Un grupo de científicos detecta que una niña italiana fallecida en 1920 echa una mirada al frente cada día.
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No hay momia más perfecta en el planeta que la de Rosalía Lombardo. Una niña italiana fallecida en 1920 a la edad de dos años. Casi un siglo después de que su desconsolado padre ordenara su embalsamamiento, se la puede ver como si estuviera durmiendo plácidamente. Su piel se conserva brillante y da la sensación de que va a abrir los ojos en cualquier momento.


Y lo hace. Es lo que ha descubierto un grupo de científicos. Rosalía echa una somnolienta mirada sin ver y vuelve a entornar los párpados hasta el siguiente día. No se trata, sin embargo, de un acto de santería o un fenómeno paranormal. Simplemente es ciencia.

Al parecer, la cámara instalada frente a su ataúd con cubierta de cristal provoca, con los fogonazos de su flash, unas alteraciones ,foto-descomposición han venido a llamarlo, por el que las células del párpado se contraen o relajan. Los cambios de temperatura, unido a la particular sequedad del lugar donde está expuesta habrían provocado, además, la particular pérdida de color de los mechones de su pelo, que fueron castaños en origen y ahora lucen de color rubio.

La momia de Rosalía Lombardo es la auténtica obra de arte del taxidermista y químico Alfredo Salafia (1869 - 1933), que ideó una fórmula, no seguida posteriormente, que permitía la conservación casi perfecta de los cuerpos fallecidos. El de Rosalía, conocida como «La Bella Durmiente», no es el único, destacando también la momia del vice consul estadounidense Giovanni Paterniti, que también luce casi perfecto.

Una mezcla de formol, alcohol, acido salicílico, glicerina y sales de zinc conformaron la fórmula magistral (así se ha sabido tras investigar los papeles de Salafía, cedidos por sus descendientes), siendo las sales de zinc el elemento clave, el que permitió la particular «petrificación» del cuerpo sin perder el punto de humedad que distingue a la niña ,que, normalmente, a estas alturas ya habría muerto de vieja si la neumonía no se cruza en su camino, de cualquier otra momia.

Tanto Rosalía como el vice cónsul están enterrados en las Catacumbas de Palermo, un particular museo de los horrores en el que ciudadanos de la villa de diferentes siglos fueron enterrados a la vista y que ahora componen una estremecedora, a la vez que morbosa, experiencia.