con grupos extremistas suníes como el Estado Islámico en Irak y Siria, y con los talibanes y Al Qaeda en Afganistán.

El acuerdo mediado por China entre Arabia Saudí e Irán promete transformar esta "media luna de caos" en una "media luna de estabilidad". Si se lleva a cabo con éxito, podría marcar el comienzo de una nueva era en la que el crecimiento económico supere al poder militar a la hora de definir Oriente Próximo. Si todo va bien, las élites políticas y económicas del Líbano, financiadas por Arabia Saudí, podrían verse ahora capacitadas para negociar la reconciliación nacional con Hezbolá, apoyada por Irán. El dinero saudí podría destinarse ahora a la reconstrucción de Siria, país con el que EAU ya ha normalizado sus lazos. En Yemen, la presión saudí e iraní podría ejercerse sobre todas las partes para poner fin a los combates.

En 2020, Estados Unidos añadió otro factor a la mezcla, al negociar los Acuerdos de Abraham, que pretendían normalizar las relaciones entre Israel y los Estados del Golfo y, por extensión, reforzar y ampliar una alianza anti-iraní en la región. Aunque negociados por la administración del expresidente estadounidense Donald Trump, los Acuerdos de Abraham -que normalizaron los lazos entre Israel y los EAU, Bahréin y Marruecos- han seguido siendo un elemento básico de la política estadounidense en Oriente Medio bajo la administración del presidente estadounidense Joe Biden, incluso como un medio para ayudar a contener a Irán.

Sin embargo, mientras que antes existía la esperanza furtiva de que Arabia Saudí normalizara también sus relaciones con Israel para contribuir a aislar y neutralizar aún más a Irán, Israel se encuentra ahora más aislado de los Estados del Golfo, víctima de su propia política de derechas dirigida contra el pueblo palestino y, más recientemente, de la hábil diplomacia china.

Los Brics y más allá

Lo que hace que la distensión mediada por China entre Arabia Saudí e Irán sea aún más un cambio tectónico es la trayectoria general de la geopolítica mundial. Mientras que en 2016 la marea empujaba contra Irán, hoy empuja más contra Estados Unidos y Occidente, que busca el mantenimiento del "orden internacional basado en reglas", y hacia alineamientos alternativos como el Brics.

China es la "C" del grupo Brics, el nuevo foro económico mundial cuyo PIB, si se ajusta a la paridad del poder adquisitivo, supera ahora al del bloque económico G7, dominado por Estados Unidos. Irán ya ha presentado una solicitud de adhesión a China y a las demás naciones del Brics (Brasil, Rusia, India y Sudáfrica), y Arabia Saudí ha indicado que hará lo mismo en breve. Otros países, como Argentina y Egipto, también se están apuntando.

Con China aportando capital de inversión generador de infraestructuras a través de su Iniciativa de la Franja y la Ruta, la nueva distensión entre Irán y Arabia Saudí podría evolucionar hacia una relación económica regional que sustituya a las relaciones de defensa lideradas por Estados Unidos que han definido la política de Oriente Medio durante décadas. Y si el presidente iraní Ebrahim Raisi sigue adelante con una supuesta invitación del rey Salman de Arabia Saudí para visitar el reino, serán Estados Unidos e Israel los que se queden fuera, viendo cómo se les escapa de las manos una región que una vez controlaron.
Sobre el Autor:

Scott Ritter es un exoficial de inteligencia del Cuerpo de Marines de EE.UU., cuyo servicio a lo largo de una carrera de más de 20 años incluyó períodos de servicio en la antigua Unión Soviética implementando acuerdos de control de armas, sirviendo en el personal del general estadounidense Norman Schwarzkopf durante la Guerra del Golfo y más tarde como inspector jefe de armas con la ONU en Irak de 1991 a 1998. Las opiniones expresadas en este artículo son las del autor.