Gulag prisoners
© Mikhail Sokolov/RFE/RLUna foto de los prisioneros del Gulag en Perm (sin fecha).
Actualmente estoy leyendo un nuevo libro del experto militar ruso-americano Andrei Martyanov, Losing Military Supremacy: The Myopia of American Strategic Planning ("La pérdida de la supremacía militar: La miopía de la planificación estratégica estadounidense"). Es un gran libro. La redacción es torpe a veces y le habría venido bien un editor para suavizar el texto, pero su contenido compensa con creces las deficiencias de presentación. Hemos publicado algunas reseñas del libro en estos enlaces: Es un libro revelador y desolador. Como argumenta Martyanov, los estadounidenses nunca han experimentado una guerra real, en la que sus ciudadanos se hayan enfrentado al hambre, a atrocidades y fatalidades masivas y a una lucha a vida o muerte por la supervivencia, lo cual la Unión Soviética sí experimentó durante la Segunda Guerra Mundial. Esto ha tenido una serie de consecuencias negativas para la nación estadounidense: una profunda arrogancia, una fantasía romántica sobre la naturaleza de la guerra, una sobreestimación de las capacidades militares estadounidenses, una subestimación de las capacidades y logros soviéticos y rusos, un prejuicio estereotipado contra todo lo ruso, y el surgimiento de políticos civiles incompetentes que sólo empeoran las cosas.

Definitivamente, vale la pena leer el libro, así que no permita que las siguientes críticas le impidan echarle un vistazo. A pesar de que Martianov haya introducido algunos matices muy necesarios para comprender las realidades de la Unión Soviética y los errores de cálculo de Occidente basados en la arrogancia de sus capacidades y logros reales, el autor queda atrapado en su propio pensamiento dicotómico sobre algunos puntos, especialmente en su manera de abordar a Aleksandr Solzhenitsyn y sus declaraciones sobre las represiones estalinistas.

Por ejemplo, en la página 108 él escribe:
Incluso en el apogeo de las llamadas purgas de Stalin, por no hablar de todo el período del gobierno de Stalin, el promedio anual de personas dentro del sistema penal soviético, incluida la mayoría de los que eran verdaderos criminales, era de alrededor de 1,7 millones, y el número total de condenados por razones políticas entre 1921 y 1953 -un período de 32 años- fue de unas 4 millones de personas. Uno puede comprender mejor esos números cuando los compara con el pico de los encarcelamientos en EE.UU., que en el 2010 fue de 2.270.000 y en el 2016 de 2.217.000 en total, en un país de alrededor de 310 millones. Si bien el número de encarcelamientos en Estados Unidos es el más alto del mundo, incluso en la categoría de encarcelamientos per cápita desde hace décadas, hay muy pocos signos, si acaso alguno, de que el miedo a ser secuestrado y arrojado a la cárcel se apodere de Estados Unidos y de sus ciudadanos.
Este párrafo está enmarcado en su argumento general de que la elite y el público estadounidenses han minimizado los logros soviéticos, adoptando una visión unilateral y negativa de la sociedad soviética que no se corresponde con la realidad, y que ha contribuido a una rusofobia general y a la incapacidad de predecir el resurgimiento de Rusia, específicamente en el campo de la capacidad militar. Tiene razón en eso. La propaganda de la Guerra Fría estadounidense fue, y sigue siendo, unilateral, antirrusa (a diferencia de anticomunista) e inexacta en muchos aspectos. Pero la capacidad de Martyanov para matizar su pensamiento es muy insuficiente en la anterior caracterización del sistema del gulag y otros sistemas de represión soviéticos.

Primero, veamos los números que él proporciona. ¿Son exactos? Las cifras se basan principalmente en documentos del NKVD (Comisariado del Pueblo para Asuntos Internos) publicados tras el colapso de la Unión Soviética. Pero el panorama que presentan no es completo. En el capítulo 7 de su libro La Historia del Gulag, Oleg Khlevniuk escribe:
Contrariamente a lo que se esperaba, los archivos soviéticos no contienen información sistemática, completa y de fácil utilización sobre el número de condenados y encarcelados. [...] Algunos documentos se perdieron [...] mientras que el acceso a otros sigue siendo restringido. [...] Muchos eventos nunca se registraron y sólo sus participantes los conocen.
Khlevniuk incluye traducciones completas de los documentos relevantes, añadiendo que "reflejan una parte significativa, pero no todo el alcance de las represiones estalinistas". Utilizando sólo los datos disponibles, Khlevniuk escribe:
Incluso considerando las condenas repetidas, se puede afirmar con seguridad que las cortes, tribunales y órganos no judiciales soviéticos condenaron a cerca de 12 millones de personas en total entre 1930-36. [HK: Eso podría explicar la cifra anual de 1,7 millones que cita Martyanov. Pero más tarde, Khlevniuk escribe: "En total, el número de condenas entre 1930-40 probablemente se acerca a los 20.000.000", con un promedio de 1,8 millones por año]. La mayoría de ellos fueron sentenciados a trabajos correctivos (pero no encarcelados) o recibieron sentencias suspendidas. Además, cerca de 2.500.000 "kulaks" y "elementos socialmente dañinos" fueron exiliados a asentamientos especiales y centros de trabajo. [...]

Se desconoce por completo el número de víctimas del régimen que no fueron condenadas formalmente pero que en realidad fueron reprimidas. Por ejemplo, durante los años de hambruna en Ucrania, los llamados elementos vagabundos (campesinos hambrientos que deambulaban por el país en busca de comida) fueron acorralados para formar brigadas laborales que realizaban trabajos forzados bajo la supervisión de comandantes especiales.

[...] a principios de la década de 1930, alrededor de una sexta parte de los adultos de la población eran objeto de diversas represiones y persecuciones.
A diferencia de muchos escritores anti-estalinistas, Khlevniuk no infla sus figuras. Sólo extrapola con base en datos conocidos, y cuando éstos no están disponibles, se limita a afirmar su conclusión de que los números actualmente disponibles deberían aumentar en el futuro a medida que los nuevos datos salgan a la luz y se rellenen los huecos. La fuente que Martyanov proporciona sobre los 4 millones de prisioneros políticos en 1921-1953 está en ruso, así que no puedo verificarla. Khlevniuk no da una cifra estimada y explica que la división entre convicciones políticas y criminales no siempre fue clara. Los documentos incompletos del NKVD proporcionan una cifra de 3.553.065 condenados por "crímenes contrarrevolucionarios" durante los años 1921-1941. Pero eso sólo se aplicaba a las condenas del NKVD, no a las condenas de la policía ordinaria, y no incluye "crímenes" como los siguientes:
[...] los campesinos hambrientos que fueron sentenciados a muerte o a diez años de prisión por sacar espigas de granos de los campos de koljós bajo la ley del 7 de agosto de 1932. Es difícil considerar criminales a los millones de condenados bajo los decretos previos a la guerra por llegar tarde al trabajo o ausentarse del trabajo sin permiso. Lo mismo puede decirse de las víctimas de las campañas económicas que fueron condenadas por incumplimiento del plan. Todavía no conocemos la identidad de los cientos de miles de personas condenadas por las troikas durante la "limpieza de las ciudades" realizada entre 1935 y 1936, y durante acciones similares en otros períodos.
A pesar de que algunas de las cifras reales son ciertamente mayores que las de los documentos soviéticos desclasificados hasta ahora, supongamos que están perfectas en su forma actual; es decir, sin errores, omisiones o factores oscuros que considerar.

Tomemos el número promedio de personas encarceladas en la Unión Soviética que da Martyanov: 1,7 millones por año. Martyanov sugiere que el número de estadounidenses encarcelados puede dar una mejor perspectiva a los números soviéticos (a favor de los soviéticos). Pero fíjese cómo él no indica la población total de la Unión Soviética para los años en cuestión. Las estadísticas refutan su propio argumento implícito.

Actualmente, Estados Unidos encarcela aproximadamente al 0.7% de su población. Sí, es la tasa más alta del mundo. La Federación Rusa encarcela al 0,4% de su población (la decimocuarta más alta del mundo). Por el contrario, Japón sólo encarcela al 0,045% de su población (ocupa el puesto 206).

La población de la URSS creció de 149 a 182 millones de habitantes en el período comprendido entre 1926 y 1951 (aproximadamente el mismo tiempo que Stalin estuvo en el poder). Utilizando el promedio de 1,7 millones de encarcelados por año, eso significa que la Unión Soviética encarceló entre el 0,9% y el 1,1% de su población. Si la Unión Soviética de la década de 1930 siguiera existiendo hoy en día, encabezaría la lista. De hecho, el número de ciudadanos soviéticos encarcelados alcanzó su máximo en 1950, con aproximadamente 2,5 millones de reclusos. La población total era de alrededor de 182 millones, lo que significa que el 1,4% de la población estaba encarcelada, el doble del porcentaje actual en los EE.UU.

Y eso no pretende presentar un panorama optimista del encarcelamiento en Estados Unidos. Probablemente hay demasiadas personas encarceladas por delitos no violentos relacionados con las drogas, por ejemplo (y no suficientes encarcelados por delitos de cuello blanco y corrupción política). Pero el hecho es que Estados Unidos sí tiene muchos criminales (como tuvo la Unión Soviética). De acuerdo con las estadísticas del Departamento de Justicia (DOJ), el 5.1% de los estadounidenses serán encarcelados en algún momento de sus vidas. Un asombroso 76.6% de esos convictos serán detenidos nuevamente en los siguientes 5 años tras su liberación.

¿Cuántos de ellos son o han sido prisioneros políticos? Es difícil saberlo. Oficialmente, Estados Unidos no tiene presos políticos, pero los activistas sociales no están de acuerdo. Es difícil encontrar fuentes precisas, pero incluso así la mayoría de las fuentes que pude encontrar en línea aparentemente podían enumerar a los presos políticos por nombre (un ejemplo aquí). En la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos internó a 1.800 italiano-estadounidenses, 11.000 germano-estadounidenses y 120.000 nipoestadounidenses (1.862 de los cuales murieron en los campos). Incluso una generosa estimación de 200.000 prisioneros políticos en el siglo XX está muy lejos de los 4.000.000 durante 32 años de historia soviética. (Si alguien puede encontrar datos más precisos, hágamelo saber.) ¿Cuántos estadounidenses han sido arrestados simplemente por "difundir calumnias contrarrevolucionarias contra la política del partido o contra líderes de partidos y gobiernos"? Tal vez por eso, como señala Martyanov, "hay muy pocos signos, si acaso alguno, de que el miedo a ser secuestrado y arrojado a la cárcel se apodere de Estados Unidos y de sus ciudadanos". Son libres de criticar a su gobierno, como se puede ver todos los días en Twitter (siempre y cuando no hayan sido "censurados de manera encubierta" ["Shadowbanned" en inglés - NdT]).

Martyanov omite una estadística inconveniente: las ejecuciones. Estados Unidos, a diferencia de la mayoría de los países civilizados (incluida Rusia), sigue aplicando la pena de muerte. Entre 1608 y 2018, un período de 410 años, Estados Unidos ejecutó a un total de 15.970 personas condenadas a muerte. El mayor número por año alcanzó su punto máximo a principios de la década de 1930, llegando casi a 200.

Compare esto con la Unión Soviética, que ejecutó oficialmente a 799.455 ciudadanos entre 1921 y 1953, un período de 32 años. Esto representa un promedio de 24.226 personas al año, más de lo que Estados Unidos ha ejecutado en toda su existencia. En el apogeo de las "purgas de Stalin", como dice Martyanov, en 1937, los distintos "órganos" de la justicia soviética condenaron a muerte a 353.074 personas, 22 veces el número de personas ejecutadas en Estados Unidos en un período de 410 años.

Y esas son solamente las muertes por ejecuciones. Si bien no existen datos completos sobre el número total de personas que murieron en el gulag, la tasa mínima de muertes en la década de 1930 oscilaba entre el 4,8% al 15,2% (sin contar los reportes falsos intencionados o no de los campos, así como los muertos en tránsito a los campos). Se sabe que un mínimo de 500.000 personas murieron en los campos, colonias y prisiones entre 1930 y 1941. Una vez más, esta cifra excluye a las personas que murieron durante el viaje, fuera de las instalaciones médicas (incluidas las ejecuciones extrajudiciales) y en ciertos campamentos sobre los que no se dispone de datos. Wikipedia da una estimación conservadora de los estudiosos que utilizan los documentos soviéticos de 1,5-1,7 millones de muertes en el gulag, alrededor del 10% de los que pasaron por el sistema.

Según tengo entendido, alrededor de 4.400 reclusos estadounidenses mueren en prisión cada año. Por supuesto, las condiciones actuales son mejores que hace 80 años, y las condiciones en Estados Unidos son y fueron mejores que las de la Unión Soviética en ese entonces, así que la comparación sólo puede llegar hasta cierto punto. Pero eso sigue siendo una tasa de mortalidad de aproximadamente el 0,2%.

Martyanov tiene razón al criticar las cifras que Solzhenitsyn y otros anticomunistas utilizan para criticar la represión soviética. Creo que se puede disculpar a Solzhenitsyn y a otros que escribieron en su época por sus números inflados: no tenían documentación real en la que basar sus estimaciones. Los académicos de hoy no tienen esa excusa. Pero aun así, no creo ni por un segundo que los números oficiales soviéticos reflejen el alcance de la represión. E incluso si los soviéticos no encarcelaron o mataron a tantos como los propagandistas occidentales dicen, no hay excusa para inventar excusas sobre el sistema del gulag, o la gama más amplia de represiones orwelianas impuestas por los soviéticos. No se trata de elegir una cosa o la otra.

Sí, los soviéticos lograron algunas cosas notables, especialmente en materia de educación, ciencia, tecnología y su derrota del nazismo en la Segunda Guerra Mundial, como documenta Martyanov. Pero el liderazgo político también era malvado. Las dos cosas no son mutuamente excluyentes. La sociedad soviética no estaba completamente atrasada, pero sus líderes estaban casi totalmente atrasados. ¿Cómo pueden coexistir ambas realidades? Para eso hay que leer La ponerología política de Lobaczewski. Resumirlo en pocas palabras sería hacerle un flaco favor, pero aquí va: los jefes tienen trastornos de personalidad y puro desprecio por la gente común. Ciertos individuos aprenden a actuar como intermediarios entre los dos, conduciendo a los líderes en la dirección correcta cuando pueden. Eso explica los éxitos en medio de la incompetencia y la malevolencia.

El pueblo ruso no sólo ganó la Segunda Guerra Mundial, sino que pudo maniobrar dentro de un sistema que era antihumano; hizo lo mejor que pudo y logró mucho al hacerlo. El establishment estadounidense se equivoca al satanizar todo lo que sea ruso. Por mí, pueden satanizar a Stalin con el corazón contento. Pero expandir esa satanización al pueblo ruso en su conjunto va demasiado lejos.

Para repetir lo que he dicho antes, mi crítica de este único párrafo del libro de Martyanov no debe tomarse como una crítica del libro en su conjunto. En todo caso, sentí la necesidad de criticarlo porque el resto del libro es muy bueno. Así que échele un vistazo. Pero no apague su pensamiento crítico.