Si todo sale bien, mañana o, como mucho el jueves, la isla de Ambae se quedará desierta. Se habrán marchado sus más de 11.000 habitantes, evacuados para no ser víctimas de los malos humos del volcán Manaro.
Vanuatu Meteorology and Geohazards Department
© Vanuatu Meteorology and Geohazards Department
Ambae es una de las 65 islas habitadas del joven estado polinesio de Vanuatu. Este archipiélago se asienta en el Anillo de Fuego del Pacífico y la ONU lo calificó en 2016 como el país de mayor riesgo del mundo. Puede pasarle de todo: tsunamis, terremotos, tifones y lluvias monzónicas.

Sólo les faltaba que uno de los siete volcanes en activo se sumara a la lista de enemigos naturales. Y sin embargo «no estamos preparados para los desastres», reconoció el sábado el primer ministro del país, Charlot Salwai.

Conscientes de esa debilidad, los vecinos de Ambae empezaron hace una semana a buscar cómo escapar de su isla después de que el volcán que preside su mayor altitud (monte Lombenben, 1.496 metros) comenzará a escupir lava y piedras. El lugar es de una belleza arrebatadora. Su cono preside el centro de la isla y es uno de los pocos del mundo con lagos calientes de agua ácida en su cráter. Un 'cucurucho' de 15 kilómetros de diámetro y dos calderas concéntricas, con 50 millones de metros cúbicos de agua sulfurosa. Se llegó a especular con una «explosión», lo que podría haber volatilizado parte de esta isla de unos 400 kilómetros cuadrados.

Por eso sus moradores no esperaron a una ayuda oficial con la que nunca contaron. Antes de que se emitiera la orden de que todos se acercaran a las costas para su evacuación, sus 11.600 vecinos han buscado sus propios medios para huir. En lugar de protestar o quejarse, montaron de forma autogestionaria su centro de respuesta en una iglesia. Y todo barco o avión privado disponible se ofreció para el traslado. Un plan que en los escasos medios locales ('Vanuatu Daily Post' es su único periódico) comparan con una versión a escala reducida de la 'operación Dunkerque', el rescate de las tropas anglobritánicas del Canal de la Mancha a cargo de barcos privados en 1940. Aquella vez el enemigo no eran la naturaleza sino las tropas alemanas.

El portavoz de la Agencia Nacional de Gestión de Desastres Naturales, Michel Buleban, afirmó a la prensa local que es posible evacuar a toda la población antes de mañana «aunque dependerá de los barcos que haya disponibles». Pero el parque de vehículos de transporte de Ambae se compone de apenas diez navíos y un par de pequeños aviones privados. Éstos últimos sólo pueden transportar a diez personas en cada despegue desde su pequeño aeródromo.

En la isla se están viviendo escenas de gran generosidad. Como la de la expolítica Nadia Kanegai que contrató a uno de esos pilotos para que establezca un puente aéreo con la cercana isla de Maewo, situada a 150 kilómetros. A esta isla se espera que lleguen unas 2.500 personas, el doble de su población habitual. El piloto hizo el sábado 18 viajes y sacó a casi 300 personas. Kanegai le dijo que vuele «hasta que todo el mundo salga». Ella paga los 1.200 euros que cuesta cada vuelo chárter.

El otro piloto de la isla es el joven aerotaxista de 22 años Adam Reid que no deja de sobrevolar el área mientras salva a gente. «Hay rocas y lava subiendo allá arriba y está aumentando. Y el lago interior está disminuyendo lentamente, así que el agua está hirviendo», explicó a la cadena 'Tvnz'.

Otros muchos habitantes de la isla, recogidos en cualquier centro oficial o edificio costero útil mientras esperan embarcar, han dejado pequeñas las inestables barcazas que más parecen pateras que barcos de salvamento. De hecho, la 'operación Dunkerque' de Ambae se ha cobrado ya su primera víctima tras la muerte de un anciano durante estas labores de recogida.

Los informes de los vulcanólogos neozelandeses que han sobrevolado las fumarolas aseguran que el Manaro parece estabilizarse, aunque Australia les ha enviado una nave de suministro para intentar ganar tiempo en la carrera frente al peligro.

Nunca en la joven historia de Vanuatu, que aún no ha cumplido cuatro décadas como estado independiente, había sido necesaria una evacuación total de una de sus islas pobladas. Pero todo esto no impide que Vanuatu figure como 'el país más feliz del mundo' en el ranking de eficacia medioambiental y progreso global que elabora la fundación inglesa Nueva Economía. Su presidente no tiene medios para proteger a la gente pero acaba de prohibir las botellas de plástico de un solo uso.