Imagen
© Desconocido
Una punta de sílex llevó en 1999 a los arqueólogos Dennis Stanford,de la Institución Smithsoniana, y Bruce Bradley de la Universidad de Exeter, a plantear que los primeros humanos pudieron haber llegado a América por mar desde el golfo de Vizcaya.

Imagen
© DesconocidoDennis Stanford
Era, para ellos, la única explicación lógica a la extrañeza de la pieza, que, descubierta en el yacimiento de Cactus Hill (Virginia, Estados Unidos) y datada entre hace 17.000 y 15.000 años, guardaba gran similitud con los útiles de la cultura solutrense, que se desarrolló en Francia y la Península Ibérica entre hace 22.000 y 18.000 años. ¿Cómo podía ser? Stanford y Bradley proponían la hipótesis solutrense: pobladores de la zona del golfo de Vizcaya habrían llegado al Nuevo Mundo y dado lugar a la cultura de Clovis, una de las más antiguas de América. La publicación hoy en la revista Nature de los resultados del análisis del genoma de un niño de esa cultura echa por tierra tal idea.
Imagen
© DesconocidoBruce Bradley
La cultura de Clovis se desarrolló entre hace 13.000 y 12.600 años en Norteamérica y Centroamérica. Los prehistoriadores no saben si tal expansión se debió a la pujanza de un solo pueblo o a la adopción por parte de diferentes comunidades de una tecnología muy avanzada para la época, que se caracteriza por la forma aflautada de sus puntas de piedra. Sus primeros vestigios se encontraron en Nuevo México en la década de 1930 y, en 1968, se descubrió en el yacimiento de Anzick (Montana) el único enterramiento conocido asociado a Clovis. Los huesos reposaban debajo de una capa de artefactos de piedra y estaban cubiertos por ocre rojo. Correspondían a un niño que había vivido entre hace 12.707 y 12.556 años. El pequeño del que ahora se ha analizado el genoma.

Imagen
© DesconocidoCultura de Clovis
"En consonancia con estudios arqueológicos y genéticos anteriores, nuestro análisis del genoma refuta la posibilidad de que la cultura de Clovis se originara por una migración europea (solutrense) a América", sentencian Morten Rasmussen (derecha), del Museo de Historia Natural de Dinamarca, y sus colaboradores en Nature.

Su estudio demuestra que Anzick-1 -como se conoce al niño por el yacimiento del que procede- tenía ancestros siberianos y está estrechamente emparentado con los actuales nativos americanos, mientras que los europeos occidentales están entre los humanos de los que más alejado se encuentra genéticamente hablando de un conjunto de 143 poblaciones.

Imagen
© DesconocidoMorten Rasmussen
"A menos que los proponentes [de la hipótesis solutrense] presenten pruebas de antepasados europeos en otros genomas de antiguos americanos bien datados, la hipótesis solutrense no puede seguir siendo tratada como una alternativa creíble para los orígenes de Clovis o de los nativos americanos. Es el momento de pasar a temas más interesantes", dicen en un comentario adjunto Jennifer Raff y Deborah Bolnick, de la Universidad de Texas.

Aventureros de la Edad del Hielo

El mundo era muy diferente a finales de la Edad del Hielo, cuando el hombre conquistó América. En Europa, los hielos perpetuos llegaban hasta la latitud de París, las Islas Británicas estaban bajo 1,5 kilómetros de hielo y Escandinavia, bajo 3; al otro lado del mundo, Asia y América estaban unidas por el Puente de Beringia, debido al descenso del nivel de mar por la glaciación, y gran parte de Norteamérica estaba congelada.

Imagen
© Desconocido
Los habitantes del Arco Atlántico sobrevivían a duras penas al borde de un Cantábrico que se limitaba a una estrecha lengua de agua limitada pocos kilómetros al norte por el hielo y, según Stanford y Bradley, pudieron adentrarse en el mar en pequeñas embarcaciones y acabar accidentalmente al otro lado del océano. Sin posibilidades de volver a casa. La historia de esos supuestos colonizadores fue popularizada en Ice Age Columbus: who were the first americans? (El Colón de la Edad del Hielo: ¿quienes fueron los primeros americanos, documental producido por Discovery Channel en 2005.

La hipótesis solutrense ha sido siempre minoritaria entre los prehistoriadores. Y es que el parecido de la punta de Cactus Hill con una solutrense no es suficiente para demostrar una transmisión transocéanica del conocimiento. A lo largo de la Historia, el ser humano ha llegado independientemente a soluciones similares para los mismos problemas en diferentes partes del globo y épocas: la agricultura surgió en Mesopotamia, pero también en Mesoamérica, los Andes, África ecuatorial y el Sudeste asiático; las pirámides se levantaron en Egipto, América Central y Sudamérica, también independientemente. Además, aunque fuera posible que cruzaran el Atlántico, eso no significa que los solutrenses lo hicieran y, de hacerlo, ¿por qué no se llevaron también con ellos a América, por ejemplo, el arte rupestre?

Imagen
© Desconocido
Rasmussen y su equipo -en total, 42 investigadores de Dinamarca, Estados Unidos, Suecia, Reino Unido y Arabia Saudí- concluyen en Nature que Anzick-1 formaba parte de un grupo "del que descienden los nativos americanos y que está estrechamente relacionada con todas las poblaciones indígenas de América. Los nativos americanos contemporáneos son descendientes de la gente que hizo los útiles de Clovis y que enterró a este chico".

El posible escenario de la colonización americana sería el siguiente, según Raff y Bolnick: la llegada desde Siberia al norte de Beringia hace unos 32.000 años; la expansión al este de Beringia y "evolución genética de las características únicas de los nativos americanos" hace entre 26.000 y 18.000 años; y la entrada en el continente americano gracias al deshielo de la franja costera del Pacífico hace unos 17.000 años. Las condiciones que tuvieron que soportar los humanos aislados en Beringia durante miles de años tuvieron que ser tremendamente duras. Después, hubo, al menos, otras dos entradas de población siberiana en América que acabaron de conformar las poblaciones indígenas, que hasta Cristóbal Colón no recibieron ningún aporte genético de Europa occidental.

Artículo relacionado:

* Ancestry of first Americans revealed by a boy's genome (New Scientist)