Traducido para Rebelión por Paco Muñoz de Bustillo
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IntroducciónGrecia se enfrenta al sexto año de la peor crisis económica europea con un desempleo del 30 % (el 52 % en el caso de los jóvenes) que está deshaciendo su tejido social; el índice de suicidios se ha disparado y más del 80% de la población ha visto reducido su nivel de vida.Las relaciones familiares e intergeneracionales han quedado muy resentidas y las certezas anteriores han desaparecido.
Se producen protestas masivas a diario causadas por la incertidumbre, el miedo y la ira. Se han convocado más de una docena de huelgas generales en las que han participado desde escolares a octogenarios que luchan desesperadamente para conservar los últimos restos de dignidad y su supervivencia material.
La Unión Europea y sus colaboradores griegos saquean el tesoro público, liquidan el empleo, los salarios y las pensiones, ejecutan hipotecas de hogares y elevan los impuestos. Los presupuestos familiares se reducen a la mitad o la tercera parte de niveles anteriores.Cada vez es más habitual que tres generaciones convivan bajo el mismo techo, y a duras penas sobrevivan con las pensiones menguadas de los abuelos y algunos hogares están al borde de la miseria. La prolongada depresión capitalista -
que nunca acaba y sigue empeorando- ha provocado una profunda ruptura en el ciclo de vida y en las experiencias vitales de abuelos, padres e hijos. Este artículo se centrará en ello.
La ruptura intergeneracional se puede comprender mejor en el contexto de las diferentes "experiencias de vida" de las tres generaciones. Nos centraremos en las experiencias laborales, políticas, familiares y de tiempo libre.
Experiencia laboral: los abuelosLas familias de los abuelos procedían en la mayoría de los casos de áreas rurales o pequeñas ciudades y emigraron durante el periodo posterior a la guerra civil (1946-49), asentándose muchos de ellos en los suburbios pobres de Atenas. La mayor parte de los miembros de estas familias apenas había completado la educación secundaria y encontraron trabajos mal pagados en empresas textiles, de construcción y públicas. Apenas existían sindicatos y los pocos que había eran semiclandestinos y estaban sometidos a una dura represión por los regímenes derechistas apoyados por EE.UU. A finales de la década de los sesenta, los abuelos se comenzaron a inclinarse por los partidos de "centro-izquierda" y reactivaron la actividad sindical. Esto fue especialmente notorio entre los trabajadores de las factorías de montaje y del sector público y en las industrias de electricidad, telecomunicaciones, puertos y transportes. El golpe de estado de 1967, apoyado por Estados Unidos, y la junta militar resultante (1967-1973) tuvieron como resultado la prohibición de la actividad sindical y las negociaciones colectivas, por un lado, y la estimulación del crecimiento económico basado en la inversión extranjera y el clientelismo corporativo por el otro.
La lucha clandestina contra la dictadura, la revuelta estudiantil, la infame masacre de la Universidad Politécnica (1973) y la caída de la dictadura militar tras su golpe abortivo en Chipre "radicalizaron" a los abuelos. La legalización de los partidos políticos y los sindicatos produjo un resurgir de las organizaciones obreras, de sus luchas y avances sociales. La caída de la Junta trajo consigo un aumento de los salarios. La incorporación a la Unión Europea y el flujo masivo de "fondos de cohesión social" produjeron una expansión del empleo en el sector público y un aumento del clientelismo de los partidos políticos que se extendió mucho más allá de los tradicionales regímenes derechistas.
La seguridad del empleo, las pensiones y el aumento de las indemnizaciones por despido crearon una mano de obra relativamente segura y estable, excepto en los sectores manufactureros, perjudicados por las importaciones de los "socios" europeos más industrializados.
En 1981, el triunfo del movimiento socialista panhelénico, el Pasok, puso en marcha una legislación social populista y aumentos salariales que sirvieron de sustituto de una auténtica socialización de la economía. Los beneficios económicos y de seguridad social fueron constantes, acumulativos y produjeron un aumento en los niveles de vida. Los abuelos se apuntaron a los sindicatos, sus dirigentes negociaban mejoras salariales y de las condiciones laborales y afrontaban el futuro con un relativo optimismo: un retiro cómodo, una mejor educación para sus hijos, un modesto apartamento ya pagado y un coche pequeño. Estaban deseosos de disfrutar de su tiempo libre con familiares, amigos y vecinos. O al menos eso parecía en vísperas de la Catástrofe Griega de 2008.
Como veremos,
el progreso económico griego se levantó sobre cimientos podridos: préstamos de la UE obtenidos gracias a cuentas fraudulentas, un tesoro público saqueado por los cleptócratas de los dos principales partidos e inversiones "públicas" en proyectos mastodónticos improductivos con socios empresariales corruptos. En pocas palabras, los "años dorados" del retiro confortable de los abuelos estaban basados en la ilusión de que medio siglo de avances sociales y laborales darían por fruto una vida digna.