Traducido por el equipo de SOTT.net

La guerra psicológica es mucho más poderosa que las balas.

MKUltra
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El gobierno lleva décadas estudiando métodos de lavado de cerebro.Quizás los estudios más infames se enmarcan en el programa MKUltra que la CIA llevó a cabo entre 1953 y 1964 sobre víctimas desprevenidas que no sabían que estaban participando en un brutal estudio.

Sidney Gottlieb
© Armstrong EconomicsSidney Gottlieb.
Los experimentos MKUltra han estado rodeados de misterio después de que el director de la CIA Richard Helms y el antiguo jefe de MKULTRA Sidney Gottlieb destruyeran la mayoría de las pruebas. Sin embargo, documentos recientemente desclasificados arrojan luz sobre los abusos extremos de los derechos humanos llevados a cabo por el gobierno estadounidense.

MKULTRA comenzó en 1953, en plena Guerra Fría. Supuestamente, el gobierno estadounidense quería aprender tácticas de control mental que creía que los gobiernos de la Unión Soviética y China ya dominaban. Además, la CIA estaba interesada en los experimentos realizados por los nazis con los prisioneros de los campos de concentración durante la Segunda Guerra Mundial.

La Operación Paperclip fue el preludio de MKUltra, y comenzó en 1945, cuando la CIA empezó a investigar los métodos de tortura y lavado de cerebro utilizados por el Tercer Reich. De hecho, 1.600 científicos nazis fueron reclutados por el gobierno estadounidense y animados a continuar su trabajo con ciudadanos estadounidenses. Esos científicos también estudiaron formas de llevar a cabo la guerra biológica mediante la militarización de la peste bubónica. Hubo otros estudios, como los proyectos Artichoke y Bluebird, que tuvieron lugar antes de que la CIA desarrollara el infame experimento MKUltra.


Richard Helms, Subdirector Adjunto de Planes de la CIA, propuso el proyecto MKUltra como un «mecanismo de financiación especial para proyectos de investigación y desarrollo altamente sensibles de la CIA que estudiaban el uso de materiales biológicos y químicos para alterar el comportamiento humano.» ¿Cómo podía el gobierno manipular el cerebro humano? El gobierno quería encontrar un «suero de la verdad» para utilizarlo en prisioneros de guerra y en sus propios ciudadanos. El químico de la CIA Sidney Gottlieb se asoció con la compañía farmacéutica Eli Lilly para producir la droga psicodélica LSD para llevar a cabo estos brutales experimentos.

Eli Lilly
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Los participantes procedían de prisiones, centros de adicciones, centros de detención de menores e incluso del ejército estadounidense. Nadie sabía que estaban participando en el estudio. La CIA proporcionó a los investigadores un presupuesto ilimitado y a menudo creó fundaciones falsas para conceder subvenciones TSS. Se reclutaba a médicos de universidades de todo el país, quienes disfrutaban especialmente estudiando a pacientes ya ingresados en hospitales sanitarios o psiquiátricos.

Para manipular el comportamiento humano, los investigadores administraban a sus sujetos LSD y otras drogas psicoactivas e intentaban reprogramar sus mentes. Recurrieron a empresas farmacéuticas para que desarrollaran drogas adicionales que pudieran «promover el pensamiento ilógico, ayudaran a los individuos a soportar "privaciones, torturas y coacciones durante los interrogatorios" e intentos de "lavado de cerebro". Los experimentos duraban a menudo semanas enteras. El Archivo de Seguridad Nacional (NSA) explica:

«La CIA llevó a cabo experimentos aterradores utilizando drogas, hipnosis, aislamiento, privación sensorial y otras técnicas extremas en sujetos humanos, a menudo ciudadanos estadounidenses, que con frecuencia no tenían ni idea de lo que se les estaba haciendo o de que formaban parte de una prueba de la CIA.

Estos registros también arrojan luz sobre un período especialmente oscuro en la historia de las ciencias del comportamiento en el que algunos de los mejores médicos del campo llevaron a cabo investigaciones y experimentos que normalmente se asocian con los médicos nazis que fueron juzgados en Nuremberg».

La privación del sueño, los tratamientos de electroshock, la radiación y el acoso auditivo fueron algunas de las innumerables tácticas utilizadas durante este programa. Hay innumerables relatos de supervivientes sobre los horrores que experimentaron, pero el verdadero alcance de este programa es demasiado extenso para explicarlo aquí. Los documentos recientemente desclasificados abarcan 1.200 páginas y son sólo un fragmento de la verdad.

Matthew Livelsberger's passport
© Armstrong EconomicsEl pasaporte de Matthew Livelsberger fue encontrado en el lugar de los hechos. Otro terrorista más que llevó consigo su pasaporte indestructible cuando iba a cometer un crimen.
Curiosamente, las primeras 1.000 víctimas procedían de bases militares estadounidenses. El terrorista de Nueva Orleans Shamsud-Din Jabbar y el terrorista de Las Vegas Matthew Livelsberger estaban destinados en la base militar de Fort Bragg, en Carolina del Norte. Coincidentemente, llevaron a cabo sus atentados de forma consecutiva, aunque quienes conocían a los hombres afirman que no tenían indicios de que ninguno de los dos pudiera cometer tales crímenes. Ryan Routh, el hombre que intentó asesinar a Trump en el campo de golf, también tiene vínculos con Fort Bragg y lo visitó más de 100 veces. Uno podría adentrarse en una profunda madriguera buscando en cada escenario individual. No hace falta ser un teórico de la conspiración para admitir que algo no cuadra. La congresista Anna Luna Paulina está solicitando información sobre Jabbar y Livelsberger en relación con su conexión con la base militar de Fort Bragg. Otros que no temen ser tachados de teóricos de la conspiración puede que pronto empiecen a hacer preguntas también.

¿Creyó alguien que el gobierno simplemente renunció a desarrollar métodos de guerra psicológica y biológica? El gobierno financia activamente agencias que estudian la guerra biológica y llevó a cabo con éxito la quizás mayor operación psicológica de la historia con el COVID y las restricciones que lo acompañaron. Hay un sinfín de ejemplos del gobierno llevando a cabo experimentos en grandes porciones de la población. Lo aterrador es que nadie sabe que está participando. Merece la pena examinarlo más de cerca.