Las personas se convencen de sus propias mentiras, convirtiéndose en víctimas de sus propios inventos a medida que empiezan a dirigir sus vidas con normas de conducta, ideas, sentimientos o instintos que no corresponden a su realidad interna. Lo que es verdaderamente grave en este asunto es que el individuo pierde todos los puntos de referencia con respecto a lo que abarca la verdad, y lo que abarca la mentira. Él se acostumbra a considerar como verdadero sólo lo que es conveniente para sus intereses personales, todo lo que está en oposición a su autoestima o en conflicto con los prejuicios ya establecidos, lo considera falso.
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