En los primeros meses de este año, el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, visitó varios países asiáticos, especialmente Japón y Corea del Sur, destacando la importancia de que la Alianza Atlántica trabaje en estrecha colaboración con la región Indopacífica.

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© US Navy / Huey D. Younger Jr.Buques de la Armada de EEUU en el mar de China Meridional.
Con este motivo, Stoltenberg también dejó claro que la OTAN ve con preocupación el acercamiento entre Rusia y China en los últimos tiempos, y que Pekín ha llegado a representar un desafío y una amenaza para los valores, intereses y seguridad de los países de la OTAN.

Acusando a China de no creer en la "democracia" ni en la "libertad de expresión", Stoltenberg también expresó su preocupación por el aumento de las inversiones militares chinas, incluso en nuevos misiles de largo alcance que podrían alcanzar territorio de la OTAN.

Cabe recordar que EEUU, el Estado líder de la OTAN, ya había restablecido en 2017 el Diálogo Cuadrilateral de Seguridad (Quad) en Asia-Pacífico, que incluye a Australia, la India y Japón, una medida destinada a frenar la posición de China en la región. La vieja política estadounidense de contención, antes centrada en Rusia, tiene ahora un nuevo objetivo en Asia.

Todas estas cuestiones recientes hacen pensar que la OTAN está pensando por fin en globalizarse en un futuro próximo. Ahora, según la "política de puertas abiertas" de la organización, mientras un país cumpla ciertos criterios relacionados con aspectos económicos, militares y políticos, no hay nada que le impida ser miembro de la Alianza, ni siquiera su ubicación geográfica en el globo.

Lo cierto es que el panorama que vemos hoy es el resultado de la percepción de que Occidente fue el "vencedor" de la Guerra Fría y, por tanto, a los vencedores se les permite todo. De hecho, cuando muchos imaginaban que la OTAN dejaría de existir en los años noventa debido a la ausencia de la "amenaza soviética", la Alianza demostró su capacidad de resistencia y empezó a intervenir activamente en regiones que antes quedaban fuera de su ámbito original, como en el caso de los Balcanes y Europa Oriental.

Luego le llegaría el turno a la OTAN de intervenir en el norte de África y Oriente Medio en la década de 2000, aduciendo que los focos de inestabilidad política de estas regiones representaban una amenaza para la seguridad y estabilidad de la propia Alianza. ¿Alguien ve una similitud con el reciente discurso de Stoltenberg?

Como ya decían los norteamericanos en 1997, la OTAN, que se creó para proteger a Europa Occidental, debería hacer lo mismo con el este. Por eso, basándose en este mismo razonamiento, la OTAN está ampliando cada vez más su área de actuación por todo el mundo.

Con la justificación de que la Alianza solo se estaba adaptando a las nuevas exigencias de la seguridad internacional, Washington dejó claro que la OTAN representaba el principal pilar de la implicación norteamericana en Europa, así como en otras regiones del globo.

Rusia y China, por su parte, expresaron ya a finales de los años noventa su preocupación por los intentos de Occidente de ampliar y reforzar los bloques militares, en clara alusión al proyecto de expansión de la OTAN, que amenazaba con rodear algún día aún más a ambos países.

Estas sospechas se verían reforzadas por varios acontecimientos a lo largo de la década de 2000. En el caso de China, el "pivote hacia Asia" anunciado durante la presidencia de Barack Obama (2009-2017), así como el restablecimiento de la Quad en 2017, representaron un intento estadounidense de contener el crecimiento y la influencia chinos en Asia-Pacífico; para Rusia, la expansión de la OTAN en el contexto de la posguerra fría y las sanciones aplicadas al país a partir de 2014 representaron un intento de contener la influencia rusa en el espacio postsoviético.

No por casualidad, China y Rusia llegaron a condenar con frecuencia las políticas unilaterales y provocadoras de Estados Unidos tanto en Asia como en Europa.

Como reacción a estas maniobras de los estadounidenses y de la OTAN en el mundo provocaron que Rusia, por un lado, invierta en sistemas militares y balísticos de alta tecnología, mientras que China, por otro, también aumentó su gasto militar y modernizó su Ejército; dada la escalada del actual conflicto en Ucrania, así como la firme retórica china en defensa de sus intereses en relación con Taiwán y el mar de la China Meridional, ambos países demostraron que ya no aceptarán la injerencia de potencias extranjeras en sus zonas de influencia.

En la actualidad, Rusia y China comprenden la amenaza que suponen los intentos de Estados Unidos y la OTAN de cercar lados opuestos de la masa continental euroasiática. Washington, en este caso, sigue aplicando el pensamiento geopolítico británico de principios del siglo XX.

Como reflexionó el geógrafo británico Halford Mackinder en 1904, Eurasia es un territorio esencial para cualquier potencia que pretenda emprender un proyecto de dominación mundial. No por casualidad, en aquella época, el Gobierno británico vio la necesidad de impedir — por todos los medios — una unión entre Alemania y Rusia, ya que ello favorecería la supremacía del poder terrestre (continental) y euroasiático sobre el poder marítimo británico.

Actualmente, este objetivo de política exterior lo llevan a cabo los estadounidenses. Por ello, los Estados y la OTAN (como declaró Stoltenberg) ven con preocupación los movimientos de acercamiento entre China y Rusia durante la década de 2000. Son precisamente estos dos actores los que han actuado como principales impulsores de la integración regional en Eurasia y de su consolidación como un polo fuerte e independiente en las relaciones internacionales, lo que no deja de causar gran aprensión en Occidente.

Por último, Putin siempre ha criticado el proceso de ampliación de la OTAN, al considerar que la Alianza suponía una amenaza para la seguridad de Rusia; en la práctica, se trataba de una "militarización no deseada" en torno a las fronteras rusas y una continuación de la "infame política de contención" de Occidente llevada a cabo durante siglos contra el país.

Los procesos a los que asistimos hoy constituyen una amplificación de esta política de contención, dirigida ahora no sólo al "estrangulamiento" de Rusia, sino también de China. En un intento de impedir la consolidación de Eurasia como centro de poder influyente en el mundo multipolar, Estados Unidos y la OTAN optan por exportar el escenario de inestabilidad política resultante de sus acciones en Europa, esta vez a la región de Asia-Pacífico. En la práctica, se trata del nacimiento de un proyecto de expansión global de la OTAN para contener a Eurasia bajo el liderazgo chino-ruso.