(España) - La representante de la Generalitat aprovecha un homenaje a las víctimas españolas del Holocausto para hablar de «presos políticos», tras lo cual la ministra de Justicia decidió abandonar el acto en señal de protesta.
La propaganda secesionista profana el campo de exterminio de Mauthausen
© ANTONIO SÁNCHEZ | EFE
Ni siquiera un lugar como Mauthausen (Austria), uno de los campos de exterminio donde acabaron sus días buena parte de los 5.185 republicanos españoles ejecutados por el nazismo, merece el respeto de los líderes del secesionismo catalán. Las víctimas españolas de Mauthausen se habían exiliado en Francia tras la victoria franquista en la Guerra Civil. Algunos se unieron a las tropas galas para luchar contra los alemanes, otros se infiltraron en la resistencia y un grupo de civiles permaneció en un campo de concentración próximo a Angulema hasta que se consumó la invasión de Francia y fueron deportados.

A Mauthausen y sus campos satélite (como Gusen) fueron enviados 7.532 españoles, de los que murieron -ejecutados o a causa de las penurias padecidas- 4.816. En Gusen (donde más españoles fueron aniquilados: 3.959) se concentraron ayer centenares de personas para rendir homenaje a la memoria de las víctimas que dieron su vida por la democracia y la libertad.

Presidía el acto la ministra de Justicia, Dolores Delgado. Pero el movimiento independentista catalán no quiso desaprovechar su oportunidad de llevar hasta allí su gran obsesión: «internacionalizar el conflicto». Por eso, la representante de la Generalitat, la directora general de Memoria Democrática, Gemma Domènech, no tuvo reparos en profanar un campo de exterminio para usarlo como plataforma mediática y vender su operación de márketing. Había focos y cámaras. Qué importaban los 3.959 españoles asesinados allí mismo por los secuaces de Hitler. Lo realmente trascendente era vender su discurso. Domènech concedió todo el protagonismo de su intervención a los «exiliados» y encausados en el juicio del 1-O, a los que calificó de «presos políticos». Y lo dijo sin pestañear. Junto a las alambradas de Gusen. Porque la placa ante la que estaba pronunciando su proclama había sido colocada en el 2017 por el ahora acusado Raül Romeva, quien, según las cuentas de Domènech, lleva 440 días encarcelado injustamente (en referencia a la prisión preventiva por su presunta participación en los gravísimos actos que concluyeron con la organización del referendo ilegal del 1 de octubre).

Al escuchar estas palabras, la ministra de Justicia, Dolores Delgado, decidió abandonar de inmediato el lugar para expresar su rechazo a la utilización de un acto de recuperación de la memoria histórica para lanzar mensajes excluyentes. «Cualquier actuación de exclusión choca frontalmente con los valores que surgieron de este campo de exterminio, con los miles de españoles que perecieron aquí en unas condiciones brutales simplemente por ser luchadores y defensores de la democracia y la libertad», explicó la responsable de Justicia, que recalcó que el proceso del Tribunal Supremo se está celebrando «con todas las garantías democráticas».

Teniendo en cuenta que ese era el color de las estrellas que los nazis ponían en los uniformes de los prisioneros judíos para marcar su condición, tampoco estuvo muy afortunada Domènech al lucir en el campo de exterminio el lazo amarillo del independentismo.