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Según los cálculos científicos, un asteroide de al menos medio kilómetro de diámetro golpea a la Tierra una vez cada 40.000 años. Añaden que la posibilidad de que ocurra una catástrofe semejante en el próximo siglo es de 1 sobre 400. ¿Está preparada la humanidad para neutralizar un reto de este tipo o por el contrario se enfrentaría a su posible extinción?

Hasta el momento se han detectado 450.000 objetos celestes amenazadores, de los cuales unos 6.000 son potencialmente peligrosos para el planeta. Entre estos, cerca de 1.000 tienen más de un kilómetro de diámetro, de manera que de colisionar serían muy destructivos.

Aunque se defienden diversas fórmulas de esquivar tan negro panorama, dos son las principales que se barajan: La destrucción del asteroide mediante explosiones nucleares o su desvío lejos de la trayectoria del planeta.

Pese a parecer la más sencilla a simple vista, el uso de la primera entraña un riesgo por el momento incontrolable ya que el asteroide podría partirse en varios fragmentos que igualmente colisionarían con la Tierra.

Así, y pese a que la tecnología no parece aún lo suficientemente desarrollada, la modificación de la trayectoria parece la solución más plausible. Puede intentarse mediante el impacto directo de una sonda.

Pero una de las ideas con más adeptos es la de fabricar un 'tractor gravitatorio'. Este consistiría en una nave de grandes dimensiones que, posicionada a apenas unos 50 metros de la roca espacial, ejercería hacia sí un ligero tirón gravitacional sobre esta hasta desviarla de su rumbo. Ideado por científicos británicos, la NASA lo considera un método "muy eficaz". Pero también tiene sus pegas: La nave debería ser lanzada al espacio al menos 15 años antes de la colisión.

Investigaciones paralizadas

En 2006 Rusia dijo estar dispuesta a crear un escudo antiasteroides siempre y cuando contase con la colaboración de otros países. No hubo respuesta a su petición y los rusos no han llegado a explicar nunca en qué consistiría ese escudo. En España, el astronauta Pedro Duque ha denunciado de forma reiterada el abandono que han hecho las agencias espaciales de los estudios para reducir el peligro de colisión.

«Es sorprendente que no se dedique dinero para prevenir la única catástrofe natural que el hombre puede predecir y evitar con su tecnología», asegura Duque.

Se refiere en concreto a Apophis, una gran roca espacial de cerca de 270 metros y 25 millones de toneladas que pasará muy cerca de la Tierra en 2029 y podría chocar con ella siete años después.

La Agencia Espacial Europea (ESA) puso en marcha a principios de la década pasada la misión 'Don Quijote' para evaluar el posible desvío de Apophis, un proyecto en el que participó el astronauta español y que ahora languidece por falta de fondos.

Pese al retraso que existe, el problema se toma muy en serio en las agencias espaciales. En los últimos años sí se ha mejorado en dos elementos imprescindibles a la vez que baratos: detección temprana y vigilancia. NASA, ESA y Agencia Espacial Rusa mantienen programas de observación. Una tarea en la que les apoyan miles de astrónomos aficionados.

De los dinosaurios a Siberia

Hace 65 millones la colisión con un gran asteroide produjo la extinción de los dinosaurios. Con ellos desaparecieron también tres cuartas partes de las especies que poblaban el planeta. Aunque el más conocido, este no es el único choque conocido.

Se estima que cada día 100 toneladas de roca espacial entran en la atmósfera para desintegrarse durante el descenso.

No lo hizo el meteorito, de unos 80 metros de diámetro, que cayó en la región siberiana de Tunguska en 1908 y que devastó una zona similar a la de toda la región de Guipúzcoa. Un impacto similar hoy día en una de las áreas pobladas del globo dejaría tras de sí millones de víctimas.

La tecnología humana no ha superado al que por el momento se mantiene como principal escudo contra los asteroides: Júpiter. El planeta gigante es por masa y fuerza de atracción un imán para estos errantes del universo.

Aún así, el peligro sigue estando ahí fuera. «En cierto sentido, es como si condujéramos nuestro coche por todo el universo, junto al Sol, sin seguro», afirma el astronauta Rusty Schwieckart, veterano de la misión Apollo IX.