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La llegada a la Tierra de un satélite de EEUU fuera de control, prevista para el viernes, trae una noticia buena y otra mala. No hay ninguna manera de modificar la caída del viejo artefacto de seis toneladas y, con suerte, los expertos sólo sabrán minutos antes del impacto el punto aproximado donde se estrellarán los pedazos. La órbita que sigue el Satélite de Investigación de la Atmósfera Alta (UARS) hace que todos los continentes habitados tengan las mismas papeletas para un impacto. Sólo la Antártida queda fuera de la rifa.

La NASA estima que la colisión será el viernes, aunque todavía no se sabe la hora exacta. Esta incertidumbre pone de manifiesto los riesgos del aumento de la actividad solar, cuyo viento ha provocado una caída temprana del artefacto, según reconoce la agencia espacial. También subraya la necesidad de un acuerdo internacional para incluir sistemas de seguridad en los satélites que permitan sacarlos de su órbita de forma segura una vez finalicen su vida útil, según los expertos consultados por este diario.

Las buenas noticias son que las posibilidades de que los restos de la nave hieran a alguien son "extremadamente pequeñas", dice la NASA. La agencia calcula que la posibilidad de que una de las piezas del UARS hiera a una o más personas es de una entre 3.200. Aunque pequeño, este margen de riesgo supera con creces los límites aceptables para la NASA, según explica a Público Don Kessler, asesor del Gobierno de EEUU en materia de basura espacial y autor principal de un reciente informe que alertaba de que la acumulación de chatarra en el espacio ha llegado a un "punto crítico".

"El límite de riesgo fijado como estándar por la NASA en estos casos es de una posibilidad entre 10.000″, detalla Kessler, que trabajó durante años para el Laboratorio de Propulsión a Chorro de la NASA. A pesar del riesgo añadido, Kessler llama a la tranquilidad. "No deberíamos preocuparnos demasiado [por la llegada del satélite]".

Las posibilidades reales de accidente son mucho menores de lo que parece a simple vista. La estimación de la NASAdebe ser dividida por la población total de la zona donde puede caer el satélite, es decir, casi 7.000 millones de personas. Cada terrícola tiene, aproximadamente, una posibilidad entre 20 billones de que le caiga encima un pedazo de satélite, según Holger Krag, ingeniero de la oficina de seguimiento de basura espacial de la Agencia Espacial Europa (ESA). "Nadie debe preocuparse por esto, cada año hay decenas de reentradas en la atmósfera", comenta por teléfono desde el Centro de Control de Misiones de la ESA, en Darmstadt (Alemania). Desde que comenzó la carrera espacial, centenares de artefactos han regresado a la Tierra controlados o no. Ni una persona ha resultado herida.

Cuando fue lanzado en 1991, el UARS era tecnología punta dedicada al estudio de la capa de ozono. Desde 2005, es un bloque de chatarra del tamaño de un autobús. La NASA quemó el poco combustible que le quedaba para ponerlo en una órbita de acercamiento a la Tierra. No tenía suficiente combustible para asegurar que el artefacto cayera en el punto elegido del océano Pacífico. "Cuando se lanzó el UARS, la NASA apenas tenía normativas de seguridad sobre reentrada", reconoce Kessler.

Desde hace años, EEUU ha incluido nuevas normas de seguridad para controlar la bajada de sus satélites. Además, les envía con combustible extrapara poder dirigir su regreso. El problema, dice Kessler, es que este tipo de sistemas son voluntarios y muchos países aún no los incluyen, ya que hace más caros los satélites.
En cenizas

Según Kessler, el UARS "puede ser el mayor satélite caído en la Tierra en 30 años". Se acerca por el espacio a unos 25.000 kilómetros por hora, señala Krag. Cuando impacte contra las capas más externas de la atmósfera terrestre, se frenará y gran parte de su fuselaje quedará reducido a cenizas en una llamarada espec-tacular. Los componentes hechos de titanio, berilio y acero no se derretirán con las temperaturas de miles de grados.

La NASA calcula que estos fragmentos suman media tonelada y que el pedazo mayor pesará 150 kilos. A 75 kilómetros de altura, los fragmentos frenarán a 200 kilómetros por hora hasta estrellarse.

Lo más probable es que la metralla caiga al mar, que compone tres cuartos de la posible zona de caída. Aún así, la Agencia Federal de Respuesta ante Emergencias de EEUU (FEMA) se está preparando para responder en caso de que los restos del satélite caigan en su territorio, según Space.com.

"Si encuentra una pieza del UARS, no la toque. Llame a un agente de la ley", ha recomendado la NASA, en parte para proteger a la población, pero también para reclamar lo que es suyo. "Técnicamente la chatarra pertenece al Gobierno de EEUU", explica Mark Matney, experto en basura espacial de la agencia estadounidense, a AFP.

El Pentágono es el encargado de seguir al satélite. La red de radares y telescopios que el ejército de EEUU tiene esparcidos por el mundo rastrean el artefacto, que da 16 vueltas a la Tierra cada día. El ejército pasa los datos a la NASA, que hasta ahora informa de la situación del satélite una vez al día. A medida que se aproxime, los avisos se harán 12, seis y dos horas antes del impacto.

El sistema de la primera potencia militar del mundo deja mucho que desear. Dos horas antes del impacto, los radares sólo podrán predecir el lugar de caída con un margen de error de 12.000 kilómetros. "Parte de la incertidumbre se debe a que la nave es muy irregular y va dando vueltas difíciles de predecir", señala Matney. A esto se suma que la actividad solar puede acelerar o ralentizar la llegada. De hecho, una inusual actividad de los vientos solares ha sido la causa de la llegada anticipada del UARS, según ha reconocido la NASA. "Sólo sabrán dónde caerán los pedazos minutos antes del impacto", advierte Kessler.

"No hay ninguna forma de controlarlo, todo depende de procesos naturales atmosféricos difíciles de predecir", advierte Krag. Aunque la predicción del tiempo en la Tierra se ha refinado mucho, la del tiempo espacial está aún en pañales. "Es imposible predecir qué tiempo hará mañana en el espacio", añade Krag. En estos casos, lo mejor que se puede hacer es no hacer nada, añaden ambos expertos. Intentar desviar los restos del artefacto, por ejemplo disparándole, "no ayudaría en nada y podría, en cambio, empeorarla situación", advierte Kessler.

Los países de la UE dependen de la NASA para avisarlos de una colisión en su terri-torio. "Estamos a expensas de los datos de EEUU", señala José Torres, jefe de programas espaciales del Instituto Nacional de Tecnología Aeroespacial (INTA). Torres señala que ni España ni ningún otro país de la Unión puede hacer un seguimiento equiparable al estadounidense.

"La ESA y la Agencia Europea de Defensa están desarrollando una red de seguimiento, pero aún está lejos de estar operativa", reconoce. En caso de que la NASA alerte de que el UARS caerá en España, será el INTA el que reciba el aviso y lo transmita a Protección Civil, según fuentes de este cuerpo, que dijeron que, por el momento, no se ha activado ningún dispositivo de asistencia.