‎¡Queridos ciudadanos de Rusia! ¡Queridos amigos!‎

Hoy pienso que es nuevamente necesario volver a abordar los trágicos acontecimientos que ‎tienen lugar en el Donbass y las cuestiones esenciales para garantizar la seguridad de Rusia ‎misma.
Putin
© Desconocido
Comenzaré por lo que dije en mi discurso del 21 de febrero de este año. Hablo de algo que ‎nos preocupa particularmente, de las amenazas fundamentales que, de año en año, etapa por ‎etapa, han sido creadas, de manera flagrante y sin ceremonias, año tras año, por los políticos ‎irresponsables de Occidente contra nuestro país. Me refiero a la expansión del bloque de ‎la OTAN hacia el este, que acerca su infraestructura militar a las fronteras de Rusia. ‎

Es bien conocido que, desde hace 30 años, tratamos con constancia y paciencia de alcanzar con ‎los principales países de la OTAN un acuerdo basado en los principios de una seguridad igual e ‎indivisible en Europa. En respuesta a nuestras proposiciones, nos hemos estrellado ‎constantemente contra engaños y cínicas mentiras o intentos de presión y de chantaje, mientras ‎que, al mismo tiempo, la Alianza del Atlántico Norte -a pesar de nuestras protestas y nuestras ‎preocupaciones- no cesa de ampliarse. La máquina de guerra está en marcha y, lo repito, ‎se acerca lo más posible a nuestras fronteras. ‎

‎¿Por qué sucede todo eso? ¿Por qué esta manera insolente de hablar[nos] desde una posición de ‎exclusividad, de infalibilidad y de permisividad? ¿De dónde viene esa actitud indiferente y ‎desdeñosa hacia nuestros intereses y nuestras demandas perfectamente legítimas?‎

La respuesta es clara. Todo es [para nosotros] claro y evidente. La Unión Soviética se debilitó, ‎a finales de los años 1980, antes de derrumbarse completamente. Toda la secuencia de ‎acontecimientos que se desarrollaron entonces es hoy una buena lección para nosotros. Mostró ‎de manera convincente que la parálisis del poder y de la voluntad es el primer paso hacia una ‎degradación total y una completa desaparición. Bastó que perdiéramos la confianza en nosotros mismos por ‎un momento y ahí está el resultado: se rompió el equilibrio de fuerzas en el mundo. ‎

Aquello condujo a que los tratados y acuerdos anteriores ya no se aplican en la práctica. ‎Los intentos de persuadir y los pedidos no sirven de nada. Todo lo que no conviene a los ‎poderosos, a quienes ostentan el poder, es declarado arcaico, obsoleto e inútil. Y, ‎por el contrario, todo lo que les parece ventajoso es presentado como la verdad suprema, ‎la que hay que imponer a cualquier precio, sin miramientos y por todos los medios. Y quienes ‎los contradicen son liquidados. ‎

Lo que estoy diciendo no sólo concierne a Rusia y no somos los únicos que tenemos esas ‎preocupaciones. Concierne también a todo el conjunto de las relaciones internacionales y ‎a veces incluso a los propios aliados de Estados Unidos. Después del derrumbe de la URSS ‎se inicio, efectivamente, una redistribución del mundo y las normas establecidas del Derecho ‎Internacional -y las principales, fundamentales- adoptadas al final de la Segunda Guerra Mundial ‎comenzaron a ser molestias para quienes se declararon vencedores de la guerra fría. ‎

Por supuesto, en la práctica, en las relaciones internacionales y en las reglas que las rigen ‎hay que tener en cuenta los cambios de la situación mundial y el equilibrio de fuerzas. ‎

Sin embargo, eso debería hacerse de manera profesional, sin choques, con paciencia, teniendo ‎en cuenta y respetando los intereses de todos los países y entendiendo cada uno su propia ‎responsabilidad. ‎

Pero no, hubo un estado de euforia nacida de su superioridad absoluta, una especie de ‎absolutismo moderno, además con un fondo de poco nivel de cultura general y de mucha arrogancia ‎de parte de quienes prepararon, adoptaron e impusieron las decisiones que sólo eran ‎provechosas para ellos mismos. La situación comenzó a evolucionar de una manera diferente. ‎

No hay que ir muy lejos para encontrar ejemplos. Primeramente, sin ninguna autorización del ‎Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, realizaron una sangrienta operación militar ‎contra Belgrado, utilizando aviones y misiles en pleno corazón de Europa. Hubo varias semanas ‎de constantes bombardeos contra ciudades e infraestructuras indispensables para la vida. ‎Tenemos que recordar esos hechos porque a ciertos colegas occidentales no les gusta acordarse ‎de aquellos acontecimientos y, cuando los mencionamos, prefieren señalar con el dedo no las ‎normas del Derecho Internacional sino circunstancias que ellos interpretan a su manera.

Vino después el turno de Irak, de Libia y de Siria. El uso ilegítimo de la fuerza militar contra Libia ‎y la tergiversación de todas las decisiones del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas sobre la ‎cuestión libia condujeron a la destrucción total del Estado [libio], a la creación de un inmenso foco ‎de terrorismo internacional y al hundimiento del país en un desastre humanitario y en el abismo de ‎una larga guerra civil que aún continúa. La tragedia que condenó a cientos de miles, a millones ‎de personas, no sólo en Libia sino en toda la región, provocó una migración masiva desde ‎el norte de África y el Medio Oriente hacia Europa. ‎

A Siria se le había reservado un destino similar. La acción militar de la coalición occidental en ‎ese país, sin consentimiento del gobierno sirio y sin autorización del Consejo de Seguridad de las ‎Naciones Unidas, no es otra cosa que una agresión, una intervención. ‎

Pero la invasión de Irak también tiene un lugar prominente en esta lista, [invasión] por supuesto ‎sin ninguna base jurídica. El pretexto era que Estados Unidos disponía supuestamente de ‎información confiable sobre la existencia de armas de destrucción masiva en Irak. Para ‎demostrarlo públicamente ante el mundo entero, el secretario de Estado estadounidense agitó ‎una especie de tubo que contenía un polvo blanco, asegurando a todo el mundo que aquello era ‎un arma química desarrollada en Irak. Y luego resultó que todo era una manipulación, un engaño. ‎No había armas químicas en Irak. Increíble, sorprendente, pero los hechos siguen siendo hechos. ‎Hubo mentiras proferidas al más alto nivel del Estado y desde lo alto de la tribuna de la ONU. ‎El resultado fue que hubo enormes pérdidas humanas, destrucción y un increíble avance del ‎terrorismo. ‎

De una manera general, parece que casi en todas partes, en numerosas regiones del mundo, allí ‎donde Occidente viene a instaurar su orden, deja heridas sangrientas, que no cicatrizan, las llagas ‎del terrorismo internacional y del extremismo. Todos los ejemplos que he mencionado antes son ‎los más flagrantes, pero están lejos de ser los únicos ejemplos de desprecio del Derecho ‎Internacional. ‎

Eso incluye la promesa que se hizo a nuestro país de no extender la OTAN "ni una pulgada hacia ‎el este". Una vez más, nos engañaron o, en lenguaje popular, simplemente nos estafaron. Sí, ‎se suele oír decir que la política es una ocupación sucia. Puede ser, pero no tan sucia como eso, ‎no a ese extremo. Después de todo, un comportamiento de jugador tramposo no sólo es ‎contrario a los principios de las relaciones internacionales sino sobre todo contradice las normas ‎de la moral y de la ética generalmente aceptadas. ¿Dónde están aquí la justicia y la verdad? ‎Sólo vemos mentiras e hipocresía. ‎

Por cierto, los políticos, los analistas políticos y los periodistas estadounidenses ellos mismos ‎escriben y dicen que en estos últimos años un verdadero «Imperio de la Mentira» se ha creado ‎en Estados Unidos. Es difícil no estar de acuerdo con eso. Eso es cierto. Pero, digámoslo, ‎a pesar de ello Estados Unidos sigue siendo un gran país, una potencia en la base de un sistema. ‎

No todos sus satélites se limitan a aprobar dócilmente, a asentir, a repetir en coro ‎‎[las posiciones de Estados Unidos] en cada ocasión sino que también copian su comportamiento ‎y aceptan con entusiasmo las reglas que [Estados Unidos] les propone. Con razón puede decirse ‎que el conjunto del llamado «bloque occidental», que Estados Unidos ha conformado a ‎su imagen y semejanza, es ese mismo «Imperio de la Mentira». ‎

En cuanto a nuestro país, después del derrumbe de la URSS, a pesar de la apertura ‎sin precedente de la nueva Rusia moderna y de su voluntad de trabajar honestamente con ‎Estados Unidos y con otros socios occidentales, en condiciones de desarme realmente unilateral, ‎ellos [Occidente] inmediatamente trataron de hundirnos, de darnos el tiro de gracia y de ‎destruirnos definitivamente. Exactamente eso fue lo que sucedió en los años 1990 y a principio ‎de los años 2000, cuando el supuesto Occidente colectivo apoyó activamente el separatismo y ‎las bandas de mercenarios en el sur de Rusia. ¡Cuántos sacrificios y cuántas pérdidas nos costó ‎eso! ¡Cuántas pruebas tuvimos que vencer antes de lograr por fin romperle el espinazo al ‎terrorismo internacional en el Cáucaso! ‎

Lo recordamos y no lo olvidaremos nunca. ‎

En realidad, hasta hace poco, los intentos de utilizarnos para sus intereses, de destruir nuestros ‎valores tradicionales y de imponernos sus falsos valores -que nos corroerían, a nosotros, a ‎nuestro pueblo desde adentro- no han cesado. Esas actitudes ya las imponen agresivamente en ‎sus propios países y llevan directamente a la degradación y la degeneración ya que son contrarias ‎a la misma naturaleza humana. Eso no sucederá [aquí], eso nunca ha funcionado para nadie. Y ‎ahora tampoco va a funcionar. ‎

A pesar de todo eso, en diciembre de 2021, nosotros tratamos una vez más de llegar a un ‎acuerdo con Estados Unidos y sus aliados sobre los principios de la seguridad en Europa y la ‎no ampliación de la OTAN. La posición de Estados Unidos no ha cambiado. No consideran que ‎sea necesario llegar a un acuerdo de paz con Rusia sobre esa cuestión esencial para nosotros. ‎Persiguen sus propios objetivos y no tienen en cuenta nuestros intereses. ‎

Y, por supuesto, ante esta situación nosotros nos preguntamos: ¿Qué hacer ahora? ‎‎¿Qué podemos esperar? ‎

La historia nos enseña que, en 1940 y al principio de 1941, la Unión Soviética trató de impedir o ‎al menos de retrasar el estallido de la guerra. En aras de lograrlo sobre todo hay que tratar, ‎literalmente hasta el último minuto, de no provocar al potencial agresor, de no tomar -e incluso ‎posponer- las medidas más necesarias y más evidentes para prepararse a rechazar un ataque ‎inevitable. Y las medidas que finalmente se tomaron fueron desastrosamente tardías. ‎

Como consecuencia de ello, el país no estaba preparado para enfrentar la invasión de la ‎Alemania nazi, que atacó nuestra Patria, sin declaración de guerra, el 22 de junio de 1941. ‎Se logró detener al enemigo y luego aplastarlo, pero a un costo colosal. El intento de complacer ‎al agresor antes de la Gran Guerra Patria fue un error que costó muy caro a nuestro pueblo. ‎En los primeros meses de combate perdimos extensos territorios estratégicamente importantes y ‎millones de vidas. Ese error no vamos a cometerlo por segunda vez, no tenemos derecho ‎a ello. ‎

Quienes aspiran a la dominación mundial declaran públicamente, con toda impunidad y -así ‎lo subrayo- sin ninguna justificación, que nosotros, Rusia, somos su enemigo. En efecto, ellos ‎disponen hoy de importantes capacidades financieras, científicas, tecnológicas y militares. ‎Estamos conscientes de ello y evaluamos objetivamente las amenazas que se oyen ‎constantemente contra nosotros en el sector de la economía, así como nuestra propia capacidad ‎para resistir a ese chantaje impúdico y permanente. Repito, los evaluamos sin ilusiones y ‎de manera extremadamente realista. ‎

En el ámbito militar, la Rusia moderna, incluso después del derrumbe de la URSS y de haber ‎perdido gran parte de su potencial, es hoy una de las potencias nucleares más importantes ‎del mundo y dispone además de ventajas comprobadas en cierto número de armas avanzadas. ‎En ese sentido, nadie debe dudar que un ataque directo contra nuestro país se traduciría en una ‎derrota y en consecuencias desastrosas para todo agresor potencial. ‎

Sin embargo, la tecnología -incluso en materia de defensa- evoluciona rápidamente. El liderazgo ‎en ese sector ha cambiado y cambiará de manos [con frecuencia]. Pero el acondicionamiento ‎militar de los territorios adyacentes a nuestras fronteras -si lo permitimos- continuará por ‎décadas, quizás incluso por siempre, y será una amenaza cada vez más grande y totalmente ‎inaceptable para Rusia. ‎

Ya en este momento, mientras que la OTAN se extiende hacia el este, la situación de nuestro ‎país se agrava y se hace cada año más peligrosa. Además, en estos últimos días, los dirigentes ‎de la OTAN han hablado explícitamente de la necesidad de acelerar, de forzar la infraestructura de ‎la alianza hasta las fronteras de Rusia. En otros términos, están reforzando su posición. ‎No podemos limitarnos a sólo ver lo que está sucediendo. Eso sería completamente ‎irresponsable de nuestra parte. ‎

La continuación de la expansión de la infraestructura de la Alianza del Atlántico Norte y el ‎acondicionamiento militar del territorio de Ucrania son inaceptables para nosotros. El problema, ‎por supuesto, no es la organización de la OTAN en sí -esta es sólo un instrumento de la política ‎exterior estadounidense. ‎

El problema es que en los territorios adyacentes al nuestro -y quiero resaltarlo, nuestros ‎territorios históricos- se está creando una "anti-Rusia" enemiga, bajo un control exterior total, ‎que es intensivamente colonizada por las fuerzas armadas de los países de la OTAN y nutrida ‎hasta reventar con el armamento más moderno. ‎

Para Estados Unidos y sus aliados, se trata de una política que llaman de «contención» de Rusia, ‎con un dividendo político evidente. Para nuestro país es, a fin de cuentas, una cuestión de vida ‎o muerte, la cuestión de nuestro porvenir histórico como Nación. Y esto no es una exageración. ‎Es simplemente así. Se trata de una amenaza real, no sólo para nuestros intereses sino también ‎para la existencia misma de nuestro Estado y su soberanía. Es la línea roja que se ha mencionado ‎repetidamente. Ellos la han cruzado. ‎

En ese contexto, [volvamos a] la situación en el Donbass. Comprobamos que las fuerzas que ‎dieron el golpe de Estado en Ucrania, en 2014, se apoderaron del poder y que lo han ‎conservado a través de procesos electorales esencialmente decorativos, se han negado ‎definitivamente a resolver el conflicto por la vía pacífica. Durante 8 años -ocho años ‎infinitamente largos- hemos hecho todo lo posible para que la situación se resolviera por vías ‎pacíficas y políticas. ‎

Ha sido en vano. ‎

Como ya lo dije en mi alocución anterior, es imposible mirar lo que allí sucede sin sentir ‎compasión. Ya era simplemente imposible tolerarlo. Hay que parar de inmediato esa pesadilla -‎el genocidio contra los millones de personas que viven allí. Su única esperanza es [la ayuda de] ‎Rusia. Su única esperanza somos ustedes y yo. Son esas aspiraciones, esos sentimientos y ese ‎dolor de esa gente lo que nos ha llevado a tomar la decisión de reconocer las Repúblicas ‎Populares del Donbass. ‎

Hay algo que creo importante subrayar. Los principales países de la OTAN, con tal de alcanzar ‎sus propios objetivos, apoyan en Ucrania a los ultranacionalistas y los neonazis, quienes -‎a su vez- nunca perdonarán a los habitantes de Crimea y Sebastopol su libre decisión de ‎reunificarse con Rusia. ‎

Ellos [los ultranacionalistas y los neonazis] tratarán, por supuesto, de infiltrarse en Crimea, como ‎lo hicieron en el Donbass, para imponer allí la guerra y matar gente indefensa. Como antes ‎lo hicieron bandas punitivas de nacionalistas ucranianos, los colaboradores de Hitler durante la ‎Gran Guerra Patria. Ellos declaran abiertamente que reclaman cierta cantidad de otros territorios ‎de Rusia. ‎

El conjunto del desarrollo de los acontecimientos y el análisis de las informaciones que nos llegan ‎muestran que el enfrentamiento entre Rusia y esas fuerzas es inevitable. Sólo es cuestión de ‎tiempo. Están preparándose y esperan el momento oportuno. Ahora están reclamando también la ‎posesión de armas nucleares. Nosotros no permitiremos que eso suceda. ‎

Como dije anteriormente, Rusia aceptó las nuevas realidades geopolíticas después del derrumbe ‎de la URSS. Respetamos y seguiremos respetando todos los países nuevamente formados en el ‎espacio postsoviético. Respetamos y seguiremos respetando la soberanía de esos países y un ‎ejemplo de ello es la ayuda que acabamos de aportar a Kazajastán, que se vio confrontado a ‎acontecimientos trágicos y desafíos para su condición de Estado y su integridad misma. Pero ‎Rusia no puede sentirse segura, no puede desarrollarse, no puede existir con una amenaza ‎constante emanada de la actual Ucrania. ‎

Permítanme recordar a ustedes que en 2000-2005 respondimos militarmente a los terroristas en ‎el Cáucaso, defendimos la integridad de nuestro Estado y preservamos a Rusia. En 2014, ‎nosotros apoyamos a la población de Crimea y de Sebastopol. En 2015, utilizamos nuestras ‎fuerzas armadas para establecer una barrera segura ante las infiltraciones de terroristas ‎desde Siria hacia Rusia. No teníamos ningún otro medio para defendernos.‎

Lo mismo está sucediendo ahora. Ustedes y yo no hemos tenido simplemente otra posibilidad ‎para defender Rusia, para defender a nuestro pueblos, que la que nos veremos obligados a ‎utilizar hoy. ‎

Las circunstancias nos obligan a actuar de manera decisiva e inmediata. Las Repúblicas Populares ‎del Donbass han solicitado la ayuda de Rusia. ‎

En ese sentido, de conformidad con el Artículo 51 del Capítulo 7 de la Carta de las Naciones ‎Unidas, con la autorización del Consejo de la Federación Rusa y de conformidad con los tratados ‎de amistad y de asistencia mutua con las Repúblicas Populares de Donetsk y de Lougansk, ‎ratificados por la Asamblea Federal el 22 de febrero de este año, he tomado la decisión de ‎realizar una operación militar especial. ‎

Su objetivo es proteger a las personas que se han visto sometidas a abusos, a un genocidio por el ‎régimen de Kiev durante 8 años. Y, con ese fin, apuntaremos a desmilitarizar y desnazificar ‎Ucrania, a llevar ante la justicia a todos aquellos que han cometido sangrientos crímenes ‎contra civiles, incluyendo ciudadanos de la Federación Rusa. ‎

Al mismo tiempo, nuestros planes no incluyen la ocupación de territorios ucranianos. Nosotros ‎no tenemos intenciones de imponer nada a nadie por la fuerza. Simultáneamente, en los últimos ‎tiempos oímos cada vez más a menudo en Occidente que los documentos firmados por el régimen ‎totalitario soviético -[documentos] que consagran los resultados de la Segunda Guerra Mundial- ‎no deberían seguir aplicándose. ¿Qué se puede responder a eso? ‎

El final de la Segunda Guerra Mundial es sagrado, al igual que los sacrificios de nuestro pueblo en ‎el altar de la victoria sobre el nazismo. Pero eso no contradice los altos valores de los derechos ‎humanos y de las libertades, basados en las realidades de las décadas de postguerra. Eso no anula ‎tampoco el derecho de las naciones a la autodeterminación, consagrada en el primer artículo de ‎la Carta de las Naciones Unidas. ‎

Permítanme ustedes que les recuerde que en el momento de la fundación de la URSS, ni después ‎de la Segunda Guerra Mundial, nadie preguntó nunca a los habitantes de los territorios que ‎conforman la actual Ucrania cómo querían organizar su vida. Nuestra política se basa en la ‎libertad de opciones para cada cual determinar su propio futuro y el de sus hijos. Y pensamos ‎que es importante que todos los pueblos que viven en el territorio de la Ucrania actual, todos ‎los que así lo deseen, puedan ejercer ese derecho: el derecho de escoger. ‎

En ese sentido, lanzo también un llamado a los ciudadanos de Ucrania. En 2014, Rusia tenía la ‎obligación de proteger a los habitantes de Crimea y de Sebastopol contra esos que ‎ustedes mismos llaman «nazis de baja ralea». Los habitantes de Crimea y de Sebastopol ‎optaron por estar con su Patria histórica, con Rusia, y nosotros los apoyamos entonces. Tengo ‎que repetirlo, simplemente no podíamos dejar de hacerlo.‎

Los acontecimientos actuales no apuntan a perjudicar los intereses de Ucrania ni del pueblo ‎ucraniano. Se trata de proteger a Rusia misma contra quienes han tomado a Ucrania como ‎rehén y tratan de utilizarla contra nuestro país y contra su pueblo. ‎

Una vez más, nuestras acciones son un acto de autodefensa frente a las amenazas que se ciernen ‎sobre nosotros y frente a una calamidad más grande aún que la que hoy tiene lugar. Por muy ‎difícil que sea, pido a ustedes que así lo entiendan y llamo a la cooperación para que podamos ‎pasar esta trágica página lo más rápidamente posible y avanzar juntos, sin permitir a nadie ‎inmiscuirse en nuestros asuntos, en nuestras relaciones sino construyéndolas de manera ‎independiente, para crear las condiciones que se necesitan para sobreponernos a todos ‎los problemas y, a pesar de nuestras fronteras estatales, fortalecernos desde adentro como ‎entidad unida. Yo creo en ello, es nuestro futuro. ‎

Tengo que dirigirme también a los militares de las fuerzas armadas de Ucrania. ‎

‎¡Queridos camaradas! Los padres, abuelos, tatarabuelos de todos ustedes combatieron a ‎los nazis en su época, defendiendo nuestra Patria común. No lo hicieron para que hoy vengan ‎los neonazis a tomar el poder en Ucrania. Ustedes han prestado un juramento al pueblo ‎ucraniano, no a la junta antipopular que saquea Ucrania y maltrata a ese mismo pueblo. ‎

‎¡No sigan las órdenes criminales [de esa junta]! Os llamo a deponer las armas inmediatamente y a ‎regresar a vuestras casas. Seamos claros, todos los miembros del ejército ucraniano que sigan ‎este llamado podrán salir de la zona de guerra sin dificultades y regresar junto a sus familias. ‎

Permítanme insistir una vez más. Toda la responsabilidad de un eventual derramamiento de sangre ‎caerá totalmente sobre la conciencia del régimen en el poder en el territorio de Ucrania. ‎

Ahora, unas palabras importantes, muy importantes para quienes pudiesen verse tentados desde ‎el exterior a interferir en los acontecimientos en desarrollo. Quienquiera que trate de interferir ‎con nosotros o trate de poner en peligro nuestro país y nuestro pueblo debe saber que ‎la respuesta de Rusia será inmediata y os conducirá a consecuencias como nunca habéis confrontado ‎en vuestra historia. Estamos dispuestos a enfrentar cualquier tipo de desarrollo de los ‎acontecimientos. ‎

Se han tomado todas las decisiones necesarias para ello. ‎

Espero que seré escuchado. ‎