Traducido por el equipo de editores de Sott.net en españolHace un cuarto de siglo, en la noche del 25 de diciembre de 1991, la bandera roja fue arriada de la cúpula del Kremlin - y la URSS dejó de existir. Podría decirse que lo que el presidente Putin describió más tarde, en 2005, como "la mayor catástrofe geopolítica del siglo XX", se duplicó como la caída más completa de un imperio en la historia moderna.
© Sputnik/ Alexey Druzginin/Anton Denisov/Russian Presidential Press Office
Mucho más allá de los archivos históricos del marxismo-leninismo, cubiertos de repente por llamativos y brillantes carteles incitando al consumo compulsivo, lo que se desarrolló a nivel personal fue un "drama real" (de nuevo palabras de Putin) de millones de rusos repentinamente expulsados de la federación, dispersos entre 12 nuevas repúblicas diseminadas a través de Eurasia.
El mundo se hizo unipolar en un instante; una forma de totalitarismo desapareció en beneficio de otra, apoyada en dos pilares clave; la OTAN, impulsada al papel de Robocop global, y el privilegio exorbitante de imprimir el dólar de EE.UU. como una moneda fiduciaria. Los funcionarios neohegelianos sin aliento del Imperio proclamaron apresuradamente el fin de la Historia. La alegría general del neoconservadurismo parecía difuminar la teoría creada en 1987 por el historiador de Yale, Paul Kennedy, en
The Rise and Fall of the Great Powers [
Auge y caída de las grandes potencias], que enfatizaba que el imperio global estadounidense, como todos los imperios anteriores, estaba en declive.
Todo el mundo recuerda el 25 de diciembre de 1991. Permítanme un breve interludio personal. En esa fatídica noche de invierno, yo estaba en el Ganges, en Varanasi, inmerso en asuntos más espirituales. Estando en la carretera conduciendo sin parar, a través del sudeste asiático, y luego en la India, Nepal y una China en auge, sólo comprendí la enormidad de lo que había sucedido después de abordar el transiberiano desde Pekín y llegar a la Moscú despejada de la URSS más de dos meses después del hecho. Fue ese viaje el que me hizo salir de Occidente para aprender de Asia desde dentro, y seguirá lo que yo más tarde caracterizaría como el Siglo Eurasiático.
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