Claude Guéant es el ministro del Interior, Inmigración y Culto del Gobierno francés. El encargado de velar por la seguridad, de regular los flujos de inmigrantes y de hacer respetar la ley de laicidad. Pero, en realidad, Guéant es mucho más que eso. Xenófobo y racista sin tapujos, afable y enigmático a ratos alternos, este hombre flaco de 67 años que antes de ser ministro fue prefecto y omnipotente secretario general del Elíseo es hoy el guardián de las rancias esencias de la ultraderecha francesa, el Juan sin miedo que permite a Nicolas Sarkozy cortejar a los votantes del Frente Nacional sin dejarse el prestigio en ello.© AFP/Lionel BonaventureEl ministro francés del Interior, Claude Guéant, a su salida de una conferencia celebrada en el Elíseo el viernes pasado.
Los medios satíricos suelen retratar a Guéant como un funcionario del Gobierno de Vichy, y viendo su rostro anguloso, y el exceso de celo que le caracteriza no resulta difícil imaginarle despachando con el mariscal Pétain. Nombrado ministro en febrero del año pasado, Guéant se ha demostrado un digno sucesor de Brice Hortefeux, uno de los personajes más atrabiliarios del entorno presidencial,
envuelto en todo tipo de asuntos turbios y que usa con enorme soltura el argot de la pasma.
Guéant es más refinado que Hortefeux, se diría que es casi un intelectual, el ideólogo de la seguridad y la identidad. Cuando ocupaba del puesto de número dos del Elíseo, fue el coautor con Maxime Tandonnet del tristemente famoso discurso contra los gitanos que Sarkozy pronunció en Grenoble en julio de 2010, anticipo de las expulsiones en masa de miles de romaníes. Desde entonces, su prioridad ha sido rebajar las cifras de delincuencia (objetivo fallido),
asociándolas todo lo posible a la inmigración (con éxito), complicar la vida a los franceses con ancestros extranjeros obligándoles a certificar su nacionalidad, y redoblar la deriva xenófoba con frases y actos que le han valido la irónica distinción del Frente Nacional: Marine Le Pen le dio la militancia de honor por hacer suyas todas sus ideas.
Diciendo cosas como "los franceses tienen la sensación de que ya no viven en su casa", definiendo como una "cruzada" la batalla de Sarkozy por intervenir en Libia, suspendiendo en persona el tráfico de trenes desde Italia cuando unos cientos de tunecinos trataban de llegar a Francia, y
enviando circulares a las empresas para que den prioridad a las contrataciones de becarios franceses, Guéant se ha ido haciendo un hueco en el corazón de la Francia miedosa.