kawésqar
© Desconocido
Los últimos indígenas Kawésqar (Kawéskar), conocidos por sus vecinos como alacalufes, que habitaron el archipiélago de Magallanes al sur de Chile, en la zona del Canal de Trinidad, con su canoas y tiendas de pieles, cuentan que sobrevivieron a una gran ola de tsunami o "gran inundación", que vivieron sus antepasados.

En un texto recopilado de viva voz y publicado por la Universidad de Chile, una alacalufe relata lo que su padre contaba que ocurrió.

En 60 frases registradas en lengua original y traducidas al español, ella relata que un padre y una madre kawésqar, salieron de caza y dejaron a su muchacho joven en el hogar.

Ella explica que el joven estaba enamorado, y a pesar de que su padre le había explicado de no dañar o matar a las nutrias, el muchacho mató una nutria, y entonces "se oscureció el tiempo" y llegó la gran marejada,"y el mundo se perdió", relata.

El joven corrió al cerro con la joven, pero el mar se le venía encima. Finalmente se salvó y los demás se ahogaron, mientras el agua tapaba todo el monte. Luego debió subir a un último cerro pues el agua les llegaba a la cintura.

Cuando la marea bajó, fueron a buscar a su madre, padre y hermano pero estaban muertos. El joven "se quedó triste por la muerte de su madre y hermano", y la mujer "se quedó triste", pues no tenían con que taparse, continua el relato.

"Con pasto, ramas , hicieron una carpita", su choza, pero, "no hay fuego, ¿que fuego vamos a prender?" Entonces "el muchacho se quedo triste", continúa el relato.

El mar se llevó las capas de piel para cubrirse, así que hicieron una tienda tejiendo el pasto con las ramas.

El joven contó al día siguiente de haber tenido un sueño profético, donde vio a los coipos, un animal de gruesa piel. "Parece que soñé con animales", dIjo, "Parece que vamos a tener una capa", según el relato.

Y soñó otra vez. La joven a su vez le dice:"anda a traer un palo. Cuando entren los animales los mata".

A su tienda de pasto le entró un animal, era una cría de coipo, así que lo mataron y se cubrieron, cuenta el relato alacalufe.

Pero los sueños proféticos no los abandonaron ahí, y esta vez incluyeron un ciervo y mas tarde el fuego.

"Yo soñé con fuego, ¿cómo puede ser eso? Tiene que salir fuego", decía el joven del relato.

De pronto entró en su campamento un huemul, que tenía "el tizón en sus cachos", para hacer el fuego. El joven dijo "No, ese animal no lo puede matar", ya que no había nada más con que hacer fuego.

Si bien el animal se fue, lo volvieron a soñar, y además soñaron que comían carne. Entonces apareció en la tienda una cría del huemul, entonces la mataron, comieron, se cubrieron con piel impermeable y lograron hacer el fuego.

Debido a su continua movilidad, la familia alacalufe requería una extrema simplificación de sus posesiones materiales, describen investigadores de la Universidad de Chile. En consecuencia, estas últimas se reducían a la liviana choza de base ovalada cubierta con pieles, cortezas y follajes, cuyo montaje y desmontaje eran rápidos y fáciles.

Además tenían la canoa manufacturada con cortezas de coihue, único medio y vital para el transporte marítimo.

Poseían utensilios de pesca, caza y recolección de alimentos, consistentes en arpones, dardos, trampas, hondas, arco y flecha, complementados por canastos trenzados, bastones, garrotes y otros implementos poco elaborados.

Su vestimenta era funcional compuesta de capas y taparrabos de piel y algunos ornamentos. Eran llamados "alacalufes", por sus vecinos, por sus hábitos de comer mejillones y mariscos.

Kawésqar de hoy

Según el censo del año 2002, citado por La Tercera, en Chile 2.603 personas se declararon descendientes de alacalufes, pero la mayoría son cruces con otras etnias. En el siglo XVI, hacia 1535, su población podía calcularse en unos 2.500 a 3.000 habitantes, según Turismo Chile.

Celina Llan Llan, presidenta de la comunidad kawésqar en Punta Arenas, declara que solo quedan 12 Kawéskar puros. Ella denuncia lo que los historiadores documentaron recientemente, que en el siglo XIX y XX, sus territorios fueron colonizados y se construyeron las grandes haciendas donde antes estaba sus humildes chozas.

"A los kawésqar era mejor sacarlos por la fuerza o asustarlos a balazos. A veces los mataban. Así fueron desapareciendo todos", relata Celina, según la agencia Efe. Para Celina, antes, "los kawésqar tuvieron una vida muy bonita".