Recientemente, Managua y otras ciudades nicaragüenses han conocido días de violencia. Como en Caracas, entre abril y julio del año pasado, turbas alzadas han implementado desmanes contra edificios públicos, mercados, escuelas, policlínicos; y hasta han consumado asesinatos contra policías y periodistas. Aunque las autoridades han pretendido minimizar los hechos, la CNN se ha encargado de llevar al mundo escenas que parecían olvidadas, por lo menos en la Patria de Sandino.
La gota que rebalsó el vaso del descontento social fue una disposición gubernamental orientada a
elevar los aportes a la Seguridad Social, de Empleadores y Trabajadores. La iniciativa se generó por el marcado déficit presupuestario de ese servicio, habida cuenta que había creado nuevos beneficios para la población afectada por la guerra pasada, e incrementado otros. Quizá inoportuna, o tal vez mal explicada, la medida fue cuestionada, y generó una protesta que fue creciendo a partir del miércoles pasado.
Más allá de los deplorables hechos que ocurrieron en días sucesivos entre el 18 y el 22 de abril, habría que mirar con detenimiento lo que está en juego y el nivel de los intereses en pugna, en un país que se alza como referente para los pueblos de Centroamérica y el Caribe.
Nicaragua, en efecto, tuvo siempre una historia difícil. Hubo épocas en las que un pirata yanqui -William Walker- asumió el poder y proclamó el inglés como "idioma oficial" en medio de la destrucción masiva de la cultura popular y el exterminio de la población local. Después, vino el amo yanqui en toda su dimensión: los marines de Yanquilandia se desplegaron por ese suelo, y permanecieron en él hasta que fueron expulsados por la lucha de Sandino y su "pequeño ejército loco". Nuestros Mariátegui, en su momento, saludó esa acción, y dijo sin cortapisas:
"El único camino de resistencia activa al dominio yanqui, era el camino heroico de Sandino". Y lo fue.
En 1934 Sandino fue asesinado en una trampa tendida por los Somoza, esa "Estirpe Sangrienta" que apagó la luz en Nicaragua durante casi 50 años. Sandino revivido combatió con la bandera del FSLN al impulso de Carlos Fonseca, Tomás Borge y Daniel Ortega. Este último, conduce hoy los destinos del país y fue reelegido en noviembre del 2016 con más del 70% de los votos en un proceso electoral monitoreado por organismos internacionales.
¿Ha perdido legitimidad Ortega en los 16 meses de gestión gubernativa? ¿Ha cometido errores garrafales que lo descalifican como Mandatario de la Nación? ¿Merece hoy la repulsa ciudadana quien fuera ungido por tan consistente mayoría? No pareciera ser así. Por el contrario,
su gobierno ha dispuesto acciones orientadas a mejorar las condiciones de vida de la gente. Hoy, la educación y la salud, son gratuitas para gran parte de la población. El empleo, no se ha visto afectado. El equilibrio económico, se mantiene. No se constatan niveles de inflación, ni ha descendido la capacidad adquisitiva de los salarios. Es verdad que no hay lujos, ni dispendio. Pero los empresarios no se pueden quejar -ni se quejan- de un proceso que no ha afectado lo sustancial de sus intereses. Y la Iglesia -que se opuso al Sandinismo en los años 80 del siglo pasado- goza hoy del apoyo del gobierno y el respeto de un pueblo marcadamente religioso. Preguntar en la calle a cualquier persona si es nacido en Nicaragua, es recibir una respuesta que no se usa en otras partes: "soy nicaragüense, por la gracia de Dios". Y se han emprendido obras de gran trascendencia que modificarán sustantivamente la vida de millones de personas, como el Canal Trans-Oceánico, ofrecido por todos, pero ejecutado por nadie.
Que Nicaragua ha generado reticencias y desconfianzas en Washington, es claro. No en vano el Canal en marcha fue pactado no con una empresa yanqui, sino con el Gobierno de la República Popular China. Y eso, ¡...se paga!. La "Nic-Act"-un documento trabajado por el Departamento de Estado USA y destinado a sancionar a Nicaragua- lo acredita.
Estados Unidos -más precisamente, la Administración Trump- se siente "dueña del mundo"; pero Corea del Norte le acaba de bajar el moño, y lo ha obligado a sentarse en la mesa de negociaciones; Irak, ha demostrado el fracaso absoluto de su política de dominación; Siria ha rechazado virilmente su injerencia en los asuntos internos de su país;
Rusia ha puesto en su sitio a los Halcones del Pentágono al desviar los misiles yanquis disparados sobre Damasco. En suma, la estrategia de "dominación" hace agua por todas partes.
Y a los Estados Unidos, lo que les queda, es América. Buscan aquí parapetarse para sobrevivir.Es explica su ofensiva continental contra los pueblos: la campaña contra Cuba, que se reaviva; la ofensiva económica, política y militar contra Venezuela; el apoyo a Temer, en Brasil y la captura de Lula; la capitulación de Moreno en el Ecuador; los ataques a Evo, en Bolivia; pero también los "éxitos" electorales en Chile y en Paraguay. Y -¿por qué no?- los sucesos que hoy estremecen a Nicaragua que en los últimos diez años ha venido reconstruyendo pacíficamente su economía, y su bienestar.
Lo que hoy ocurre en Managua tiene todo el estilo de un
"golpe suave", de "una primavera democrática", como la acontecida en Europa del este. Pero más allá de las palabras, esconde en sus fauces el monstruo neo liberal y la dominación imperialista. De eso, puede caber la menor duda. Los gritos de "Democracia" y "Libertad" -que nunca amenazó el Sandinismo- habrán de apagarse si se corona con éxito la aventura golpista.
El pueblo de Nicaragua sabe ya lo que significa la dominación del amo del norte. Y no está dispuesto a arriar sus banderas. La Patria de Sandino "ni se entrega, ni se vende" dice una vieja canción revolucionaria nicaragüense. Hará honor a ella, sin duda.
Comentario: Casi nada es blanco y negro en esta vida, y mucho menos en la esfera sociopolítica. En el caso de Nicaragua, no todo es culpa de la política depredadora e injerencista de EEUU, como lo hacen notar los medios liberales; ni todo es culpa de Ortega, como comentan los medios conservadores. Por supuesto, no podemos minimizar el impacto de las estrategias de desestabilización de EEUU en América Latina, pero ambas partes tienen la culpa a mayor o a menor grado.
Aquí es necesario aclarar que EEUU siempre va a aprovechar fallos y puntos débiles de gobiernos no alineados para salirse con la suya, y el gobierno de Ortega ha provocado descontento entre la población durante los últimos 3 años, porque ha tomado medidas y
propuesto reformas que parecen no considerar los intereses de los nicaragüenses.
Al menos, Ortega
dio marcha atrás con la reforma de seguridad social tras las protestas.
Además, no podemos descartar que parte del problema sea una administración que ha permanecido inmutable por 24 años, ante el cambiante panorama político y económico global. Es decir, un país debe de estar dispuesto a cambiar de gobierno, o al menos modificar las herramientas de gestión de la administración vigente, de acuerdo a las tendencias geopolíticas y económicas globales para mantener la estabilidad. No todo puede ser proteccionismo, ni todo puede ser globalismo puro.
De nuevo, esto no es ninguna justificación para la política externa depredadora de EEUU, que en lugar de buscar una cooperación desideologizada con otros países, trata de imponer su ya erosionada hegemonía unipolar... que parece estar en sus
últimos días.
Comentario: Casi nada es blanco y negro en esta vida, y mucho menos en la esfera sociopolítica. En el caso de Nicaragua, no todo es culpa de la política depredadora e injerencista de EEUU, como lo hacen notar los medios liberales; ni todo es culpa de Ortega, como comentan los medios conservadores. Por supuesto, no podemos minimizar el impacto de las estrategias de desestabilización de EEUU en América Latina, pero ambas partes tienen la culpa a mayor o a menor grado.
Aquí es necesario aclarar que EEUU siempre va a aprovechar fallos y puntos débiles de gobiernos no alineados para salirse con la suya, y el gobierno de Ortega ha provocado descontento entre la población durante los últimos 3 años, porque ha tomado medidas y propuesto reformas que parecen no considerar los intereses de los nicaragüenses.
Al menos, Ortega dio marcha atrás con la reforma de seguridad social tras las protestas.
Además, no podemos descartar que parte del problema sea una administración que ha permanecido inmutable por 24 años, ante el cambiante panorama político y económico global. Es decir, un país debe de estar dispuesto a cambiar de gobierno, o al menos modificar las herramientas de gestión de la administración vigente, de acuerdo a las tendencias geopolíticas y económicas globales para mantener la estabilidad. No todo puede ser proteccionismo, ni todo puede ser globalismo puro.
De nuevo, esto no es ninguna justificación para la política externa depredadora de EEUU, que en lugar de buscar una cooperación desideologizada con otros países, trata de imponer su ya erosionada hegemonía unipolar... que parece estar en sus últimos días.