Traducido por el equipo de SOTT.net

¿De verdad podría existir este monstruo legendario?
Mokele-mbembe cryptoziod creature
© CopyrightMokele-Mbembe, término originario de la lengua lingala de la República Democrática del Congo, se traduce vagamente como "el que detiene el flujo de los ríos", que es donde supuestamente reside esta criatura.
A pesar de la falta de pruebas, la posible existencia de criaturas legendarias como el monstruo del lago Ness y Bigfoot ha despertado la curiosidad humana durante siglos. Pero hay otro antiguo críptido menos conocido para el mundo occidental cuyos avistamientos también se remontan a siglos atrás, sumidos en el folclore.

Se dice que esta bestia parecida a un dinosaurio se asemeja a un robusto saurópodo de cuello largo. Vaga por los pantanos y ríos de la cuenca del Congo, en África Central, según contaron los bantúes a los exploradores europeos a principios del siglo XX. Se cree que tiene "un tamaño intermedio entre el de un hipopótamo o un rinoceronte y el de un elefante".

Se le conoce como mokele-mbembe.

Y, tras un siglo de disminución de informes sobre la bestia, los avistamientos vuelven a aumentar, según National Geographic. Entonces, ¿podría de verdad existir el dinosaurio del Congo o se trata de un caso clásico de confusión de identidades, como suele ocurrir con los críptidos?

El Mokele-mbembe se dio a conocer al público europeo en una época en la que era popular la tormenta perfecta de tropos relacionados con África, monstruos y dinosaurios, explica el doctor Darren Naish, que trabaja como paleozoólogo y estudia animales como dinosaurios, pterosaurios y reptiles marinos. La idea de que África podía albergar monstruos prehistóricos cobró fuerza gracias a la popularidad de obras de ficción como el libro de Henry Francis de 1908 The Last Haunt of the Dinosaur (El último refugio del dinosaurio) y el libro del zoólogo Carl Hagenbeck Beasts and Men (Bestias y hombres), publicado en 1909.

Mokele-Mbembe cryptozoid animal congo
© Charles Robert Knight/Public DomainMokele-Mbembe
Para entonces, las especies que vivían en las selvas tropicales africanas habían cautivado la imaginación occidental. Entre 1909 y 1910, el presidente Teddy Roosevelt dirigió una expedición por el África tropical (financiada por el magnate del acero Andrew Carnegie y patrocinada por el Instituto Smithsonian) en la que cazó y recogió especímenes para lo que hoy se conoce como el Museo Nacional de Historia Natural de Washington D.C. Además, esqueletos de dinosaurios saurópodos gigantes, como el Diplodocus y el Brontosaurus, fueron apareciendo en famosos museos.

Muchas historias y programas de televisión (a menudo escritos por estadounidenses o europeos) siguen perpetuando la idea de que se pueden encontrar estos misteriosos críptidos yendo al Congo. Además, películas como Baby: El secreto de la leyenda perdida y Parque Jurásico sugieren que los dinosaurios podrían vivir entre los humanos. Y los que quieren descubrir el mokele-mbembe siguen creyendo en la posibilidad de descubrir una criatura prehistórica viva.

"[Los europeos] veían esta parte de África como una región 'primitiva' habitada por personas a las que la civilización, si no la propia evolución, había dejado atrás", escribió en 2019 Edward Guimont, profesor adjunto de Historia Universal en el Bristol Community College de Fall River (Massachusetts), para Contingent, una revista de Historia sin ánimo de lucro. "Parte de la misión civilizadora europea, por lo tanto, fue 'descubrir' e identificar a sus criaturas legendarias para ellos".

Por ejemplo, la primera vez que el público británico vio un okapi fue en 1901, cuando Sir Harry Johnson, gobernador de la recién creada colonia de Uganda, en África Central, lo envió a la Sociedad Zoológica de Londres para su exhibición. No se parecía a nada que los europeos hubieran visto antes, como un cruce entre una cebra y una jirafa. Los académicos británicos lo llamaron "unicornio africano". En realidad, el okapi en sí no tenía nada de nuevo o exótico; los habitantes de África Central lo conocían desde hacía milenios.

"Incluso entonces, los hechos africanos eran mucho menos atractivos que los 'descubrimientos' europeos", escribió Guimont. "Si había un unicornio esperando a ser descubierto por los exploradores eruditos, ¿qué más podía haber?".

Eso puede explicar por qué gran parte de la tradición real e incluso de los avistamientos del mokele-mbembe se originaron en una tradición de ver animales que realmente existen, pero que se identifican erróneamente como criaturas fantásticas.

La posibilidad de que los dinosaurios vivieran en África Central entusiasmaba a los zoólogos románticos y a los criptozoólogos (los que buscan o estudian especies legendarias o desconocidas, como los críptidos) porque daba para una buena historia, dice Loren Coleman, director del Museo Internacional de Criptozoología de Portland, Maine. "Mi sensación de esos cuentos es que podría haber habido algunos avistamientos de lo que creo que podrían haber sido rinocerontes acuáticos, un animal mucho más contemporáneo".

Los expertos creen además que los avistamientos de críptidos como el mokele-mbembe pueden reducirse a ilusiones o a avistar especies por descubrir (al menos para los europeos), lo que puede llevar a la creación de una leyenda. "Muchas criaturas supuestamente vistas en una zona determinada se 'ven' porque la gente las espera en esa zona", afirma Naish.

Los primeros avistamientos del hipopótamo pigmeo, por ejemplo, se reportaron como un cerdo o cerdo gigante no identificado. Dado que la cuenca del Congo es una selva tropical en gran parte inexplorada, Coleman sugiere que cuando la gente sale a explorar en un estado mental misterioso y avistan una nueva criatura no identificada, asumen que tiene que ser algo antiguo, como un dinosaurio. Pero eso va en contra de la lógica, afirma.

"La gente se pone anteojeras y olvida que puede toparse con nuevas especies", dice Coleman. Los avistamientos misteriosos pueden ser reptiles, grandes rinocerontes u otras criaturas acuáticas que el explorador simplemente desconoce. Es probable que muchas personas que han afirmado avistar el mokele-mbembe, sobre todo las que no son de la región, no estén familiarizadas con la flora y la fauna.

Los avistamientos recientes pueden explicarse por la deforestación de la cuenca del Congo, que está sacando a las criaturas de sus hábitats y exponiendo el terreno a un ritmo alarmante. Entre 2002 y 2023, la República Democrática del Congo perdió casi el 10% de su cubierta arbórea y el 6,6% de su bosque primario húmedo, según Global Forest Watch.

Algunos relatos de una criatura parecida a una versión antigua de un saurópodo avistada casi sumergida en un lago suenan como si hubieran sido una observación de tortugas de caparazón blando o de grandes serpientes, de las que se dice que habitan la región, según Naish.

Además, la idea de que el mokele-mbembe sea un dinosaurio saurópodo vivo lo convierte en el ejemplo perfecto de lo que se conoce como "paradigma del superviviente prehistórico", afirma Naish. Esta idea, popular en la literatura criptozoológica, sugiere que animales conocidos sólo por registros fósiles han sobrevivido hasta el presente y explican los relatos de monstruos.

"La idea de animales gigantes no descubiertos en una región supuestamente poco explorada es tremendamente excitante", afirma Naish. "Si suponemos que el mokele-mbembe es real, su descubrimiento sería sensacional, uno de los hallazgos zoológicos más significativos de la historia".