Sería fácil afirmar que el pasado no existe. Si comprendemos el tiempo como una línea unidireccional y lo dibujamos sobre el suelo, parándonos justo en un punto que señale nuestro presente, es fácil ver que el pasado ha quedado atrás. Sin embargo, para las personas que han sufrido una pérdida importante, han sido víctimas de un trauma o que simplemente no se encuentran a gusto en su presente, el pasado sigue siendo muy real. Para estas personas, su presente es su pasado.

En esos casos, la persona vive aferrada a sus recuerdos rememorando continuamente imágenes que pertenecen a su pasado. Para quien vive anclado en otro tiempo, esa parálisis le impide disfrutar de su presente y planificar su futuro. A veces, puede llegar a sentir que el pasado es un bucle infinito que se repite cada día y, por más que intenta quitárselo de la mente, no lo logra. ¿Cómo salir de esa espiral?

viaje
© Desconocido

El primer paso: Comprender el gran cambio interior que está ocurriendo

Las vivencias importantes se quedan grabadas en nuestro cerebro, conformando nuestra línea de la vida. Eso nos permite mirar atrás y comprender quiénes somos y cómo hemos llegado hasta aquí. Esa línea biográfica le confiere cierto sentido y orden a nuestra existencia.
Sin embargo, cuando sufrimos un trauma o una pérdida importante, esas vivencias no se graban normalmente sino que permanecen activas en nuestro cerebro. Esa es la razón por la cual podemos revivir los sucesos dolorosos una y otra vez, a veces con extraordinaria nitidez.

Lo que sucede es que en realidad no hemos procesado esas vivencias, no las hemos incorporado en nuestra historia de vida porque aún no las hemos aceptado. Somos conscientes de que han ocurrido, pero emocionalmente no las hemos aceptado, por lo que no pueden pasar a formar parte de nuestra narrativa vital.

De hecho, cuando se produce una pérdida importante o un trauma con "T" mayúscula, la primera reacción suele ser la negación. Nuestra mente racional comprende lo que ha sucedido, pero nuestra mente emocional se niega a aceptarlo. ¿Por qué ocurre esto?

Porque no estamos preparados para aceptar lo ocurrido. No contamos con los recursos psicológicos necesarios para procesar la vivencia. Por tanto, nuestra mente activa un mecanismo de autoprotección, dejando esa vivencia en una especie de "limbo".

En algunos casos, no somos capaces de procesar y aceptar lo ocurrido porque primero necesitamos realizar un cambio profundo en la imagen que tenemos de nosotros mismos. Dado que esos sucesos deben insertarse en nuestra biografía, también dicen algo de nosotros, algo que no siempre estamos dispuestos a aceptar sin presentar batalla ya que puede ir en contra del autoconcepto que nos hemos formado.

En esos casos, la mente considera que esos contenidos son "peligrosos", y los relega a otra zona, hasta que contemos con los recursos psicológicos necesarios para procesarlos e incorporarlos en nuestra historia vital, con los cambios en el autoconcepto que ello implica.

Para lograrlo, necesitamos tiempo. Esos cambios no se producen de un día para el otro, debemos pasar por una serie de fases en las que poco a poco vamos aceptando los sucesos y los cambios en nuestra manera de vernos que ellos acarrean.

El segundo paso: Asumir que el tiempo no cura las heridas, eres tú quien se cura a lo largo del tiempo

Para sanar las heridas del pasado necesitamos tiempo. Pero el tiempo no basta, debemos asumir un papel proactivo. Cuando las heridas son muy profundas y causan un gran dolor, dejar que pase el tiempo no bastará, es imprescindible tomar la decisión de dejar el pasado atrás.

Al respecto, Viktor Frankl dijo: "si no está en tus manos cambiar una situación que te produce dolor, siempre podrás escoger la actitud con la que afrontes ese sufrimiento". Eso significa que, llegados a cierto punto, después de ese momento en el que ya pasamos la etapa de rabia y nos encontramos en la fase de tristeza, amenazando con convertirse en depresión, debemos tomar la decisión de aferrarnos al futuro y dejar ir el pasado.

Se trata de una decisión difícil. En algunos casos podemos sentir que en ese pasado se queda una parte importante de nosotros o podemos creer que estamos "traicionando" la memoria de quienes dejamos atrás. Sin embargo, si no tomamos la decisión de seguir adelante, corremos el riesgo de quedarnos atrapados en el ayer, sumiéndonos cada vez más en el oscuro agujero de desesperanza.

Hay un momento en el que debemos activar todos nuestros recursos de autosanación y decidir, conscientemente, que necesitamos soltar las amarras y seguir adelante. Nadie puede criticarnos por ello, ni siquiera nosotros mismos podemos hacerlo ya que somos perfectamente concientes del duro camino que hemos tenido que recorrer para llegar hasta ese punto.

A partir de ese momento, debemos hacer las paces con nuestro nuevo "yo", asumir esas nuevas facetas del autoconcepto y comenzar a centrarnos en el presente. Debemos aprender a disfrutar de todas esas pequeñas cosas que pueden devolvernos el placer de vivir en el aquí y ahora y empezar a hacer planes para el futuro.

La escritora Shannon L. Alder resumió este proceso:
"Antes de que puedas volver a vivir, una parte de ti debe morir. Debes dejar ir lo que podía haber sido, cómo podías haber actuado o lo que podías haber dicho de una manera diferente. Debes aceptar que no puedes cambiar las experiencias pasadas. Cuando finalmente reconoces esa verdad, serás capaz de comprender el auténtico significado del perdón a ti mismo y a los demás. Entonces serás realmente libre y podrás abrazar el futuro".