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Desde hace mucho tiempo los neurocientíficos han considerado los campos eléctricos extracelulares del cerebro demasiado débiles para afectar la función diaria del órgano. Un nuevo estudio de Caltech demuestra que estos campos eléctricos, aparentemente errantes, realmente alteran la función de las neuronas, dándole a los científicos otro enigma que resolver.
Los campos extracelulares existen a través del cerebro vivo. Sus ecos distantes pueden medirse fuera del cráneo como ondas del EEG. Estos campos son particularmente fuertes y robustamente repetitivos en ciertas regiones del cerebro, como el hipocampo, que está involucrado en la formación de la memoria y la neo-corteza, el área donde se almacenan las memorias de largo plazo.
Previamente, los neurobiólogos pensaban que los campos eran capaces de afectar - y hasta controlar - la actividad neuronal solamente durante condiciones patológicas severas, como las convulsiones epilépticas, que inducen campos muy fuertes. Sin embargo, pocos estudios evaluaron certeramente el impacto de campos no epilépticos mucho más débiles - pero más comunes. "La razón es sencilla", dice Anastassiou [Costas Anastassiou, postdoctorado en Caltech]. "Es muy difícil conducir un experimento en vivo en la ausencia de campos extracelulares" para observar qué cambia cuando los campos no están presentes.
Para desenredar esos efectos, Anastassiou y sus colegas se enfocaron en campos fuertes pero de oscilación lenta, llamados potenciales de campos locales (LFP por sus siglas en inglés), que surgen de los circuitos neuronales compuestos solamente de unas cuantas células cerebrales de ratas. La medición de esos campos y de sus efectos requirió el posicionamiento de un grupo de pequeños electrodos dentro de un volumen equivalente al del cuerpo de una sola célula - y a una distancia entre células de menos de 50 millonésimas de un metro; esto es aproximadamente el ancho de un cabello humano.