Steve Bannon
© AP Photo/Evan VucciEl estratega jefe de la Casa Blanca, Steve Bannon, escucha al presidente Donald Trump durante una reunión con los alguaciles del condado en la sala Roosevelt de la Casa Blanca en Washington.
Traducido por el equipo de Sott.net en español

En medio de los profundos recesos de la trumpología-la nueva disciplina repleta de "expertos" que tratan de decodificar la nueva presidencia estadounidense- se ha convertido en una moda ridiculizar al estratega jefe de la Casa Blanca, Steve Bannon, como una criatura sociopática del pantano jurásico, un "cuasi fascista" comparable a los islamofascistas.

(A pesar de que Bannon solamente califica metafóricamente como un cortacabezas.)

Descartar a Bannon como una especie de Maquiavelo/Richelieu remezclado del siglo XXI con pantalones tipo cargo y lazos desagradables equivale a un tiro barato juvenil. Kelyanne Conway puede ser un "cuchillo luchador con palabras"; Jared Kushner puede haber tomado las ofertas de bienes raíces del tren D de Manhattan para hacer de menos al Secretario de Estado sentado en la sala de emergencias. Pero el hombre a estudiar detalladamente tiene que ser Bannon, que come ensayos de historia y teoría política para el desayuno. Despedirlo por propia cuenta y riesgo.

El Maquiavelo de la posverdad detrás del más poderoso de los Príncipes ve nuestra coyuntura geopolítica actual como la batalla final entre el bien y el mal (no, el veredicto de Nietzsche, para él, no se aplica). Lo "bueno" en nuestro caso es la civilización cristiana y su historia de dos milenios - con un posible lugar de honor para la Ilustración y la Revolución Industrial.

En contraposición, el "mal" presagia un elenco de personajes de "amenaza existencial", desde tecnócratas/élites de la posmodernidad/secularistas (el enemigo interior) hasta el islam (el enemigo en general). Incluso China, debido al confucianismo ateísta, podría ser retratada como "malvada".

Así que las apuestas son claras. Matizar es para los traidores. Y el único camino hacia la victoria, de acuerdo con la doctrina de Bannon, es un devastador choque y temor contra el "sistema." Anteriormente me he referido al enfoque leninista de Bannon sobre cómo capturar y mantener el poder y destruir el viejo orden. Sin embargo, lo que viene es más como Lenin conoce Apocalypse Now.

En la corte del rey mandarín

La bañada por el lado oscuro doctrina de Bannon ha sido moldeada por unos cuantos libros seleccionados. No hay dudas del volumen crucial: La Cuarta Vuelta, de William Strauss y Neil Howe.

La teoría de la historia de Strauss y Howe es que en cada ciclo de 80 a 100 años - llamado saeculum - hay un "giro" importante. El concepto proviene de los estoicos en la Grecia Antigua - el lugar de nacimiento de la civilización occidental. Al final de un saeculum, un escenario ecpirótico -cataclismo- es inevitable; el viejo orden es destruido y uno nuevo nace.

Siguiendo a Strauss y Howe, Bannon cree que ahora estamos justo en medio de la Cuarta Vuelta. Strauss y Howe identificaron las tres primeras vueltas, en términos americanos, como la Guerra Revolucionaria, la Guerra Civil y la Gran Depresión seguida por la Segunda Guerra Mundial. Bannon ve el inicio de la Cuarta Vuelta en la crisis financiera de 2008 que siguió liderando todo el camino hasta la victoria de Trump.

El historiador David Kaiser, que enseñó en Harvard y en la Universidad Naval de Guerra, añade un contexto necesario. Él entrevistó a Bannon en profundidad y confirma que Bannon "esperaba una guerra nueva e incluso más grande como parte de la crisis actual, y él no parecía en absoluto desconcertado por esta perspectiva."

El otro libro crucial para la doctrina de Bannon es Antifrágil, de Nassim Taleb, que descuartiza a "las élites globales", esas mismas élites aterrorizadas por el fenómeno Trump; "estamos presenciando el surgimiento de una nueva clase de héroes inversos, es decir, los burócratas, los banqueros, los miembros de Davos que asisten a la Asociación Internacional de Personas Importantes (IAND por sus siglas en inglés), y los académicos con demasiado poder y sin verdadera desventaja y/o rendición de cuentas. Ellos juegan al sistema mientras los ciudadanos pagan el precio."

Luego está The Flight 93 Election (La elección del vuelo 93); no es un libro, pero si una rabieta de internet por Publio Decio Mus, también conocido como Michael Anton, ex redactor de discursos del ex alcalde de Nueva York, Rudy Giuliani y del Consejo de Seguridad Nacional de George W. Bush, y ex director gerente del gigante de Wall Street, BlackRock.

Es imposible no reconocer que Publio Decio Mus fue un toque ingenioso; Tito Livio, en su Historia de Roma, habla de Mus como un cónsul romano que sacrificó desinteresadamente su vida para dirigir a su ejército en la batalla.

Este escrito argumenta con fuerza que América y Occidente están cayendo; una represión de la inmigración es una necesidad para prevenir el "separatismo étnico;" y Trump es la última oportunidad para decir O.K al corral y prevenir un colapso certificado de la civilización.

Se pone mejor. Michael Anton ahora tiene derecho a un rol en la política como parte del personal del Consejo de Seguridad Nacional, lo que significa que trabajará en estrecha colaboración con Bannon para implementar el nuevo nacionalismo populista.

Canalizando a Andrew Jackson


Trump notoriamente colgó un retrato de Andrew Jackson - el séptimo presidente de Estados Unidos - en la Oficina Oval. Bannon describió debidamente el discurso de inauguración de Trump como "jacksoniano".

Los paralelos son fascinantes. Andrew Jackson, alto, larguirucho, fornido, feroz, resentido (contra todos los enemigos) era un forastero en Washington directamente del casting central; un tenesiano que creció en los duros suburbios de lo que fue una vez la extensión occidental de Carolina del Norte. Definitivamente no era un estadista material. Jackson no parecía, ni actuaba, como un político tradicional. Thomas Jefferson - como "el establishment" - lo despidió por ser un hombre de instintos salvajes.

Jackson no era un fanático de argumentos sutiles y argumentados. Era contundente, y una vez más, resentido con cualquiera que se atreviera a discreparle. Sin embargo, era muy popular porque era muy duro; después de todo, él era un excelente representante de los 'crackers' del país.
[NdE:Cracker, en este contexto, es un término despectivo para referirse a los blancos de clase baja, especialmente los blancos rurales pobres en el sur de los Estados Unidos.]

Lo que nos lleva a otro libro importante que Bannon seguramente leyó; White Trash: The 440-Year Untold History of Class in America (Basura Blanca: Los 400 años de la historia de clases en América), por Nancy Isenberg.

En su devastador estudio, Isenberg detalla de manera convincente cómo la América republicana fue un país de crackers o un país de squatters [NdT: ocupantes ilegales], dos términos que se convirtieron en una abreviatura para los inmigrantes sin tierra. En estos tiempos difíciles,"la vida de la ciudad atendía a una minoría de la población. La mayoría rural se extendía hacia fuera hasta los límites de la civilización, lejos de los cultivadores idealizados, comercialmente orientados a Jefferson". Cracker y squatter eran americanismos, actualizando "las nociones inglesas heredadas de ociosidad y vagancia." Y esto, como lo menciona Steinberg, agrega una "nueva dimensión de clase al significado de la democracia."

La presidencia de Jackson nunca se trató de equidad; era sobre expansión agresiva -como en la migración forzada de la Nación Cherokee lejos de sus tierras al este del Misisipi, con Jackson no importándole una mierda la opinión de la Corte Suprema.

Jackson vio "amenazas" por doquier; nativos americanos, rivales usurpadores; cada oponente político; y más que nada - anticipando al establishment contemporáneo - orientales "piel de anguila" que utilizaban "palabras vacías"

Para Jackson, las disputas territoriales debían ser resueltas con la acción de Harry el sucio "Anda... alégrame el día" - no palabras vacías. Su política india se reducía al derecho de ejercer "venganza de represalia" contra "inhumanos y sangrientos bárbaros". ¿Ley internacional? ¿Detalles constitucionales? Los jackosnianos siempre argumentaron que él era el último patriota, por lo que estos "detalles" no importaban. Los jacksonianos, por cierto, se burlaban rutinariamente por su falta de gusto y educación; los predecesores de la "cesta de deplorables" de Hillary Clinton.

Lo que Bannon seguramente puede usar de la lectura de Isenberg es cómo ella destruye metódicamente el "enigma histórico", un pasado americano idealizado que "se basa exclusivamente en los peregrinos estratificados o en la generación santificada de 1776"; "así es como obtuvimos la narración puritana primordial de una comunidad sentimental y una ética de trabajo encomiable". Con el inevitable corolario de que "los sin tierra, los empobrecidos, los progenitores de las generaciones futuras de basura blanca, desaparecen convenientemente de la saga fundadora".

Y eso dinamita totalmente la primera piedra del excepcionalismo americano. La realidad era que la mayoría de los colonos en América no consideraban su exilio forzado como la construcción de una "ciudad sobre una colina", "durante la década de 1600, lejos de ser calificados como sujetos británicos valiosos, la gran mayoría de los primeros colonos fueron clasificados como población excedente y 'basura desechable'".

Esta 'basura desechable' eran los predecesores de la galaxia blanca/'deplorable' - la mayoría de los cuales posiblemente votaron por Trump. La doctrina de Bannon requiere una atención y apoyo indivisibles por parte de ellos si se quiere ganar la lucha apocalíptica de la Cuarta Vuelta. Por lo tanto, Andrew Jackson Trump, contra todas las probabilidades, contra todos los enemigos, debe levantarse a la ocasión - y cumplir su destino de salvador de la cristiandad.