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Las recientes sanciones de EE.UU. contra Venezuela, anunciadas el pasado 9 de marzo, constituyen probablemente la noticia más relevante de lo que va del año para la región en términos geopolíticos.
Hay factores internos y externos que podrían ayudar a comprender -y no justificar, claro- el trasfondo de esta decisión de Barack Obama, que, paradójicamente a lo que se podría creer, parece incluso no ayudar a una oposición venezolana dispersa, y con imposibilidad concreta de denunciar a Washington -frente a un gobierno que ahora muestra, nuevamente, a un "enemigo" externo claro y preciso-.En lo interno, el reciente paso del primer ministro israelí
Benjamín Netanyahu por el Capitolio -congreso estadounidense-, invitado por el Partido Republicano, sirvió para golpear -por derecha- a Obama, nada menos que en Washington, en torno a su política internacional. Allí, Netanyahu criticó duramente las negociaciones sobre el programa nuclear que EE.UU. lleva adelante con Irán, y presionó al presidente norteamericano para que no haya acuerdo -omitiendo que, del diálogo al que hacía referencia, participan también Rusia, China, Francia, Alemania y el Reino Unido-. Sumado a esto, la administración Obama ha logrado un principio de reestablecimiento de relaciones diplomáticas con Cuba, con lo que ello ha implicado en términos concretos para la política interna: un fervoroso rechazo de un sector concreto del Partido Republicano, que se opone a ello y persiste en que el bloqueo a la isla continúe.
Ante ambas cuestiones,
Obama parece ahora intentar "equilibrar" el ajedrez geopolítico de Washington, con dos "blancos" permanentes desde hace algunos meses: la Rusia deVladimir Putin y la Venezuela de Nicolás Maduro. En ese intento, además, aparece un hecho innegable: la caída de los precios de
petróleo a nivel internacional, que justamente impacta en ambas economías. No fue casual la alusión de Obama, durante su discurso del "Estado de la Unión" de enero de este año, a los problemas económicos por los que pasa Moscú tras esta coyuntura -cuando, también no casualmente, prefirió no pronunciarse sobre un deterioro de las perspectivas de crecimiento a escala mundial, algo reconocido hasta por el propio FMI-.
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