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¿Por qué seguimos los consejos o nos guiamos por las opiniones de los demás?
Nuestro cerebro prefiere ir sobre seguro cuando nos enfrentamos a una situación nueva. Sólo con el tiempo da prioridad a lo aprendido de la propia experiencia.
Cuánto necesita cada persona para "independizarse" de las creencias que nos han transmitido está determinado genéticamente y depende de dos estructuras cerebrales: la corteza prefontal y el estriado. La primera nos induce a dejarnos guiar, la segunda a experimentar por nosotros mismos. El equilibrio entre ambas es fundamental.
No es casualidad que tengamos un refrán para casi todo. En realidad
el extenso refranero refleja la tendencia de nuestro cerebro a dejarse guiar por aquellas creencias que con alta probabilidad funcionan. Tampoco es casualidad que ante una decisión importante pidamos consejo a las personas de nuestra confianza.
Refranes y consejos hacen las veces de protocolos que nos indican cómo actuar en cada ocasión sin tener que tomarnos la molestia de poner en marcha un complicado proceso de toma de decisiones en cada ocasión. Se trata de
atajos de pensamiento o heurísticos, que nos indican cómo actuar en cada ocasión sin tener que pensarlo mucho.
Investigadores de la Universidad de Brown, en Rhode Island (Estados Unidos), han descubierto que
nuestra tendencia a seguir los consejos ya sea del refranero o de otras personas está determinada por nuestros genes, como explicaron en el
Journal of Neuroscience.
En nuestro cerebro hay dos regiones con «puntos de vista diferentes» sobre cuánto debe influir en nuestra forma de pensar la información que recibimos, explica Michael Frank, uno de los neurocientíficos participantes en el estudio. Por un lado tenemos a
la corteza prefrontal, situada detrás de la frente. Esta zona se encarga de la planificación de conductas complejas, la conducta social, algunos aspectos del lenguaje y está implicada también en la personalidad. «Prefiere» tenerlo todo bajo control y suele hacer caso a los consejos y creencias.