Que en España tenemos un problema de
obesidad infantil creo que lo sabemos todos. No son todos los niños, no son mayoría, pero sí hay muchos que tienen sobrepeso y sí hay muchos que tienen obesidad, y cada vez más. En la consulta me encuentro muchas veces con niños y niñas pasados de kilos y, aunque es cierto que la genética tiene que ver en ello, es cierto también que los hábitos pueden marcar la diferencia.
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"No hay nada que hacer, todos en la familia somos así", me dicen a menudo. Entonces les preguntas qué comen en casa y ni huelen las verduras, ni comen apenas fruta, beben más zumos y refrescos que agua, se meten unas cenas que ni yo (ocho lomos cenó el otro día una niña con obesidad), meriendan bollería y el chándal y las zapatillas los usan porque son más cómodos, pero no para hacer ejercicio.
Los sanitarios chocamos con un muro cuando tratamos de explicar a madres y abuelas que toda la familia lo está haciendo mal. Chocamos porque parece que no les importe demasiado que al niño le sobren varios kilos. Que no, que no es una cuestión de imagen, que es por salud. Y muchas veces me dicen que "es que tan flaco, parece enfermo". Pero es que viendo esta imagen que os traigo hoy: ¿Aún hay quien pueda pensar que los kilos de más equivalen a mejor salud?
Comentario: "Pero esto no es lo peor, lo peor es la indiferencia." No, eso no es lo peor. Lo peor es que ha sido las guías de dieta convencionales y su vínculo con la industria alimentaria y agroindustrial lo que ha traido esta tragedia de obesidad. No se pierda nuestro enfoque SOTT -Ya es oficial - Es hora de abandonar las nocivas pautas alimenticias bajas en grasa: