La internacionalización del yuan y la desdolarización global avanzan en paralelo. En mayor medida como resultado de la debilidad de la economía norteamericana y menos como consecuencia de la desamericanización. Este segundo escenario exigiría poner en cuestión la hegemonía de Estados Unidos en su totalidad, situación que aún no existe. Sin embargo, sí hay un progreso en diversos mecanismos de cooperación financiera liderados por China de cara a la incertidumbre de los mercados financieros internacionales, el estancamiento de la reforma del Fondo Monetario Internacional (FMI) y la fragilidad de la recuperación económica mundial.
En un primer momento, la desdolarización
pretende amortiguar los efectos de la volatilidad de los tipos de cambio, las tasas de interés y los mercados de valores. En un segundo momento, la marcha del yuan podría alcanzar una dimensión sistémica y enfrentar al dólar en una dura batalla por conseguir reconocimiento global. Actualmente, más de cuarenta bancos centrales
mantienen el yuan como referencia en la acumulación de reservas junto a las divisas dominantes (el dólar, el euro, el yen japonés y la libra esterlina). En 1999, cuando el euro entró en circulación, 70% de la composición de las reservas de los bancos centrales se mantenía en dólares. A finales de 2013, la divisa estadounidense representa 60 por ciento. En cambio, el rubro "otras divisas" en las cuentas del FMI pasó de representar 1.62% hace 15 años
a alcanzar 6.51% a finales de 2013, básicamente por el peso creciente del yuan.
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