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En el mundo capitalista desarrollado hay básicamente tres formas de financiar y proveer los servicios médicos a la población a nivel de todo el Estado. Uno, que se conoce como el Servicio Nacional de Salud
(National Health Service), donde la mayoría de la financiación es pública y la provisión de los servicios es también pública. El segundo modelo es el Seguro Nacional de Salud
(National Health Insurance), donde la financiación es pública (a través de un sistema de aseguramiento público) y la provisión de servicios es privada. Y, finalmente, el tercer sistema es el que es financiado privadamente (que se realiza predominantemente a través de aseguramiento privado, siendo las compañías de seguro privadas las que gestionan el sistema sanitario), y en el que la provisión de servicios es también privada. En este modelo, a diferencia de los dos anteriores,
la acumulación de beneficios empresariales de carácter privado juega un papel determinante en la configuración del sistema sanitario.
Este modelo, que ha sido promovido activamente por el capital financiero (la banca y las compañías de seguros), tanto a nivel de cada país como a nivel internacional (con el apoyo activo del Banco Mundial y de la Organización Mundial de la Salud, altamente influenciada por el gobierno federal de EEUU), es el
modelo liberal (en terminología económica, neoliberal). Es también este modelo el que está siendo promovido por un gran número de economistas en temas sanitarios (de clara sensibilidad liberal) en España, muchos de ellos próximos a la banca.
Este modelo es el que existe en EEUU, y es, a todas luces, el sistema más caro (EEUU es el país que se gasta más en sanidad en el mundo, un 17% del PIB),
más impopular (el 64% está insatisfecho con la manera como se financia y organiza el sistema sanitario),
más ineficiente (el 40% de histerectomías, el 48% de operaciones de cateterismo cardíaco y bypass, el 28% de angiografías, el 40% de angioplastias y el 12% de intervenciones de cataratas son innecesarias)
y más inhumano (el 32% de personas que se están muriendo, es decir, que tienen enfermedades terminales, indican estar preocupadas de cómo ellas o sus familiares pagarán las facturas médicas).
Comentario: Los puntos presentados son interesantes, pero el autor parece tener cierta confianza en que Obama y Clinton alguna vez quisieron que este programa funcionara y que tan solo no pudieron hacerle frente a la élite corporativa de EEUU. La realidad parece ser algo diferente. Parecería más bien que estas personas (Clinton y Obama) simplemente son contratadas por el establishment estadounidense para dar la impresión de que sus intenciones son buenas (dar atención médica a todos, etc.), y para tergiversar las cosas lo suficiente como para conseguir que la gente piense que su esclavitud es la mejor opción que pueden recibir. El Obamacare parece, desde el inicio, un negocio redondo entre empresarios y aseguradoras médicas. Y Obama y Clinton solamente hacen el trabajo para el cual fueron contratados, casi como portavoces de relaciones públicas de estas empresas y otras..., y no parece que lo hagan a regañadientes, sino con todo el gusto de recibir las enormes ganancias que reciben de su parte.
Con respecto a Trump, el no estar a favor de estas reformas podría ser una buena señal, pero aún se debe esperar a ver cuál será la propuesta de su gabinete con respecto a la atención médica de los estadounidenses.