© ReutersEttore Gotti Tedeschi
Ettore Gotti Tedeschi conoce algunos de los grandes secretos financieros que se han cocido en los últimos años a ambos lados del río Tíber. Hasta el pasado mes de mayo este economista altivo e influyente compaginaba dos presidencias que le granjeaban respeto y admiración por doquier: la del Instituto para las Obras de Religión -la banca de la Santa Sede- y la del Santander Consumer Bank en Italia. Por los pasillos vaticanos le prodigaban las reverencias, un tratamiento que se repetía en la prensa italiana.
Ser al mismo tiempo el banquero del Papa y el hombre de Emilio Botín en Italia le permitió estar en la primera línea de dos operaciones de gran envergadura. La primera fue el intento de modernización del Instituto para las Obras de Religión (IOR) para que se adaptase a los estándares de transparencia financiera internacional. Esta fue su principal labor hasta que fue cesado en mayo con una durísima nota del consejo de la institución, que lo había fichado en 2009 para poner en orden el banco. Gotti Tedeschi pasó de ser el economista de confianza de Benedicto XVI (su pluma está detrás de buena parte de la encíclica Caritas in veritate) a ser considerado un apestado. En algunos círculos vaticanos se rumoreó incluso que él era el topo del caso Vatileaks.
Pese a la que le cayó encima entonces, prefirió no hablar por su "amor hacia el Papa". Se guardó los secretos que habían provocado que el secretario de Estado, el cardenal Tarcisio Bertone, decidiese decapitarle con guante de terciopelo. "Me debato entre el ansia de explicar la verdad y el no querer turbar al Santo Padre", dijo, denunciando que su reputación se hubiese puesto "vilmente en discusión". Estos días Gotti Tedeschi ha vuelto a mantener la boca cerrada. Al menos, frente a la opinión pública. Ante la Justicia sí que debió de hablar, pues pasó cuatro horas el jueves testificando delante de los fiscales que investigan el escándalo financiero que sacude al Monte dei Paschi di Siena (MPS).
Enlace en la operación de AntonvetaLa Fiscalía considera que el exbanquero del Papa ha de conocer los secretos de la operación que motivó que la entidad financiera toscana haya tenido que pedir 3.900 millones de euros al Estado italiano para evitar la bancarrota. Gotti Tedeschi fue el hombre que, en 2007, hizo de enlace con Monte dei Paschi en la venta del banco Antonveneta, que había sido comprado por el Santander un mes antes a los holandeses de Abn Amro por 6.300 millones. MPS pagó 9.300 millones a Santander por Antonveneta y desembolsó otros 800 millones por diversos gastos. La cantidad que ofreció dejó a muchos con la boca abierta y la mosca detrás de la oreja. Los responsables del banco más antiguo del mundo la justificaron diciendo que era la única manera de crecer en el mercado financiero italiano: Monte dei Paschi se convertía así en la tercera entidad nacional, tras Intesa Sanpaolo y Unicredit.Aquella compra provocó un agujero en las cuentas del banco que trató de arreglarse con oscuras operaciones financieras de alto riesgo que salieron aún peor, lo que aumentó las pérdidas. Además de negligencia, la Fiscalía considera que hay indicios de delito en la compra de Antonveneta. Acusan a la cúpula de MPS, en cuyo vértice estaba entonces Giuseppe Mussari, presidente hasta hace unos días de la patronal bancaria italiana, de haber llegado a un acuerdo secreto con el Santander para hacer subir el precio artificialmente. Gotti Tedeschi y Mussari pudieron reunirse en multitud de ocasiones en aquella época, como sugieren las citas anotadas en las agendas de aquel. La Guardia de Finanzas se incautó de ellas en el registro que realizó el año pasado en sus casas y en su oficina en el transcurso de una investigación por un posible caso de lavado de dinero negro en el IOR.
Antes de que su estrella dejase de brillar, Gotti Tedeschi analizó durante un tiempo la situación económica internacional desde la portada de L'Osservatore Romano, el diario de la Santa Sede. En diciembre de 2010 ofrecía su salida para la crisis económica: tener hijos. Y cuantos más, mejor. Contaba que Occidente sólo volvería al crecimiento con un repunte de la natalidad y de la productividad. Los hijos, escribía, son "agentes de desarrollo", por lo que cada matrimonio debe tener al menos dos, para garantizar así el relevo generacional y el desarrollo económico.
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