El pasado es algo que nos acompaña a lo largo de nuestra vida. El lugar del que venimos actúa como una base para conformar quiénes somos, cómo actuamos y cómo pensamos acerca del mundo que nos rodea. Influye no sólo en nuestra perspectiva de vida, sino en muchas más cosas que ahora mismo ni siquiera imaginamos, como las sensaciones y emociones que tenemos ante algo o alguien que no conocemos y del que no tenemos información.

Imagen
© desconocido
Todas las personas podrán recordar momentos buenos y malos de su trayectoria vital. Sin embargo, existe gente que parece tener una increíble facilidad para estar todo el día reviviendo su pasado. Pasar el día recordando aquello que sucedió antaño (tanto si es malo o bueno) no es precisamente la mejor opción para seguir con nuestras vidas, sino todo lo contrario. Nos mantiene estáticos, nos impide movilizar nuestra energía para realizar nuevos proyectos o, simplemente, disfrutar del día en que nos encontramos.

El problema surge cuando nuestro pasado no nos deja continuar hacia adelante con nuestra vida. Los recuerdos sobre aquello que fue o no fue vuelven a nuestra cabeza una y otra vez, haciendo interferencia con el momento actual en que nos encontramos, impidiéndonos disfrutar del instante que vivimos. Es en este punto cuando debemos tomar conciencia de que el pasado ya pasó (valga la redundancia) y que es en el presente donde nos encontramos.

Recordar aquello tan terrible que nos sucedió, lo mal que se portaron con nosotros, etc. trae de vuelta a nuestra cabeza aquellas emociones de malestar, culpa, vergüenza, rencor... que nos vuelven a hacer daño de nuevo una y otra vez, ¿nada productivo, verdad? Estas personas que se focalizan demasiado en el pasado, corren el peligro de caer sumidos en una gran tristeza o depresión, presas de sus desgracias e inmóviles ante un presente-futuro nada prometedor, ya que esto nos puede llevar a pensar que nuestra vida está destinada a la desdicha.

Es importante saber que para superar el pasado, en primer lugar debemos asumir que no va a cambiar, que debemos aceptar las cosas tal como fueron y dejarlo estar. Resulta fácil decirlo, sí, pero pasar página es imprescindible. Para ello, algunas de las cosas que debemos intentar hacer son:

1. Alza la vista hacia el mundo que te rodea.

Párate a pensar en cuánto tiempo al día dedicas a pensar en tus problemas. Si crees que es demasiado, cabe la posibilidad de que estés muy centrado en ti mismo y, por tanto, olvidándote del mundo que te rodea.
Séneca dijo "hay más cosas que nos asustan que cosas que nos hieran verdaderamente, y sufrimos más en la imaginación que en la realidad".
¿Se aplica esto a tu vida? Si es así, reflexiona sobre ello porque quizás estés haciendo trabajar a tus neuronas en tu propia contra. Levantar la vista de tu ombligo para pasar a mirar el sitio en el que estás y la gente que te rodea puede ser un buen primer paso para seguir hacia adelante.

2. Olvida a aquellos que te hicieron daño.

Como ya se ha dicho, vivir rememorando aquello que tanto nos hizo sufrir impide que se cierren esas heridas. Y, que quede claro, guardar resentimiento hacia esa persona (e incluso mostrárselo abiertamente) muchas veces no va a conseguir que el otro se sienta peor sino que somos nosotros los que más nos anclamos en aquello que sucedió.

Nos estancamos pensando en qué le podríamos decir o hacer para hacerle "pagar" aquello que nos hizo y, de esta forma, seguimos frustrándonos y reviviendo nuestro dolor con esos recuerdos. Debemos asumir que somos nosotros mismos los que más nos perjudicamos al no apartar de nuestra mente a aquellas personas que se portaron mal con nosotros.

3. Perdónate a tí mismo.

Comprender que las cosas que hicimos mal ya no pueden deshacerse. En vez de culparnos a nosotros mismos por haber actuado de una determinada forma y no de otra, sería más productivo buscar por qué hicimos eso. ¿Cuáles fueron los deseos, motivaciones o miedos que nos llevaron a hacer las cosas de ese modo?

Seguramente, si echamos la vista atrás, encontraremos que los motivos por los que en ese momento elegimos esa opción eran los que nos parecieron que mejor solucionaban nuestros problemas en ese momento. Ahora sólo podemos intentar aprender de ello, conocernos a nosotros mismos para no volver a cometer los mismos errores y, por supuesto, mejorar... Hay un proverbio que dice "los errores son oportunidades para crecer como persona". Aplícalo en tu vida.

4. Encuentra un sentido a tu vida.

Tener objetivos y metas en la vida nos permite afrontar los malos momentos. Saber que hay algo por lo que merecerá la pena seguir, nos da aliento para soportar las adversidades puesto que sabemos que cuando éstas terminen, podremos hacer aquello que anhelamos.

Si en este momento no tienes ningún deseo o meta a la vista, quizás estés dejando muchas posibles opciones fuera de tu cabeza. Si no se te ocurre nada, una de las cosas que pueden dar sentido a tu vida puede ser trabajar como voluntario ayudando a otras personas o luchar por una causa que creas justa. Realizar nuevos proyectos o ayudar a los demás pueden ser algunas de las cosas que pueden aportar sentido a nuestra vida. Sabrás que es algo que te aporta bienestar cuando decidas dedicar parte de tu tiempo a hacer eso por el mero placer de hacerlo.