Moscú sitúa el nuevo límite en Chongar, localidad ubicada más allá del territorio de la península de Crimea.
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© Aleksei SánchezLa bandera cosaca aparece en un control de carretera en Chongar
La bandera rusa preside el puesto de control de Chongar, localidad situada en la provincia de Jersón, más allá del límite peninsular, que el Ejército ruso ha convertido en nueva frontera de Crimea. Los anónimos «hombres de verde» que han ocupado toda la península, acompañados de efectivos del Berkut (fuerzas especiales de Ucrania disueltas por el nuevo Gobierno) y de cosacos - omnipresentes en este conflicto - comparten las tareas de seguridad en este puesto fronterizo en el que no hay excesivas pegas para abandonar Crimea, pero donde ocurre todo lo contrario a la hora de intentar entrar.

Chongar es un pueblo de apenas mil personas ocupado hoy por estas fuerzas sin distintivos que se presentan como de «autodefensa» y que dicen tener el objetivo de «frenar la llegada de los radicales de Kiev». Así, al menos, lo repiten cada vez que se les pregunta por su trabajo.

«Puede salir, pero como extranjero no le garantizo que luego pueda volver a entrar», nos advierte un encapuchado parapetado tras una especie de barricada hecha con neumáticos. A sus espaldas se ve una larga fila de tiendas de campaña y camiones militares rusos aparcados. Aquí, a diferencia de lo que ocurre dentro de la península, todos los hombres van bien armados y uniformados. Las tropas ucranianas no están lejos y los servicios de seguridad de Kiev acaban de informar de la «detención de un grupo de reconocimiento de las fuerzas especiales rusas en la provincia de Jersón que tenía el objetivo de estudiar los movimientos de las unidades militares de Ucrania» que refuerzan la zona.

«No se le ocurra bajar del coche, esto es zona cerrada y no está permitido salir del vehículo», nos conminan al tiempo que nos señalan con su fusil el camino de vuelta a Simferópol. No hay margen de negociación. No queda más remedio que dar media vuelta para poner rumbo a la capital por una carretera semidesierta en la que la mayor parte del tráfico lo forman camiones, uno de los motivos que explica que todos los comercios estén perfectamente surtidos pese al bloqueo militar. A pocos kilómetros de Chongar hay que detenerse para dejar paso a una fila interminable de vehículos blindados rusos que se dirigen a la base de Dzhankoy. En un comercio cercano los vecinos nos explican: «Es el Ejército ruso; los muchachos vienen de Chechenia...».

Los soldados que viajan en el exterior de los vehículos responden a los saludos de una población que les da la bienvenida.

Cierre aéreo

Con la Flota del Mar Negro desplegada y las dos carreteras que unen Ucrania con Crimea plenamente controladas ya solo quedaba cerrar el espacio aéreo. Es lo que se hizo ayer. La compañía nacional aérea ucraniana confirmó el cierre de las conexiones de vuelos comerciales con Simferópol. Un movimiento que ya había comenzado a gestarse 24 horas antes. Ayer solo operaba la línea que enlaza Simferópol con Moscú. Una situación que, según las líneas aéreas ucranianas, podría alargarse hasta el próximo miércoles.

En los 140 kilómetros que van desde la frontera hasta Simferópol los carteles publicitarios han sido reemplazados por propaganda electoral. «Todos con Rusia, el 16 de marzo, referéndum», es el eslogan de la campaña lanzada por el Parlamento regional y que ha llegado hasta el último rincón de Crimea. No existe ningún tipo de campaña que pida votar a favor de la segunda opción que se planteará a los ciudadanos y que supondría reinstaurar la Constitución de 1992 y el estatus de Crimea como parte de Ucrania.

Las autoridades locales trabajan contrarreloj y comienzan a adelantar las primeras medidas tras la anexión. El viceprimer ministro crimeano, Rustám Temirgalíev, habló de la nacionalización de las empresas estatales «incluidas las de energía como Chernomorneftegaz, y algunos sanatorios estatales» que pasarán «a propiedad de la república de Crimea», según recogió la agencia Interfax.

El aspecto económico preocupa a ciudadanos y ha sido el primer objetivo de la campaña de carteles en las calles en los que de forma muy explícita se comparan los precios de la gasolina en Ucrania y Rusia, el salario mínimo, el sueldo de un médico... todo en rublos para que los vecinos de Crimea se vayan mentalizando de que la nueva moneda comenzará a circular en breve, y todo a favor en caso de que el domingo se refrende la anexión a la Federación Rusa.