Dos años después de las revueltas que desembocaron en la caída de Gaddafi, Libia está lejos de ser un país democrático y se encuentra destrozado por las mismas fuerzas que lo invadieron, creen los expertos.
El segundo aniversario de las revueltas ha estado marcado por la explosión de un coche bomba en la ciudad de Bengasi, conocida como la cuna de la revolución. Sin embargo, el suceso no ha impedido las celebraciones. Los habitantes salieron a las calles pese a las restricciones aplicadas por el Gobierno para mantener el orden y la tranquilidad, en el contexto de reiterados llamamientos a derrocar el nuevo Ejecutivo que, según algunos ciudadanos, no cumple con el rumbo democrático.
El país no tiene nada que celebrar porque la revolución la destrozó, opina el analista internacional Carlos Aznárez. "Lo que ha ocurrido en realidad en Libia es una intervención injerencista extranjera con la colaboración de grupos mercenarios", sostiene Aznárez, que sostiene que los libios en algunas provincias viven "en absoluta desolación y destrucción por parte de quienes lo invadieron desde el extranjero".
"Sobre todo en estos últimos meses se ha visto la presencia militar italiana con soldados que maltratan a la población, también algunos mercenarios salafistas que llegaron desde Qatar o desde otros lugares de la región y que han cometido crímenes abominables", señala el analista.
"A todo esto hay que sumar el desmembramiento del país, porque es verdad, hay lugares, hay provincias, está el caso de Fezán donde grupos solidarios con el régimen anterior se han declarado independientes", añade.
El país está viviendo lo que pasa cuando se producen invasiones occidentales contra países que tenían "algún gobierno de características más populares o más progresistas": primero lo destruyen y después para reconstruir invitan a empresas amigas que van a subsanar todo lo que destrozaron los que entraron primero, sostiene Aznárez.
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