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Gogol
© Culture.ruNikolai Gogol (1809-1852)
Cómo Nikolái Gógol inventó el horror ruso

Nikolay Gogol inventó el cuento de terror, o al menos el terror ruso. Esta afirmación puede parecer atrevida, pero no está lejos de la verdad. Esta semana celebramos su cumpleaños [Nació el 20 de marzo (calendario antiguo)/1 de abril de 1809], por lo que resulta apropiado reflexionar sobre cómo su legado literario dio forma al género en Rusia.

La primera obra que inevitablemente viene a la mente es «Viy» de Gogol, junto con su escalofriante adaptación soviética. Dejemos a un lado la cuestionable calidad del remake moderno; recuerdo vívidamente una visita escolar a los estudios Mosfilm, donde el mero hecho de echar un vistazo a los decorados de la película original me ponía la piel de gallina. Pero «Viy» no trata sólo de brujas, demonios u otras criaturas folclóricas. De hecho, gran parte de la literatura de terror se inspira en estos temas, desde los inquietantes relatos de monstruos y demonios de Hoffmann hasta las predecibles historias de vampiros contemporáneas. Al fin y al cabo, el folclore nos prepara para enfrentarnos a la muerte y al más allá.

Pero Gogol va más allá. En «Viy», se adentra en la mitología oscura y arcaica que acecha bajo la superficie del folclore. El monstruoso Viy y su demoníaco séquito representan las fuerzas primigenias y ctónicas del inframundo, que persiguen implacablemente al desventurado Homa Brutus.

El poder del horror de Gogol reside en la intersección de la mitología, la filosofía y la sociedad. Es más que un simple susto: es una historia con profundos significados ocultos. Su filosofía sugiere dos formas de comprender la realidad sin palabras: la risa, como Demócrito, o las lágrimas, como Heráclito.

Así, el misticismo y el absurdo de Gogol, como se ve en obras como «La Nariz», buscan comprender la realidad rusa a través de la risa histérica y las lágrimas aterrorizadas que rozan la locura.



Comentario: La película anterior, Viy, tiene subtítulos en inglés.

En un programa ruso sobre los secretos de la película se dijo que era la única película de terror producida en la época soviética, ya que de otro modo no se hacían ni se permitían películas de terror. Puede que no sea del todo cierto, pero probablemente casi.

El escenario de gran parte de la película es de Ivano-Frankovsk, en Ucrania occidental. Curiosamente, las wikis de los dos actores principales, Leonid Kuravlyov y Natalya Varley, señalan que en sus últimos años se convirtieron en cristianos devotos. ¿Quizás, en ese sentido, aprendieron de Gogol?


Los límites entre la realidad y lo sobrenatural se difuminan continuamente en la obra de Gogol. En «El Abrigo» habitan fantasmas, en «El Retrato» aparecen retratos vivientes, e incluso la comedia absurda «El Inspector del Gobierno» termina con una espeluznante y silenciosa revelación. Todos estos relatos se funden en lo que los críticos contemporáneos denominan «chthon ruso», una manifestación exclusivamente rusa del horror y lo siniestro.

Antes de Gogol, a pesar de los intentos de escritores como Bestuzhev-Marlinsky y Orest Somov, esta forma distintiva no existía plenamente en la literatura rusa.

La brillantez de los elementos sobrenaturales de Gogol radica en que nunca se reducen a meras metáforas de la moralidad o los problemas sociales. El terror de Stephen King, por ejemplo, tampoco es metafórico. Sus criaturas -personajes poseídos, payasos espeluznantes- son inquietantemente reales dentro de su universo ficticio, reflejando la disfunción social sólo cuando se les confronta directamente.

Del mismo modo, la famosa y absurda «Nariz» de Gogol no es simplemente una figura simbólica. Más bien, la extraña historia de una nariz que vive independientemente de su dueño pone de manifiesto el absurdo y la complejidad de la vida burocrática en la Rusia imperial.

El verdadero horror surge cuando la realidad y lo imposible se funden indistintamente. Un acto trivial pero escandaloso, como la aparición de un graffiti ofensivo en la pared de una ciudad inmaculada, puede aterrorizar a los funcionarios, pero también provocar una seria reflexión. La «Terrible Venganza» de Gogol es quizá su obra más inquietante, no sólo por la brujería, sino por su perfecta integración en la realidad cotidiana rusa.

La historia confronta a los lectores con la cruda realidad de la mortalidad y la moralidad, obligándoles a plantearse preguntas desafiantes y eternas: ¿Qué es el deber? ¿Está justificada la venganza? ¿Cuándo se rompen irremediablemente las relaciones tradicionales entre generaciones?

Casi toda la literatura de terror rusa contemporánea sigue el modelo de Gogol. Sin embargo, a pesar de mi profunda admiración, afirmar que inventó el terror sin más puede ser demasiado halagador.

Gogol aprovechó con maestría las técnicas narrativas de los cuentos de hadas y los mitos, en los que los elementos sobrenaturales nunca fueron meras metáforas, sino esenciales para iluminar verdades más profundas. Sus historias obligan a los lectores a ver la realidad a través de las lágrimas o la risa, no desde una perspectiva puramente social o ética, sino profundamente sagrada.

Pensemos en la espeluznante historia folclórica del hermano que rompe un tabú y se convierte en un monstruo con estacas afiladas en lugar de piernas. Gogol adopta un ritmo narrativo similar, adaptado a su singular contexto: un héroe rompe un tabú social o ético -a menudo sutilmente o fuera de escena- y desata una pesadilla.

El propio Gogol ha entrado ahora en el panteón del horror como personaje de películas contemporáneas que llevan su nombre, lo que subraya su influencia duradera. Tal vez no inventara el género él solo, pero su fusión de lo sobrenatural con la dura realidad rusa creó sin duda algo singularmente poderoso, que aún resuena hoy en día.

El terror ruso, gracias a Gogol, persiste como fuerza literaria precisamente porque se enfrenta a lo desconocido e incognoscible, basándose en la cruda y a menudo absurda realidad de la vida cotidiana. En este sentido, no se limitó a crear relatos terroríficos, sino que proporcionó a Rusia una lente distintiva a través de la cual percibir el mundo, llena por igual de horror, absurdo y profunda indagación filosófica.