© Sputnik/Andrey Stenin
Si acaso usted es miembro de la "comunidad internacional" - es decir, si vive en América del Norte, Europa o Australia/Nueva Zelanda - quizás haya notado un cambio sutil en los últimos años sobre lo que usted "sabe" de Rusia y su presidente, Vladimir Putin. De ser simplemente un país que le gustaría visitar un día, Rusia y su líder se han transformado en la fuente de gran parte de los problemas del mundo.
Cosas como "la agresión rusa en Europa", "la anexión de Crimea y el fomento de la guerra civil en Ucrania"; y "derribar aviones de pasajeros", "piratear la democracia estadounidense", "bombardear a civiles inocentes y hospitales" (y conejitos), "crear la crisis de refugiados europea", así como tener el monopolio del "dopaje patrocinado por el Estado" y "apoyar a los terroristas en Siria'; no parece haber casi nada que Rusia no haya hecho para destruir el planeta por completo.
Por supuesto, el lector astuto habrá notado que la mayoría de estas acusaciones provienen de políticos, expertos políticos y periódicos estadounidenses.
En las últimas semanas, el nivel de hostilidad antirrusa que sale de lugares como el Departamento de Estado de Estados Unidos ha llegado a un punto tal que todos podemos ser excusados por tomar clases de yoga en previsión del momento en que debemos realizar la maniobra necesaria para darnos un beso de despedida en nuestro trasero colectivo, ante una conflagración nuclear mundial.
Pero la amenaza existencial de una "guerra caliente" entre Rusia y los EE.UU. es más bien el contenido de las pesadillas y la propaganda, que la realidad.
La realidad es que el "excepcional" EE.UU. está completamente sin opciones, incluyendo la nuclear, en lo que respecta a impedir el surgimiento de Rusia como una gran potencia mundial con influencia global.
Comentario: El original de este artículo fue escrito poco después del primer debate entre Hillary Clinton y Donald Trump. Para este entonces, la opinión pública sin duda ha cambiado, ya que Trump se encuentra bajo ataque debido a la revelación de una grabación con comentarios sexistas y misóginos del candidato republicano. Este nuevo escándalo ocurre justo antes del segundo debate entre ambos candidatos, por lo que es de esperarse que Clinton lo explote al máximo.
Así que la elección presidencial se jugará entre la esposa encubridora de un violador serial, ella misma con las manos bañadas en sangre, y un inmaduro narcisista que también es un depredador sexual. El pueblo estadounidense sólo tiene una opción moral, y es votar por Jill Stein, del Partido Verde.