Traducido por el equipo de Sott.netOccidente se enfrenta a una crisis sistemática tanto económica como social y parece no tener más soluciones que más impresión de dinero y guerra. Ninguna de las dos cosas ayudará.
Mientras la mayor parte de la atención mundial se centra en Ucrania, en Sri Lanka están ocurriendo acontecimientos que deberían alarmar a todo el mundo. Sri Lanka es una pequeña nación insular independiente situada frente al extremo sur de la India. Relativamente insignificante en el contexto mundial, puede resultar ser el
"canario en la mina de carbón" que presagia una crisis global y económica más amplia. Este país, que lleva mucho tiempo corrompido y mal gestionado, ha anunciado que
no puede seguir cumpliendo con sus obligaciones de deuda internacional. Como tantos otros, Sri Lanka fue devastada por la covid, sin turismo ni comercio carece de las divisas esenciales para pagar su deuda. Con unos 56.000 millones de dólares de deuda externa se ha visto obligada a volver al FMI para solicitar más préstamos para pagar las importaciones de alimentos, energía y medicinas.
El caos y los disturbios se extienden por todo el país y el lunes el Primer Ministro Majinda Rajapaska dimitió. La dimisión no logró sofocar los disturbios y los manifestantes también exigen que el Presidente, Gotabaya Rajapaska, hermano del anterior Primer Ministro, también dimita. El martes 10,
el gobierno ordenó a las tropas disparar a cualquiera que saquee la propiedad pública. También ordenó a miles de efectivos del Ejército, la Marina y la Fuerza Aérea que patrullaran las calles de Colombo, la capital. Se informa de que hay ocho muertos y más de doscientos heridos. Las casas de los Rajapaskas y de otros ministros fueron incendiadas. No es la primera crisis económica del país, pero es con mucho la peor, y la población, asediada desde hace tiempo, ha llegado al borde del colapso. Hay escasez de todo, la inflación es galopante y el sistema sanitario se ha venido abajo. Entra el FMI.
El FMI, como siempre, tiene un plan para estas situaciones. La reforma estructural, que suele implicar la aportación de dinero para que los intereses de la deuda puedan seguir siendo pagados, aunque nunca lo sean. También
implicará el recorte de cualquier gasto gubernamental en servicios esenciales y la privatización de cualquier activo público restante. Como podemos imaginar, ninguna de estas medidas será popular entre
la gente que, como siempre, será la que más sufra. No es que las preocupaciones de los ciudadanos de a pie preocupen al FMI o a la clase inversora que representa. El servicio de la deuda debe ser siempre antes de que el pueblo coma. Estas son las reglas del "orden basado en normas".
Si el colapso económico y social que se está produciendo en Sri Lanka fuera un problema aislado, Occidente podría limitarse a mirar, como ha hecho muchas veces en el pasado, y considerarlo como más pornografía de la pobreza en el tercer mundo. Sin embargo, no es un incidente aislado, es sólo la primera ficha de dominó que cae en lo que será una crisis global mucho más amplia. El Banco Mundial ha advertido que hay más de
sesenta países en una situación de peligro similar a la de Sri Lanka. Uno de ellos, por cierto, es Ucrania.
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