Traducido por el equipo de Sott.net en español


Comentario: El siguiente ensayo fue publicado recientemente en el periódico ruso Nezavisimaya Gazeta. El autor ruso-estadounidense Dmitry Orlov lo ha traducido al inglés, tal como se publica aquí en The Saker.

El autor del ensayo es Vladislav Surkov. Si al filósofo ruso Aleksandr Dugin se le califica erróneamente como el "cerebro de Putin" en Occidente, entonces a Surkov se le llama de manera similarmente equivocada la "eminencia gris de Putin". Surkov fue Jefe Adjunto de la Administración Presidencial Rusa de 1999 a 2011, tiempo durante el cual aparentemente desempeñó un papel en la transición de Yeltsin a Putin y más tarde desarrolló el concepto de democracia soberana, que podría decirse que es la "ideología del Estado" de Rusia en el siglo XXI.

Surkov también se desempeñó como Viceprimer Ministro de Modernización Económica entre 2011 y 2013, y desde entonces ha seguido siendo un asistente de Putin, aparentemente con el mandato específico de manejar las relaciones de Rusia con Abjasia, Osetia del Sur y Ucrania. Cuando a las élites occidentales les dio rabia que Crimea se uniera a la Federación Rusa en 2014, Surkov fue uno de los primeros nombres en la lista de sanciones de Obama. Cuando se le preguntó cómo se sentía al no poder viajar a los Estados Unidos, Surkov respondió:
"Las únicas cosas que me interesan de Estados Unidos son Tupac Shakur, Allen Ginsberg y Jackson Pollock. No necesito una visa para acceder a su trabajo".
A medida que los actores occidentales lanzan invectivas, sanciones, ciberataques, subterfugios políticos y guerras indirectas contra Rusia -todo ello aparentemente con vistas a "corregir" sus decisiones políticas a corto plazo y, por lo tanto, su trayectoria de desarrollo a largo plazo- Surkov hace caso omiso de los gritones para describir la naturaleza de la moderna gobernanza rusa, un sistema único desarrollado por Vladimir Putin que, según Surkov, se ha convertido -se den cuenta o no- en el nuevo estandarte que todos los países deberían seguir...

[Los hipervínculos a Wikipedia y a otras fuentes sobre acontecimientos históricos/actores a los que hace referencia el autor son nuestros, al igual que las notas finales.]


putin kremlin
"Sólo parece que tenemos una opción."1 Estas palabras son asombrosas en su profundidad de significado y audacia. Se pronunciaron hace una década y media, y hoy se olvidan y nunca se citan. Pero según las leyes de la psicología, lo que se olvida nos afecta mucho más que lo que recordamos. Y estas palabras -que han ido mucho más allá de su contexto original- se han convertido como resultado en el primer axioma de la nueva categoría de Estado rusa sobre la que se han construido todas las teorías y prácticas de la política contemporánea.

La ilusión de la elección es la más importante, la pieza central del modo de vida occidental en general y de la democracia occidental en particular, que durante mucho tiempo se ha adherido más estrechamente a las ideas de P.T. Barnum que a las de Cleístenes. El rechazo de esta ilusión en favor del realismo de la predestinación ha llevado a nuestra sociedad, en primer lugar, a reflexionar sobre su propia versión especial y soberana del desarrollo democrático y, a continuación, a perder completamente el interés en cualquier discusión sobre el tema de cómo debería ser la democracia y si debería existir, incluso en principio.

Esto abrió caminos hacia el libre desarrollo del Estado, dirigido no por quimeras importadas sino por la lógica de los procesos históricos, por ese mismo "arte de lo posible". La desintegración imposible, antinatural y antihistórica de Rusia fue, aunque tardíamente, detenida definitivamente. Habiendo colapsado desde el nivel de la URSS hasta el nivel de la Federación Rusa, Rusia dejó de colapsar, comenzó a recuperarse y regresó a su condición natural y a su única condición posible: la de una gran y creciente comunidad de naciones que reúne tierras. No es un papel humilde que la historia del mundo ha asignado a nuestro país, y no nos permite salir del escenario mundial o permanecer en silencio entre la comunidad de naciones; no nos promete descanso y predetermina el difícil carácter de nuestro gobierno.

Y así el Estado ruso continúa, ahora como un nuevo tipo de Estado que nunca ha existido aquí antes. Tomó forma principalmente a mediados de la década del 2000, y hasta ahora ha sido poco estudiado, pero su singularidad y su viabilidad son ahora evidentes. Las pruebas del estrés que ha superado y sigue superando han demostrado que este modelo específico de funcionamiento político, llegado orgánicamente, constituye un medio eficaz de supervivencia y ascenso de la nación rusa, no sólo para los próximos años, sino también durante decenios y, muy probablemente, durante todo el próximo siglo.

De esta manera, la historia rusa ya ha conocido cuatro modelos principales de gobierno, que provisionalmente pueden ser nombrados en honor a sus creadores: el gobierno de Iván III (el Gran Principado/el Reino de Moscú y de toda Rusia, siglos XV-XVII); el gobierno de Pedro el Grande (Imperio Ruso, siglos XVIII-XIX); el gobierno de Lenin (URSS, siglo XX); y el gobierno de Putin (Federación Rusa, siglo XXI). Estas máquinas políticas a gran escala, creadas por personas que, utilizando el término de Lev Gumilev, poseían una "fuerza de voluntad a largo plazo", una tras otra se repararon a sí mismas, se adaptaron a las circunstancias a lo largo del camino y permitieron el ascenso implacable del mundo ruso.

La maquinaria política a gran escala de Putin sólo ahora se está acelerando y preparando para un trabajo largo, difícil e interesante. Su compromiso con el pleno poder está aún muy lejos, y dentro de muchos años Rusia seguirá siendo el gobierno de Putin, así como la Francia contemporánea sigue llamándose a sí misma la Quinta República de Gaulle2, Turquía (aunque ahora está gobernada por los anti-Kemalistas) sigue basándose en la ideología de las "Seis flechas" de Atatürk, y Estados Unidos sigue apelando a las imágenes y los valores de sus semilegendarios "padres fundadores".3

Lo que se necesita es una comprensión y una descripción del sistema de gobierno de Putin y de todo el complejo de ideas y dimensiones del putinismo como la ideología del futuro; específicamente del futuro, porque el Putin actual difícilmente puede ser considerado un putinista, al igual que, por ejemplo, Karl Marx no era marxista, y no podemos estar seguros de que hubiera aceptado serlo si se hubiera enterado de lo que eso significaría. Pero necesitamos esta explicación por el bien de todos los que no son Putin pero que quieren ser como él, y tener la posibilidad de aplicar sus métodos y enfoques en los tiempos venideros.

Esta descripción no debe ser en forma de duelo de propagandas -las nuestras contra las suyas- sino en un lenguaje que sea percibido como moderadamente herético tanto por las autoridades rusas como por las antirrusas. Este lenguaje puede hacerse aceptable para un público suficientemente amplio, que es exactamente lo que se necesita, porque el sistema político que se ha creado en Rusia es adecuado no solo para satisfacer las futuras necesidades nacionales, sino que, obviamente, tiene un importante potencial de exportación. Ya existe demanda de ello y de ciertos de sus componentes específicos, su experiencia está siendo estudiada y parcialmente adoptada, y está siendo imitado tanto por los grupos gobernantes como por los de la oposición en muchos países.


Comentario: De ahí la histeria antirrusa fabricada en Occidente. Saben, en cierto modo, que la Rusia de Putin, o simplemente la idea de Putin de lo que podría ser Rusia, es inmensamente atractiva para la gente de todo el mundo, por lo que están haciendo todo lo posible para ahogar esa idea en un mar de ruido; por lo tanto, esperan ferviente y tontamente impedir la recepción de esa idea.


Los políticos extranjeros acusan a Rusia de interferir en las elecciones y los referendos en todo el planeta. Pero en realidad la situación es aún más grave: Rusia se entromete con sus mentes y no saben qué hacer con su propia conciencia transformada. Después de la desastrosa década de 1990, una vez que Rusia se alejó de todas las ideologías prestadas, comenzó a generar sus propias ideas y a contraatacar a Occidente. Desde entonces, los expertos europeos y estadounidenses han estado errando en sus predicciones cada vez con más frecuencia. Están sorprendidos y molestos por las preferencias paranormales de los electorados. En medio de la confusión, han hecho sonar la alarma sobre un brote de populismo. Pueden llamarlo así, si les faltan las palabras.

Mientras tanto, el interés de los extranjeros por el algoritmo político ruso es fácil de entender: no hay profetas en sus tierras, pero todo lo que les está sucediendo hoy en día ha sido profetizado desde Rusia hace mucho tiempo.

Cuando todos seguían enamorados de la globalización y hacían ruido sobre un mundo plano sin fronteras, Moscú les recordó que la soberanía y los intereses nacionales son importantes. En aquel entonces mucha gente nos acusaba de apego "ingenuo" a esas cosas viejas, que supuestamente habían pasado de moda hacía mucho tiempo. Nos enseñaron que es inútil aferrarse a los valores del siglo XIX, sino que debemos entrar valientemente en el siglo XXI, donde supuestamente no habrá naciones o Estados nación soberanos. Sin embargo, el siglo XXI está resultando como dijimos que resultaría. El Brexit británico, el #GrandeOtraVez de Estados Unidos, el cercado antiinmigrante de Europa -estos son sólo los primeros elementos de una larga lista de manifestaciones comunes de la desglobalización, la resoberanización y el nacionalismo.

Cuando en cada esquina alguien alababa Internet como un espacio inviolable de libertad ilimitada, en el que todos podían ser quien quisieran y todos eran iguales, fue específicamente en Rusia desde donde surgió una pregunta aleccionadora para la humanidad adicta a Internet: "¿Quiénes somos en la red, arañas o moscas?" Y ahora todo el mundo, incluida la burocracia más amante de la libertad, está ocupado tratando de desenredar la Red y acusando a Facebook de acoger a intrusos extranjeros. El espacio virtual, que una vez estuvo libre y que había sido anunciado como un prototipo del Cielo venidero en la Tierra, ha sido tomado y acordonado por la ciberpolicía y los ciberdelincuentes, los ejércitos cibernéticos y los ciberespías, los ciberterroristas y los cibermoralistas.

Cuando la hegemonía del "hegemón" no fue cuestionada por nadie, el gran sueño americano de la dominación mundial estaba a punto de cumplirse, y mucha gente alucinó sobre el fin de la historia con el comentario final de que "el pueblo está en silencio". En ese silencio llegó el discurso de Putin en Munich. En aquel momento parecía disidente, pero hoy en día todo parece evidente: nadie está contento con Estados Unidos, incluidos los propios estadounidenses.

El hasta ahora poco conocido término político turco derin devlet ha sido popularizado por los medios de comunicación estadounidenses. Traducido al inglés como "deep state" ("Estado Profundo"), fue recogido por los medios de comunicación rusos. El término describe una organización en red áspera, absolutamente antidemocrática, de verdaderas estructuras autoritarias ocultas detrás de vistosas instituciones democráticas. Este mecanismo, que en la práctica ejerce su autoridad mediante actos de violencia, soborno y manipulación, permanece oculto en lo más profundo de la superficie de una sociedad civil hipócrita e ingenua, que manipula mientras soborna o reprime a todos los que le acusan.

Habiendo descubierto en medio de ellos un desagradable "Estado Profundo", los estadounidenses no estuvieron particularmente sorprendidos, ya que desde hace mucho tiempo sospechaban que existía. Si hay una "red profunda" y una "red oscura", ¿por qué no un "Estado Profundo", o incluso un "Estado Oscuro"? Desde las profundidades y las tinieblas de este poder oculto y no anunciado flotan brillantes espejismos de la democracia, especialmente diseñados para el consumo de masas, que incluyen la ilusión de la elección, el sentimiento de libertad, los delirios de superioridad, etc.

La desconfianza y la envidia, que la democracia utiliza como fuentes prioritarias de energía social, conducen inevitablemente a una intensificación de la crítica y a un mayor nivel de ansiedad. Detractores, troles y los furiosos robots que se han unido a ellos han formado una mayoría chillona que ha forzado a un lado a la alguna vez dominante, respetable clase media que antaño estableció un tono muy diferente.

Ya nadie cree en las buenas intenciones de los políticos públicos. Son envidiados y por lo tanto se les considera corruptos, astutos o simplemente sinvergüenzas. Las populares series de televisión políticas, como Boss y House of Cards, pintan escenas oscuras del día a día de la clase política dirigente.

No se debe permitir que un sinvergüenza vaya demasiado lejos por la simple razón de que es un sinvergüenza. Pero cuando a su alrededor sólo hay sinvergüenzas, uno se ve obligado a usar sinvergüenzas para contener a otros sinvergüenzas. Cuando uno saca una cuña usando otra cuña, uno desplaza a un sinvergüenza usando a otro sinvergüenza... Hay una amplia gama de sinvergüenzas y reglas ofuscadas diseñadas para que sus batallas resulten en algo así como un empate. Así es como surge un sistema beneficioso de controles y equilibrios: un equilibrio dinámico de villanía, un balance de avaricia, una armonía de estafas. Pero si alguien olvida que esto es sólo un juego y comienza a comportarse de manera inarmónica, el Estado Profundo, siempre vigilante, se apresura al rescate y una mano invisible arrastra al apóstata hacia las oscuras profundidades.

No hay nada particularmente aterrador en esta propuesta de imagen de la democracia occidental. Todo lo que usted tiene que hacer es cambiar un poco su perspectiva y ya no parecerá aterrador. Pero deja una sensación amarga, y un ciudadano occidental comienza a darle vueltas al asunto en la cabeza en busca de otros modelos y otras formas de ser. Y... ve a Rusia.

Nuestro sistema, como en general todo lo demás que es nuestro, no es más elegante, pero es más honesto. Y aunque la frase "más honesto" no es sinónimo de "mejor" para todos, la honestidad tiene sus encantos.

Nuestro Estado no está dividido en profundo y externo; está construido como un todo, con todas sus partes y sus manifestaciones hacia afuera. Las construcciones más brutales de su marco autoritario se muestran como parte de la fachada, sin ningún tipo de adornos arquitectónicos. La burocracia, incluso cuando intenta hacer algo a escondidas, no se esfuerza demasiado por cubrir sus huellas, como si asumiera que "todos entienden todo de todos modos".

La gran tensión interna provocada por la necesidad de controlar áreas geográficas enormes y heterogéneas, y por la constante participación en el centro de la lucha geopolítica, hacen que las funciones militares y policiales del gobierno sean las más importantes y decisivas. Siguiendo la tradición, no se ocultan, sino que, por el contrario, se demuestran. Los hombres de negocios, que consideran que las actividades militares tienen menos importancia que las comerciales, nunca han gobernado Rusia (casi nunca; las excepciones fueron unos pocos meses en 1917 y unos pocos años en la década de 1990). Tampoco lo han hecho los liberales (compañeros de viaje de los hombres de negocios), cuyas enseñanzas se basan en la negación de cualquier cosa que se parezca lo más mínimo a la policía. Por lo tanto, no había nadie a cargo que cortara la verdad con ilusiones, empujando tímidamente al fondo y oscureciendo tanto como fuera posible la prerrogativa principal de cualquier gobierno -ser un arma de defensa y ataque.

No hay un Estado Profundo en Rusia -todo está visible ante el público- pero hay una nación profunda.

En su brillante superficie brilla la élite que, siglo tras siglo (reconozcamos lo que merece), ha involucrado al pueblo en sus diversas empresas: conferencias de partido, guerras, elecciones, experimentos económicos. La nación profunda participa en estas empresas, pero permanece algo distante, y no aparece en la superficie, sino que lleva una vida propia y completamente diferente en sus propias profundidades. Dos vidas de la nación, una en la superficie y otra en las profundidades, a veces van en direcciones opuestas, a veces en la misma dirección, pero nunca se fusionan.

La nación profunda es siempre tan cautelosa como puede ser, inalcanzable para encuestas sociológicas, agitación, amenazas o cualquier otra forma de influencia directa. La comprensión de lo que es, lo que piensa y lo que quiere a menudo llega de repente y demasiado tarde, y no a aquellos que pueden hacer algo al respecto.

Raro es el sociólogo que se atrevería a definir si la nación profunda es equivalente a su población o es parte de ella, y si es parte de ella, entonces cuál. En diferentes momentos se consideraba que eran los campesinos, el proletariado, los no miembros del partido, los hípsters, los empleados del gobierno. La gente la buscó y trató de involucrarla. La llamaron la ejecutora de la voluntad de Dios, o justo lo contrario. A veces decidieron que es ficticio y que no existe en la realidad, y lanzaron reformas galopantes sin mirar atrás, pero rápidamente se golpearon la frente contra ello y se vieron forzados a admitir que "algo realmente existe". Más de una vez se retiró bajo la presión de los conquistadores nacionales o extranjeros, pero siempre regresó.

Con su gigantesca masa, la nación profunda crea una fuerza insuperable de gravitación cultural que une a la nación y arrastra y pega a la tierra (a la tierra natal) a la élite cuando periódicamente intenta elevarse por encima de ella de una manera cosmopolita.

La nación, sea lo que sea que se entienda por eso, es una precursora del Estado. Predetermina su forma, restringe las fantasías de los teóricos y obliga a los practicantes a realizar ciertos actos. Es un poderoso atractor, y todas las trayectorias políticas sin excepción conducen a ella. En Rusia se puede partir desde cualquier posición -conservadurismo, socialismo, liberalismo-, pero siempre se acaba con aproximadamente lo mismo. Es decir, con lo que realmente existe.

La capacidad de escuchar y entender a la nación, de ver a través de ella, a través de toda su profundidad, y de actuar en consecuencia: esa es la virtud sin par y más importante del gobierno de Putin. Es adecuada para las necesidades de la gente, sigue el mismo curso que ella, y esto significa que no está sujeta a las sobrecargas destructivas de las contracorrientes de la historia. Esto la hace efectiva y duradera.

En este nuevo sistema, todas las instituciones están subordinadas a la tarea principal: la comunicación basada en la confianza y la interacción entre el jefe de Estado y los ciudadanos. Las diversas ramas del gobierno se reúnen en la persona del líder y son consideradas valiosas no por sí mismas, sino sólo en la medida en que proporcionan una conexión con él. Aparte de ellos, y actuando alrededor de estructuras formales y grupos de élite, operan métodos informales de comunicación. Cuando la estupidez, el atraso o la corrupción crean interferencias en las líneas de comunicación con la gente, se toman medidas enérgicas para restaurar la audibilidad.

Las múltiples instituciones políticas que Rusia había adoptado de Occidente son a veces vistas como parcialmente ritualistas y establecidas con el fin de parecer "como todos los demás", para que las peculiaridades de nuestra cultura política no llamaran demasiado la atención de nuestros vecinos y no los irritaran ni los asustaran. Son como un traje de domingo, que nos ponemos cuando visitamos a los demás, mientras que en casa nos vestimos como en casa.

En esencia, la sociedad sólo confía en el jefe de Estado.4 Si esto tiene algo que ver con el orgullo de un pueblo invicto, o con el deseo de acceder directamente a la verdad, o con cualquier otra cosa, es difícil de decir, pero es un hecho, y no es un hecho nuevo. Lo nuevo es que el gobierno no ignora este hecho, sino que lo tiene en cuenta y lo utiliza como punto de partida en sus emprendimientos.

Sería una simplificación excesiva reducir este tema a la tan citada "fe en el buen zar". La nación profunda no es en absoluto ingenua y definitivamente no considera que la suavidad de corazón sea un rasgo positivo en un zar. Más cercano a la verdad es que piensa en un buen líder de la misma manera que Einstein pensaba en Dios: ingenioso pero no malicioso.

El modelo contemporáneo del Estado ruso comienza con la confianza y se basa en la confianza. Esta es su principal distinción del modelo occidental, que cultiva la desconfianza y la crítica. Y esta es la fuente de su poder.

Nuestro nuevo Estado tendrá una larga y gloriosa historia en este nuevo siglo. No se romperá. Actuará por su cuenta, ganando y conservando los puestos ganadores en la liga más alta de la lucha geopolítica. Tarde o temprano todo el mundo se verá obligado a aceptar esto, incluyendo todos aquellos que actualmente exigen que Rusia "cambie su comportamiento". Porque sólo parece que tienen una opción.

Notas
  1. Surkov no indica quién dijo esto, pero presumimos que son las palabras de Putin, refiriéndose, de nuevo, presumiblemente, a la dirección que debe tomar Rusia a principios del siglo XXI.
  2. Sólo de nombre; Francia ha sido tomada por pretendientes, y es casi seguro que la Quinta República esté condenada al fracaso.
  3. En efecto, semilegendario, ya que los constructores del joven país se están revolcando en sus tumbas al ver aquello en lo que EE.UU. se ha convertido.
  4. Efectivamente, parece que no hay manera de evitarlo. Desde la monarquía hasta las repúblicas, el hecho sigue siendo que se confía a una persona la dirección de cada uno de los países de la Tierra. Suiza, una confederación, es posiblemente la única excepción, donde el liderazgo se rota anualmente entre siete cancilleres federales. Los países que acogen este hecho natural fundamental y organizan explícitamente sus sistemas son tachados de "autoritarios", por países que también son gobernados por líderes únicos, aunque sólo simbólicamente, porque un "Estado Profundo" los controla a través de la mentira y del engaño.