Los analistas políticos siguen con toda atención los esfuerzos de Estados Unidos por provocar «cambios de régimen» simultáneos en Venezuela, Ucrania y Siria. Washington pretende demostrar así que sigue siendo una superpotencia capaz de controlar el curso de los acontecimientos en varias regiones geográficas al mismo tiempo y amedrentar de esa manera a quienes crean poder sustraerse a su predominio recurriendo a nuevas alianzas. Nil Nikandrov analiza en este trabajo la crisis en Venezuela y pone los puntos sobre las íes ante la ola de mentiras de los medios de prensa occidentales.

Imagen
Manifestantes « pacíficos » –pero encapuchados– preparan un coctel Molotov en medio de un enfrentamiento en Caracas, el domingo 2 de marzo de 2014.
En Venezuela, los bolsones aislados de manifestaciones estudiantiles que subsistían en algunas grandes ciudades, desaparecieron como por arte de magia durante el reciente carnaval. Para ser más exactos, desaparecieron en los barrios más acomodados de esas ciudades. Olvidando la tradición de viajar a las playas del Caribe durante esta temporada, los organizadores de las manifestaciones antigubernamentales habían declarado que las protestas continuarían porque «el descontento popular» había alcanzado un punto culminante. Un empujoncito más y el régimen se iría a pique, el presidente Nicolás Maduro y sus compañeros huirían a Cuba y Venezuela volvería a ser «una verdadera democracia». Los principales canales de televisión occidentales dieron amplia cobertura a las manifestaciones. Y después... silencio total. Los venezolanos se relajaron y celebraron su carnaval.

El papel protagónico de la guerra psicológica contra Venezuela lo desempeñan las agencias de inteligencia de Estados Unidos. Durante toda la presidencia de Hugo Chávez, Washington desató una intensa guerra mediática destinada a desacreditar la idea misma de que pudiese existir un socialismo del siglo 21.

Chávez nunca prometió un éxito rápido. Pero su bien pensada política social permitió lograr muchas cosas. Según los sondeos de opinión, los venezolanos están entre los pueblos más felices de América.

Los progresos de la revolución bolivariana en materia de salud, de educación y construcción de viviendas a precios accesibles garantizaron a Hugo Chávez el respaldo popular. Ese sólido frente interno le permitió enfrentar exitosamente las actividades subversivas de Estados Unidos, no sólo en Venezuela sino también en la arena internacional.

Un punto fundamental de esta guerra mediática fue la creación del canal de televisión TeleSur con la participación de países aliados de Latinoamérica y la subsiguiente creación de la estación radial RadioSur y de un estudio nacional de cine que produce largometrajes sobre temas patrióticos. Casi cada semana aparece en las pantallas un nuevo film atrayendo a través de todo el país tantos espectadores como las películas de acción de Hollywood. También se ruedan documentales que explican la política de Estados Unidos en Latinoamérica, incluyendo cómo se apoderó ese país del petróleo de otros y la eliminación de los políticos que no son del agrado de Washington.

Desde que murió Hugo Chávez ha podido verse un recrudecimiento de la propaganda de guerra contra su sucesor, Nicolás Maduro. Washington decidió que ha llegado el momento de derrocar el régimen. Para ello ha movilizado todo su arsenal desestabilizador - desde los paramilitares colombianos que infiltra en Venezuela para perpetrar actos de terrorismo hasta el sabotaje económico y financiero y la utilización de las redes sociales en internet.

Haciendo uso de la palabra en la ONU, el ministro de Relaciones Exteriores de Venezuela Elías Jaua declaró que los medios de prensa de la oposición venezolana - así como los medios extranjeros - están inmersos en una intensa campaña tendiente a derrocar al presidente Maduro. Jaua explicó posteriormente que se refería «a campañas bien preparadas que han sido puestas en práctica a través de influyentes redes de televisión». Observó que personalidades de Estados Unidos y artistas europeos «que apenas saben dónde está Venezuela» son utilizados para atacar el gobierno venezolano. Ejemplo de ello son varias declaraciones que se hicieron en plena ceremonia de entrega de los premios Oscar.

Jaua se refería en particular a la cadena de televisión CNN, corrientemente utilizada por la CIA para propagar noticias falsas, que difunde constantemente todo tipo de comentarios negativos contra el gobierno de Venezuela y el presidente Nicolás Maduro. Así ha sucedido con la cobertura tendenciosa de las manifestaciones callejeras, descrita en CNN como pacíficas, a pesar de que los manifestantes bloquean las calles, incendian automóviles, agreden a los policías y arremeten contra las infraestructuras urbanas, como los transportes públicos.

Entre otros actos agresivos, los partidarios de la oposición utilizan barreras metálicas erizadas de clavos para interrumpir la circulación de los vehículos, ocasionando así numerosos accidentes. También instalan cuerdas de nylon a través de las vías con la intención expresa de atentar así contra las vidas de los «motorizados» - trabajadores que utilizan motocicletas para la entrega y distribución de bienes, medicamentos, correo, etc. Estos trabajadores motociclistas, generalmente favorables al gobierno bolivariano, son vistos por la oposición como una fuerza hostil.

A pesar de lo anterior, la CNN guarda silencio sobre el comportamiento abiertamente agresivo y peligroso de los manifestantes de la oposición.

Los medios internacionales en general también guardan silencio sobre los esfuerzos del presidente Nicolás Maduro por establecer un diálogo sereno y abrir canales de comprensión mutua con la oposición y los círculos oligárquicos que organizan y financian una campaña ya prolongada de desobediencia civil. La tolerancia de las autoridades comienza incluso a verse entre la población como una debilidad.

Ante esta cobertura sesgada - a veces incluso incendiaria - de los acontecimientos en Venezuela, las autoridades bolivarianas decidieron expulsar del país a los corresponsales de CNN. Pero los periodistas de otros medios, como la agencia estadounidense Associated Press, la francesa AFP, la española EFE y la británica Reuters, también divulgan una visión tendenciosa de los hechos, al extremo que yo no logro definir un momento en que los periodistas occidentales acreditados en Venezuela hayan dado la menor prueba de independencia en su interpretación de lo que allí sucede. En materia de política internacional, prácticamente todos se alinean fundamentalmente con la manera de pensar de Washington.

El gobierno de Nicolás Maduro hace todo lo posible por contrarrestar la propaganda hostil a través de la cual Washington trata de exacerbar la situación con la esperanza de obtener un pretexto para justificar la intervención directa en Venezuela. El gobierno venezolano ha enfrentado múltiples amenazas y advertencias de la administración estadounidense, que pretende que el gobierno libere a los individuos arrestados durante las manifestaciones callejeras.

El propio presidente Barack Obama se refirió a esto, el 20 de febrero de 2014, en Toluca durante una reunión con sus homólogos de Canadá y México.

El senador republicano John McCain emitió, por su parte, una declaración que suena a ultimátum: «Tenemos que estar dispuestos a utilizar la fuerza militar para entrar en Venezuela e instaurar allí la paz». El senador subrayó que esa operación debería incluir la participación de soldados de Colombia, Perú y Chile. Incluso dijo que varios líderes democráticos están enteramente dispuestos a asumir la responsabilidad de gobernar Venezuela, con el pleno consentimiento de Washington.

McCain explicó incluso por qué Estados Unidos necesita «marionetas democráticas» en Venezuela. Porque se trata, primero que todo, de garantizar la entrega rápida de hidrocarburos a Norteamérica. El petróleo proveniente del norte de África y del Medio Oriente demora generalmente 45 días en llegar a Estados Unidos. El que viene de Venezuela llega en unas 70 horas.

Para explicar la situación en Venezuela y la posición del gobierno de ese país, el ministro de Relaciones Exteriores Elías Jaua inició una gira por varios países de Latinoamérica y Europa mientras que el ministro de Energía Rafael Ramírez se reunió con el presidente ruso Vladimir Putin y con responsables del gobierno chino.

La presidenta de Argentina, Cristina Fernández de Kirchner, declaró que existe una verdadera amenaza de «golpe de Estado suave» contra Venezuela. Y agregó:
«No estoy aquí para defender a Venezuela o al presidente Maduro. Estoy aquí para defender el sistema democrático de un país, como lo hemos hecho con Bolivia, Ecuador o cualquier otro país de la región sin importar que sean de izquierda o de derecha.
La democracia no es propiedad de la derecha o de la izquierda.
La democracia es mostrar respeto por la voluntad del pueblo.
Sería fatal para la región, para los grandes progresos que Latinoamérica ha alcanzado en los últimos años en materia de integración, que permitiésemos que vientos extranjeros arrasen nuestros países y destruyan nuestra fraternidad.»
Cristina Fernández recordó también que ha habido en los últimos 14 años ha habido en Venezuela 19 elecciones, con una sola derrota para el partido actualmente en el poder.

Conforme a la Constitución de Venezuela, un referéndum revocatorio podría realizarse en 2016 y esa sería la única vía legítima para cambiar el gobierno, opinión que comparten la mayoría de los dirigentes de Latinoamérica.

Los analistas políticos se mantienen atentos a la sincronización de los esfuerzos del Imperio por concretar sus «cambios de régimen» en Venezuela, Ucrania y Siria. Washington pretende demostrar al mundo que sigue siendo una superpotencia capaz de dirigir el curso de los acontecimientos en varias regiones del planeta al mismo tiempo.

Barack Obama quiere concluir su periodo como presidente con victorias espectaculares en el este de Europa y en Latinoamérica. Convertir Ucrania en un Estado satélite permitiría garantizar la presencia militar de Estados Unidos en las fronteras de Rusia y un «cambio de régimen» en Venezuela pondría fin a los proyectos independientes de integración en Latinoamérica.