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© DesconocidoRuinas en Cerén
El yacimiento de Cerén se ha convertido en un parque arqueológico tras encontrarse en él vestigios de viviendas, edificios públicos y artefactos de todo tipo. Fue escenario en su día de una de las numerosas erupciones volcánicas ocurridas en la historia de El Salvador, un país que con 20 mil 742 kilómetros cuadrados posee, según el Servicio Nacional de Estudios Territoriales (SNET), 23 volcanes y cinco campos volcánicos.

Un momento de historia

Las viviendas, edificaciones comunales, campos de cultivo y otros rasgos de ese asentamiento humano quedaron sepultados bajo toneladas de ceniza y lava expulsadas por la erupción del volcán Loma Caldera, ocurrida entre los años 600 y 650 después de Cristo, una época que para los arqueólogos corresponde al denominado Período Clásico, que va del año 350 al 900 d.C.

La erupción del volcán, que, como consigna la Fundación Nacional de Arqueología de El Salvador (Fundar), se encontraba a unos 600 metros al norte de la actual Joya de Cerén, paralizó un momento en la historia de esa aldea, en donde, de acuerdo a los hallazgos, no había humanos en ese momento, quizás porque lograron escapar a tiempo tras registrarse la erupción.

Según las investigaciones, los vecinos del poblado huyeron a la carrera al registrarse los primeros estallidos, dejando sus casas y posesiones intactas, algo que tiene un valor incalculable para arqueólogos y antropólogos.

Bajo una gruesa capa de unos cinco metros de ceniza y lodo quedaron las edificaciones de esta pequeña aldea agrícola, así como los cultivos agrícolas, vestigios de una civilización que ahora es motivo de estudio para conocer la forma de vida y las costumbres de las personas de esa época.

"La aldea nos demuestra la forma en que vivían los pobladores, lo que cultivaban y, además, la estructura organizativa de las viviendas que tenía la gente, dónde dormían, dónde cultivaban sus milpas (...), pero también donde cocinaban", explicó el director nacional de Patrimonio, Ramón Rivas.

En el lugar, según el experto, se hallaron, además de las edificaciones, artefactos como vasijas y ollas, así como sembrados de maíz e incluso las mismas mazorcas intactas. "Habían vasijas donde se encuentran semillas de calabaza o de ayote, semillas de chile (pimiento...). Lo curioso del caso es que todo esto se encuentra en perfecto estado (en el momento en que fue descubierto)", relató Rivas.

No obstante, algunos de los vestigios más pequeños, como alimentos, al entrar en contacto con el ambiente natural se desintegraron, aunque los científicos que trabajaban en las excavaciones lograron hacer calcos de yeso que aún se conservan en el Museo Nacional de Antropología de El Salvador (MUNA).

Entre las edificaciones se encontró también un temascal, el "baño de vapor" característico de las culturas precolombinas de Mesoamérica, una especie de sauna que los pobladores del lugar utilizaban de forma comunal. "En la época prehispánica era una forma de purificación", agregó el experto.

Los científicos de Fundar, organismo que se ha encargado de la conservación de este y otros sitios arqueológicos del país, apoyan la teoría de que el techo del lugar era un domo construido en bahareque, un sistema basado en entretejer palos o cañas que, a juicio de esta fundación, es el único conocido en la arquitectura mesoamericana.

Según Rivas, aunque en el lugar se han hallado huellas de personas, no ha habido descubrimientos de restos humanos. "Se encuentran huellas humanas que da la impresión que la gente salió corriendo. Restos humanos no se han encontrado, lo que a nosotros nos da a suponer es que la gente tuvo tiempo para correr", afirmó.

En las tres bodegas halladas y estudiadas hasta la fecha se encontraron restos de ratones y de un pato, así como de gorgojos que permanecían entre los granos almacenados de maíz y fríjol, mientras que en el exterior se descubrieron pájaros. También se ha encontrado parte de un entierro humano.

Un asentamiento milenario

El lugar se descubrió de modo casual durante unas excavaciones efectuadas en 1976 por el entonces Instituto Regulador de Abastecimientos (IRA) para la construcción de unos silos. Las obras pusieron al descubierto una casa de las once edificaciones excavadas hasta la actualidad en la Joya de Cerén, lo que dio origen a un trabajo de investigación sobre los antiguos habitantes del lugar y sus costumbres que aún continúa.

Pero no fue hasta 1978 que el arqueólogo Payson Sheets, profesor de antropología de la Universidad de Colorado (EU), se puso al frente de las excavaciones con el apoyo de Christian Zier, miembro del Proyecto Protoclásico, que se concentraba en investigar parte del valle salvadoreño de Zapotitán, donde está la Joya de Cerén.

Los expertos excavaron once estructuras y hallaron, pero no excavaron, otras seis, en tanto que los estudios de prospección sugieren que puede haber en el lugar "varias docenas más". Sin embargo, por razones de conservación del lugar, se ha decidido no continuar las excavaciones y mantener a la vista y en estricto cuidado las estructuras expuestas para su estudio.

"El problema que nosotros tenemos no es tanto la excavación, el problema es la conservación de lo que se va a encontrar. Hoy utilizamos en arqueología lo que denomino la estrategia de la sandía: sacamos la tajada de la sandía y el resto queda enterrado", afirmó el director nacional de Patrimonio.

"Lo que se ha sacado es una ´tajadita´ para que el visitante, para que el estudiante, solamente se imagine lo que puede haber en los contornos que rodean lo que hoy se ha descubierto al público", añadió el funcionario, quien estima que este lugar aún da para años y años de investigaciones.

¿Quiénes vivieron allí?

Los estudiosos consideran que ese sitio pudo haber estado habitado por los mayas, aunque Rivas prefiere ser "cuidadoso" y no confirmar de momento qué comunidad indígena habitaba la zona.

"Esta parte del mundo en la época prehispánica era un puente entre las culturas del norte y las culturas del sur", afirmó Rivas, y relató que en el siglo X empiezan a darse las primeras migraciones desde el centro de México.

Cuando han pasado cientos de años de esa erupción, la Joya de Cerén sigue atesorando un lugar que conserva un retrato de la historia que es motivo de investigación no solo de lo que ocurrió, sino de sus protagonistas, su origen y la suerte que estos corrieron después de esa erupción que los obligó a abandonar su poblado.