Traducido por el equipo de SOTT.net

La primera ministra italiana, Giorgia Meloni, se reunió esta semana con Rishi Sunak al comenzar su visita de dos días a Gran Bretaña, como parte de su misión para convencer a Europa de que es conservadora y no fascista.
Giorgia Meloni
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En su agenda destacaba la importancia de mantener la ayuda militar a Ucrania, pero después los dos temas sobre los que espera ser más persuasiva son los que más amenazan a Europa: los inmigrantes que llegan en pateras y la caída en picado de la tasa de fertilidad europea.

En el primer caso, el de los emigrantes en pateras, Italia tiene graves problemas. Este año han llegado a Italia por mar casi tantos inmigrantes ilegales como los que llegaron a Gran Bretaña procedentes de Francia en todo 2022. A principios de mes, Meloni declaró la crisis migratoria italiana emergencia nacional. Se habla de hasta 900.000 llegadas de migrantes por mar desde Túnez si se derrumba su dictadura, devastada por la crisis, y de otros 685.000 en Libia, listos para cruzar. Sería una catástrofe, no sólo para Italia, sino también para Europa y Gran Bretaña.

Respecto al segundo, lo que Meloni denomina el lento suicidio de Europa, Italia tiene problemas aún más graves. Italia fue famosa en su día por la frase "mamma mia" y por las mujeres que hasta los 70 daban a luz a un gran número de niños a pesar de ser pobres. Ahora tiene una de las tasas de fertilidad más bajas del mundo, con 1,2 partos por mujer. En 2022 registró un nuevo mínimo histórico: sólo 392.600 nacimientos, frente a los 400.249 del año anterior, lo que supone el decimocuarto descenso anual consecutivo. Desde 2014, la población italiana se ha reducido en cerca de 1,4 millones de personas. Los demógrafos predicen que se desplomará de 59 millones a 47,7 millones en 2070. La fertilidad de Gran Bretaña, de 1,6, es mucho más saludable que la de Italia, pero tampoco es genial y sigue estando muy por debajo de la tasa de reemplazo de 2,1. Casi todos los economistas coinciden en que una población en declive es fatal desde el punto de vista económico.

Estas dos cuestiones, pateras y partos, están inextricablemente entrelazadas. La izquierda liberal en Italia, como en todas partes, insiste en que no sólo tenemos un deber ético de permitir la entrada de inmigrantes, legales o no, sino un deber económico. Los necesitamos para pagar nuestras pensiones, dicen. Pero esto, dice Meloni, es una tontería, y tiene razón.

El desempleo juvenil en Italia es de casi el 25% y un tercio de los italianos en edad laboral no trabaja, la cifra más alta de Europa. Así que el único trabajo para los inmigrantes ilegales es el trabajo esclavo a menos de 5 euros la hora o la delincuencia. Más de la mitad de los hurtos y robos en Italia los cometen inmigrantes ilegales.

Y aquí es donde entra en juego la gran idea de Meloni, aunque quién sabe lo que hará Sunak con ella. En lugar de importar una nueva población, dice, reavivemos el tradicional entusiasmo de las mujeres italianas por tener hijos. Su ministro de Economía, Giancarlo Giorgetti, acaba de anunciar su intención de suprimir los impuestos a las familias que tengan dos o más hijos, aunque los medios se han fijado más en la "homofobia" de Meloni por las medidas del Gobierno para limitar que las parejas del mismo sexo puedan registrarse como padres.

"La mejor forma de reducir la deuda en relación con el PIB no puede ser aumentar los flujos de inmigrantes", afirma Giorgetti. "El estímulo más fuerte debe ser otro: reducir el número de impuestos que pagar". Se habla de una exención fiscal de 10.000 euros anuales por hijo hasta que acabe la universidad o empiece a trabajar.

Como era de esperar, la izquierda italiana está horrorizada, y es fascinante que los dos bandos, izquierda y derecha, se hayan polarizado en torno a dos mujeres muy diferentes: Elly Schlein, que recientemente se ha convertido en la primera mujer en liderar el postcomunista Partido Democrático (PD), el principal partido de la oposición en Italia, y Meloni.

Estas dos mujeres representan las dos caras tan distintas del feminismo moderno. Schlein es actualmente lesbiana y una feminista eternamente "woke". El PD es heredero del partido comunista italiano, que fue el mayor de Europa fuera del bloque soviético. Desde 2011, estuvo en el poder de forma más o menos ininterrumpida hasta que Meloni se convirtió en primera ministra el pasado octubre.

Schlein, de 37 años, se crió en Suiza y tiene tres pasaportes (suizo, estadounidense e italiano). Después de la escuela, se trasladó a Italia, donde completó una licenciatura en Derecho en la Universidad de Bolonia en 2011 con una tesis sobre "la cuestión de la sobrerrepresentación de los migrantes en las cárceles y los derechos de los extranjeros en la jurisprudencia constitucional". En 2008 y 2012 trabajó en Chicago como voluntaria en las campañas electorales presidenciales de Barack Obama. Nunca ha trabajado fuera de la política. En 2014 fue elegida eurodiputada; en 2022, diputada. Dejó el PD durante un periodo en el que la política del partido se desplazó hacia el centro. Su victoria en las elecciones a la dirección de febrero, en las que se presentó como "progresista, ecologista y feminista", significa que el PD gira radicalmente a la izquierda, no en defensa de los trabajadores como el antiguo partido comunista, sino de la diversidad y del planeta. Schlein se identifica como "persona LGBTQI+" y piensa, por supuesto, que puedes elegir tu sexo.

Durante el mitin en Roma que cerró la campaña electoral del PD el pasado septiembre, vociferó desde el escenario: "Sí, soy mujer, amo a otra mujer y no soy madre. Pero no por ello soy menos mujer".

Sobre la crisis migratoria, habla con tópicos sin sentido. En una rueda de prensa la semana pasada, dijo: "Necesitamos políticas con visión de futuro que no causen irregularidades. Debemos trabajar para atender a quienes llegan de forma legal a este país, pero el camino no es dejar de lado a los solicitantes de asilo". El año pasado tuiteó: "La solidaridad no es delito", después de que un activista proinmigrantes fuera absuelto de los cargos de complicidad con inmigrantes ilegales. También ha acusado al Gobierno de estar "obsesionado con el tema de la inmigración" y, naturalmente, ha culpado a la "retórica de derechas de Meloni... que encuentra un nuevo enemigo cada día" de empeorar la crisis migratoria.

Meloni, de 46 años y católica, es una madre trabajadora ferozmente patriótica y la definición de una feminista reaccionaria. Se crió en un barrio obrero de Roma y, aunque destacó en la escuela, no pudo permitirse ir a la universidad. Trabajó como camarera, niñera, profesora de inglés y vendedora ambulante, antes de dedicarse a la política a tiempo completo. En 1995, su padre, al que no veía desde que era niña, fue condenado a nueve años de cárcel en Menorca por tráfico de drogas.