Estados Unidos ha dejado de ser una nación fértil para los negocios y las políticas públicas en favor de la población. En lugar de eso, el país norteamericano está inmerso en una polarización peligrosa, considera la revista británica 'The Economist'.
Statue of Liberty
© AFP 2022 / PATRICK SMITH
Mientras California y Nueva York presionan a las compañías para ser ecológicas, Texas y Virginia Occidental castigan a las que quieren sumarse a la "ola verde". Este es un ejemplo de lo dividido que está el sistema político estadounidense que, aunque se jacta de su federalismo, hoy experimenta una crisis sin precedentes.

Un análisis publicado por el semanario británico The Economist realiza una crítica sobre cómo el esquema bipartidista de Estados Unidos afecta la democracia y, sobre todo, deja en la vulnerabilidad al propio pueblo estadounidense. La portada de la edición de septiembre tiene un título contundente: The Disunited States of America (Los Estados Desunidos de América).


Y es que los líderes actuales están más interesados en utilizar como bandera política a problemas como la migración, el aborto o el cambio climático, que en preocuparse por los problemas cotidianos de los estadounidenses, como las tasas de impuestos, los salarios, los servicios públicos o la violencia armada.
"Algunos estados pretenden castigar a quienes buscan un aborto o una operación de transexualidad en otro estado; otros ofrecen refugio a esas mismas personas. Los estados azules [demócratas] fomentan las demandas contra los fabricantes de armas; los estados rojos [republicanos] demandan para impedir que California establezca sus propias normas de emisiones", señala The Economist.
De cara a las próximas elecciones legislativas de noviembre, los políticos del país norteamericano intentan ganar simpatizantes y adeptos a través de estrategias que alimentan la confrontación, observa el medio europeo.

Y en medio de toda esa polarización, se encuentra el hecho de que el republicano Donald Trump incrementa el número de sus seguidores y se convierte, poco a poco, en un aspirante fuerte a la Casa Blanca, donde ya estuvo de 2017 a 2021.
"Lo que más preocupa es que el partidismo pueda socavar la propia democracia estadounidense. Muchos republicanos no pueden ganar unas primarias a menos que respalden la 'Gran Mentira' de Donald Trump de que vencerá a Joe Biden en 2020", apunta The Economist.
La sombra del magnate republicano yace sobre la democracia estadounidense a pesar de que tiene investigaciones judiciales en su contra, tanto por presuntamente haber hecho uso indebido de documentos clasificados sobre la seguridad nacional, como por haber encabezado una serie de prácticas empresariales irregulares al frente de la Organización Trump. Y a eso habría que sumar que un comité especial de la Cámara de Representantes lo indaga por su supuesta complicidad en el violento asalto al Capitolio del 6 de enero de 2021.
"Esto hace que la conversación nacional sea más desagradable y más complicada. También hace más difícil hacer negocios en Estados Unidos. Mientras que antes el país era, a grandes rasgos, un gigantesco mercado único, ahora California y Nueva York presionan a las empresas para que sean más ecológicas, mientras que Texas y Virginia Occidental las penalizan por favorecer las energías renovables frente al petróleo y el gas. Recientemente, Texas llegó a incluir en su lista negra a diez empresas financieras por ser demasiado ecológicas", indica la publicación.
El problema, observa The Economist, es que el sistema bipartidista estadounidense necesita reformarse urgentemente. Como prueba brinda un dato: 37 de los 50 estados, donde viven tres cuartas partes de los estadounidenses, están gobernados por un solo partido. "El número de estados en los que un partido controla las dos cámaras legislativas y la casa del gobernador casi se ha duplicado en los últimos 30 años", señala.


Los estados donde figura el unipartidismo, dice el medio británico, se autoperpetúan y crean oligarquías que financian al poder político. De este modo, las elecciones sólo se utilizan para prolongar un proyecto de poder, no para satisfacer las necesidades o escuchar las peticiones de la gente.
"Los políticos con escaños seguros tienen incentivos perversos. No les preocupa perder las elecciones generales, sino las primarias, en las que los partidarios ávidos llevan la voz cantante porque están más motivados para votar. La manera de atraer a esos partidarios es evitar el compromiso. De ahí la proliferación del extremismo. La mayoría de los texanos piensan que sus nuevas leyes sobre el aborto son demasiado draconianas, por ejemplo, aunque la mayoría también piensa que las antiguas normas nacionales eran demasiado indulgentes. Si Texas no fuera un estado unipartidista, sus legisladores podrían haber encontrado un compromiso", concluye.