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Los restos de una foca monje de 5.540 años de antigüedad encontrados en una cueva costera de Santoña sugieren que las temperaturas en la costa cantábrica en los momentos finales de la Prehistoria eran más altas de lo que se pensaba y podrían llevar a revisar los actuales modelos de cambio climático.

La revista británica Proceedings of the Geologist' Association publica en su número de diciembre un artículo sobre las conclusiones para el estudio del clima en la Prehistoria que pueden extraerse de uno de los hallazgos obtenidos en las excavaciones realizadas entre 1990 y 1996 en La Fragua, una cueva del monte Buciero utilizada por el hombre desde la época Magdaleniense hasta el Neolítico.

En concreto, se trata de un hueso cúbito de una foca monje -una especie propia de aguas templadas del Mediterráneo y de las zonas tropicales del Atlántico-, posiblemente cazada en las inmediaciones de la cueva por los grupos humanos que la habitaban, como sugieren las marcas de corte con instrumentos de piedra que presenta.

En un comunicado, la Universidad de Cantabria resalta que es la primera vez que se documenta la presencia de esa especie de foca en la Cornisa Cantábrica durante la Prehistoria, pero sobre todo incide en las implicaciones climáticas que puede tener el hallazgo.

La primera firmante del artículo, Ana Belén Marín, de la Universidad de Cambridge (Reino Unido), explica que tras el período de máximo frío que se registró hace unos 20.000 años, las temperaturas en Europa fueron subiendo, hasta alcanzar el llamado "Óptimo Climático" a mediados del Holoceno (el periodo que va desde el final de la última glaciación hasta la actualidad).

En ese momento, explica Marín, las temperaturas en el centro y norte de Europa eran incluso superiores a las actuales, mientras que en el suroeste del continente, aparentemente, eso no fue así, y habrían estado entre uno y dos grados por debajo de las del presente, como sugieren los registros de polen.

"El hallazgo de una foca monje en la cueva de La Fragua viene a contradecir esa afirmación, ya que el hábitat de este fócido es incompatible con las aguas frías. Solo esporádicamente se han avistado algunos ejemplares en el Golfo de Vizcaya y, únicamente, en las últimas décadas", señala esta investigadora.

El director de la excavación, Manuel González Morales, del Instituto de Investigaciones Prehistóricas de Cantabria, apunta que la respuesta a esa contradicción "está en el mar".

"Creemos que el hecho de encontrar una foca monje en este período es prueba de que las corrientes marinas que actualmente permiten disfrutar de un clima templado en la Cornisa Cantábrica se habrían instaurado hace ya varios milenios, lo que también coincide con los resultados isotópicos de perforaciones del fondo oceánico", asegura.

González Morales subraya que este es "un aspecto novedoso que puede alterar los resultados de las predicciones climáticas, ya que los modelos matemáticos que se emplean para su obtención suelen ajustarse mediante la comprobación con el Óptimo Climático de mediados del Holoceno, cuya caracterización debería contemplar el efecto termorregulador del mar".

En el artículo, los autores recuerdan la gran influencia que el océano Atlántico tiene en el clima de Europa y defienden que el actual régimen de corrientes del Golfo de Vizcaya podría haberse establecido hace ya unos 6.000 años. Como resaltan los propios autores, en la actualidad la población de focas monje se reduce a unos 550 individuos, la mayoría de los cuales vive en Grecia y el Sahara Occidental.