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Controlados por las corporaciones trasnacionales, y despojados de su condición de "bien social", los alimentos se convierten en mercancía capitalista con un valor fijado por la especulación financiera, convirtiéndose en la causa principal de las hambrunas y conflictos sociales que ya empiezan a desarrollarse por todo el planeta.

El fantasma de la escalada global en los precios de los alimentos vuelve a asomar y con ello los temores de que se repitan los estallidos y protestas sociales masivas en contra de los aumentos, como sucedió en 2008.

En un primer capítulo, en el 2008, y a causa del aumento de los precios del petróleo, hubo una escalada mundial del precio de los alimentos que incrementó el proceso de hambruna que padecen habitualmente las poblaciones más desprotegidas de Asia, África y América Latina.

En un segundo capítulo, con el desarrollo de la crisis recesiva global, ese proceso se agudizó arrojando a más población desposeída a la marginalidad y a la carencia de alimentos para subsistir aunque sólo sea a escala precaria.

Un tercer capítulo comienza a desarrollarse de la mano del aumento del precio del petróleo, a raíz de los acontecimientos en Africa y Medio Oriente, como consecuencia de los procesos de movilización callejera y de represión militar que se están desarrollado (las llamadas "revueltas árabes").

Además, y según el Foro Humanitario Global con sede en Ginebra, el cambio climático afecta seriamente a 325 millones de personas al año, y el sistema de la alimentación está en el centro.

Un reciente estudio del organismo de Naciones Unidas y la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) prevé un incremento de entre 15% y 40% en el valor de los granos.

Por otra parte, los valores reales de los productos lácteos subirán entre 16 y 45% y el de lo aceites vegetales en 40%, según la investigación.

Los valores de los alimentos alcanzaron su nivel más alto en dos años, según la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO, por sus siglas en inglés).

Sólo en agosto, la ONU dijo que el incremento de los precios llegó al 5%, debido principalmente al alza del trigo tras la prohibición de la exportación del grano por parte de Rusia.

Si estas proyecciones resultan ciertas, la escalada de los precios de los alimentos, producida por la especulación financiera y por la alta concentración de la producción y comercialización en manos de un puñado de trasnacionales de la alimentación, continuará en ascenso.

La plaga del hambre

La plaga del hambre, de la exclusión social y del desempleo que ya se extienden como una epidemia por las áreas empobrecidas del planeta están generando las condiciones para un "Apocalipsis social".

Según la FAO, cada seis segundos muere un niño de hambre en el mundo y cada día 17.000 niños pierden la vida por no tener nada que comer.

En la última Cumbre Mundial sobre Seguridad Alimentaria, el director de la FAO, Jacques Diouf, contó seis segundos en un spot publicitario y agregó: "Un niño ha muerto de hambre en el mundo". En el día de la asamblea mundial contra el flagelo, 17 mil personas murieron de hambre, añadió.

Según la ONU, en el mundo ya hay más de 1.000 millones de personas que padecen hambre, la cifra más alta de la historia, y en todo el planeta hay 3.000 millones de desnutridos, lo que representa casi la mitad de la población mundial, de 6.500 millones.

No hace falta mucha imaginación (el fenómeno ya se verifica en la realidad) para mensurar el factor apocalíptico masivo que representaría para el sistema el avance de ejércitos de hambrientos buscando comida para supervivir en las grandes urbes, enfrentando con la violencia a la represión militar o policial.

Según la ONU, con "menos del 1%" de los fondos económicos que han utilizado los gobiernos capitalistas centrales para salvar al sistema financiero global (bancos y empresas que han desatado la crisis económica), se podría resolver la calamidad y el sufrimiento de miles de millones de personas (casi la mitad de la población mundial) que son víctimas de la hambruna a escala mundial.

¿Y porqué no se hace? Por una razón de fondo: Los pobres, los desamparados, la "población sobrante", no son un "producto rentable" para el sistema capitalista.

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El comercio del hambre

En la realidad, la producción de alimentos está fuera de la órbita del control estatal de los gobiernos.

Los recursos esenciales para la supervivencia están supeditados a la lógica de rentabilidad capitalista de un puñado de corporaciones trasnacionales (con capacidad informática, financiera y tecnológica) que los controlan a nivel global, y con protección militar-nuclear de EEUU y las superpotencias.

En ese escenario, la producción y comercialización de alimentos no está supeditada a la lógica del "bien social", sino a la más cruda lógica de la rentabilidad capitalista.

Según la propia FAO, diez corporaciones trasnacionales controlan actualmente el 80% del comercio mundial de los alimentos básicos, y similar número de mega empresas controlan el mercado internacional del petróleo, de cuyo impulso especulativo se nutre el proceso de suba de los alimentos, causal de la hambruna, que ya se extiende por todo el planeta.

Al iniciarse en Guadalajara, México, una conferencia técnica sobre la biotecnología agrícola, Pat Mooney, director ejecutivo del Grupo ETC de Canadá, dijo al diario La Jornada que lo único que le interesa a las multinacionales del sector es obtener ganancias.

El experto señaló que las transnacionales nunca se interesaron en la alimentación de los pobres, debido a que no representan un mercado.

Pat Mooney dijo que en este tipo de reuniones de la FAO siempre están presentes firmas como la Dupont y Monsanto, con patentes monopólicas de producción y expresó que por encima de los representantes de los gobiernos, son ellas las que dicen la última palabra.

Entre los primeros pulpos trasnacionales de la alimentación, se encuentran la empresa suiza Nestlé SA., la francesa Groupe Danone SA. y la Monsanto Co., que lideran mundialmente la comercialización de alimentos y que, además de controlar la comercialización y las fuentes de producción, poseen todos los derechos a escala global sobre semillas e insumos agrícolas.

Despojados de su condición de "bien social" de supervivencia, esos recursos se convierten en mercancía capitalista con un valor fijado por la especulación en el mercado, y los precios no se fijan sólo por la demanda del consumo masivo, sino básicamente por la demanda especulativa en los mercados financieros y agro-energéticos.

Por lo tanto, no hay "crisis alimentaria" (como sostienen la FAO, la ONU, el Banco Mundial, y las organizaciones del capitalismo como el G-8) sino un incremento de la hambruna mundial por la especulación financiera y la búsqueda de rentabilidad capitalista con el precio del petróleo y los alimentos.

El control de las fuentes, de la producción, de la comercialización internacional y de la masa de recursos financieros emergentes por las corporaciones trasnacionales, tornan impotentes a los gobiernos dependientes (sin poder de gerenciación sobre esos recursos) para resolver los problemas de la hambruna que aqueja a sus pueblos.

Y por más apelaciones que hagan las instituciones "asistencialistas" del sistema capitalista como la ONU y la FAO (que suceden a la caridad religiosa) las corporaciones transnacionales establecen su dinámica productiva a partir de la relación costo-beneficio.

Esto es, y atendiendo a la lógica esencial que guía el desarrollo histórico del capitalismo, sólo producen atendiendo a la ley de la rentabilidad, a la ley del beneficio privado, y no atendiendo a la lógica del beneficio social.

Por otra parte, los fondos que destinan la ONU, el Banco Mundial y demás organizaciones del capitalismo trasnacional, son mendrugos comparados con la ganancias multimillonarias de los pulpos petroleros y de la alimentación y el crecimiento de las fortunas personales de sus directivos y accionistas.

Según analistas especializados de Wall Street, un 60% del precio del petróleo crudo y de las materias primas alimentarias tiene como causal a la especulación en futuros no regulada, de fondos precisamente autodenominados "especulativos", bancos y grupos financieros que utilizan las bolsas de futuros ICE de Londres y NYMEX de Nueva York y el comercio inter-bancos.

En este tercer frente del negocio agro-energético financiero (productor directo de la hambruna y la inflación mundial) se encuentran en primera línea Goldman Sach y Morgan Stanley, súper-gigantes de la especulación financiera en alta escala del capitalismo trasnacional sionista con asiento en Wall Street.

En este escenario, los precios no se fijan sólo por la demanda del consumo, sino básicamente por las necesidades comerciales y la demanda especulativa en los mercados financieros agro-energéticos.

De este accionar monopólico y de la acción especulativa en los principales mercados de materias primas, entre cuyas herramientas financieras se encuentra el ICE [Intercontinental Exchange] de Londres y las bolsas mercantiles de Nueva York y Chicago, provienen principalmente las ganancias siderales del mega-consorcio financiero Goldman Sach.

En el 2008, los grandes pulpos concentrados huyeron de la crisis financiera y comenzaron la especulación en alta escala con los alimentos y materias primas convertidos en estrellas de la rentabilidad financiera.

El mercado del hambre

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Los acuerdos internacionales a través de la Organización Mundial del Comercio (OMC), los Acuerdos de Libre Comercio (FTA) y los Acuerdos de Asociación Económica (EPA), impulsados por programas del Banco Mundial y del FMI, permiten que el apoyo incondicional a los agro negocios sea una prioridad en las políticas alimentarias y agrícolas de los gobiernos en el mundo subdesarrollado.

Los subsidios gubernamentales destinados a las transnacionales agroalimentarias están orientados a la agricultura industrial, eliminando granjas en el Norte y en el Sur por medio de precios bajos de dumping.

Mediante la "revolución verde", las transnacionales de agro negocios excluyen los conocimientos locales en la agricultura e imponen nuevas tecnologías e insumos agrícolas artificiales que los campesinos tienen que comprar, dependiendo de ellos de forma permanente.

En su búsqueda de rentabilidad a cualquier costo, las transnacionales buscan controlar el mercado mundial de los alimentos y convertir la producción campesina en producción industrial, controlando la fijación de precios a escala global.

En su rapacidad las transnacionales de la agroalimentación se apoderan de tierras para convertirlas en monocultivos de agro combustibles.

O sea, cultivan alimentos para los automóviles mientras la mitad de la población mundial vive en estado de pobreza y de desnutrición.

Y los gobiernos, al no tener poder de gerenciación sobre sus recursos agroenergéticos se convierten en títeres de las corporaciones que los controlan y que se apoderan de la renta del producido por el trabajo social de esos países.

Y como el capitalismo trasnacional (las corporaciones que controlan el petróleo y los alimentos) sólo produce para quien está en capacidad de comprar esos productos, la falta de poder adquisitivo de las mayorías empobrecidas del planeta, lleva su vez a que las corporaciones reduzcan la producción para achicar costos y preservar la rentabilidad vendiendo menos pero más caro.

El mundo atraviesa por una sobredemanda de alimentos y de petróleo que, a su vez, multiplica la rentabilidad de los grupos que hegemonizan el poder sobre la producción y comercialización, y sobre los mercados de la especulación financiera de las materias primas.

De esta manera, a los pulpos petroleros y alimentarios no les interesa producir más, sino ganar más produciendo lo mismo con baja de costos de personal e infraestructura.

En consecuencia, controlados por las corporaciones trasnacionales, y despojados de su condición de "bien social", los alimentos se convierten en mercancía capitalista con un valor fijado por la especulación financiera, convirtiéndose en la causa principal de las hambrunas y conflictos sociales que azotan a muchos regiones del planeta.