Traducido por el equipo de SOTT.net

El fenómeno moderno del "woke" (ofendidito, en español) es difícil de precisar. ¿Es un movimiento, una religión, una actitud o un estilo de vida? Aquí ofrecemos nuestra propia definición, que sitúa el fenómeno woke en el contexto histórico y político más amplio de Occidente.
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Empezamos con una lista de elementos de actitud que la mayoría de la gente estaría de acuerdo en considerar parte de lo woke. En este sentido, tenemos mucho donde elegir, con toda una serie de ejemplos de las esferas personal, política y empresarial a partir de los cuales discernir los elementos fundamentales. He aquí los cinco principales:
  1. Robo de identidad. El mejor ejemplo es la apropiación del género, por la que cualquiera que diga o crea que es una mujer es realmente una mujer y debe ser tratado como tal por los demás, so pena de desaprobación social e incluso castigo legal. Se trata de una falta de respeto a las identidades previas.
  2. Antiliberalismo. La perspectiva woke en muchas áreas se caracteriza por la suspensión de la creencia en el debate público y el valor de los diversos puntos de vista, hasta el punto de estar dispuestos a invadir y sabotear los espacios públicos en los que se ventilan tales debates y puntos de vista.
  3. Cultura de la cancelación. Vemos el imperativo woke de cancelar en la destrucción de los símbolos y rituales de la cultura occidental previamente dominante: derribo de monumentos, desfiguración del arte, negación de los días tradicionales de celebración, utilización de la perturbación y el caos para llamar la atención sobre las causas, y atentado contra las carreras de quienes defienden la cultura preexistente.
  4. Victimismo. En la esfera pública, lo woke da prioridad a la impotencia y al victimismo, especialmente al victimismo resultante de las injusticias percibidas a manos de la cultura occidental tradicional.
  5. Alarmismo. Lo woke promueve la idea del colapso de la civilización debido a las amenazas inducidas por el hombre (como el clima, los virus o el gobierno chino) y adopta nuevos tótems para evitar ese colapso.
El robo de identidad siempre ha sido una de las herramientas para dar golpes de estado culturales, como cuando los cristianos equiparon a su Diablo con el tridente del dios griego Poseidón y las patas de cabra de otras religiones, reforzando así sus propias credenciales y marginando a la cultura antigua. El antiliberalismo es un elemento básico del comunismo y el fascismo, ambos inventos occidentales. El absolutismo de la cultura de la cancelación es una mutación del liberalismo tradicional. El victimismo es un viejo meme cristiano. El alarmismo ha sido el pan de cada día de grupos internacionales dependientes de subvenciones por siglos.

Estos cinco elementos tienen largos antecedentes en nuestra historia cultural. Pero no tenían una importancia primordial en la cultura occidental dominante, digamos, hace 30 años, por lo que su centralidad colectiva en el discurso actual es novedosa. La incesante insistencia woke en la tolerancia, aceptación, inclusividad y solidaridad es pura pose y, de hecho, 180 grados opuesta a la realidad de sus acciones y reacciones. Pero llevar esa máscara le ayuda a explotar la ingenuidad de quienes antes profesaban otras religiones.

Actividades woke 1: El asalto

Las principales actividades del movimiento woke en su conjunto pueden considerarse una incursión territorial: una toma de los espacios culturales y económicos que antes ocupaban otros grupos y culturas. Se trata de un fenómeno históricamente normal en tiempos de turbulencias, cuando grupos oportunistas se aprovechan de poblaciones distraídas para arrebatarles privilegios y socavar la cultura existente. En este sentido, el fenómeno woke no es más que una prolongación de otras incursiones bastante recientes en Occidente.

Por ejemplo, la ideología feminista de la última ola de resistencia al "patriarcado" puede verse como un intento de las mujeres blancas occidentales dominantes de usurpar los privilegios del hombre blanco occidental dominante. La "interseccionalidad" puede verse de forma similar como un intento, principalmente por mujeres blancas occidentales, de acabar con el hombre blanco occidental aliándose con otros grupos "oprimidos" porque, supuestamente, todos ellos fueron víctimas de hombres blancos occidentales.

Hoy en día, el movimiento woke sube la apuesta al abogar por el derribo de todo lo occidental, incluidas las mujeres blancas, que de este modo se han colgado de su propios petardos y, por tanto, se sienten bastante traicionadas. Su incursión en los privilegios de los hombres se ha visto superada por otra mucho mayor que, aquellos hombres a los que se habían dirigido previamente, habrían combatido.

En la vanguardia de la usurpación actual está el hombre joven blanco occidental, lo que muestra el tema económico woke: un intento de los jóvenes blancos de arrebatar los privilegios a los "viejos blancos". Una vez más, este tipo de dinámica es muy normal en las cortes reales, sedes de poder que suelen atraer a muchos parásitos que no tienen nada realmente productivo que hacer, sino que se limitan a luchar por los privilegios.

Actividades woke 2: La experiencia religiosa

El woke, con su alarmismo y su dimensión de cultura de la cancelación, es resultado de una especie de viaje espiritual de una nueva generación que busca nuevas narrativas religiosas globales. En consonancia con la tradición central de la religión occidental dominante, la nueva religión woke sigue un molde absolutista: como el primer mandamiento bíblico es "no tengas otro Dios más que yo", lo woke es igual de absolutista y violento con cualquiera que se niegue al "dios único" dictado por lo woke en una zona marcada por lo woke.

Los discípulos de lo woke han abandonado la ideología de la libertad de fe y de expresión que caracterizó a la Ilustración, y en su lugar han viajado a la Edad Media en busca de inspiración. Derribar los símbolos y rituales pertenecientes a antiguos dioses y grupos derrotados es (como asaltar) una actividad históricamente normal de los rebeldes y de los grupos que aspiran a ascender en la cultura occidental, o en cualquier cultura en realidad.

Actividades woke 3: Parasitismo

El woke se alimenta como un parásito no sólo de los éxitos de grupos y religiones antes dominantes en Occidente, sino de todo lo que es sano y fértil en Occidente. Lo vemos en sus ataques a las familias, a las imágenes históricas positivas de países enteros y a la salud real encarnados en la venta ambulante de estilos de vida poco saludables (por ejemplo, abogando por las mascarillas y la seguridad) y la celebración de tipos de cuerpos poco saludables (como los de las personas obesas o reconvertidas de género). Especialmente durante la covid vimos este parasitismo exitoso en el ataque woke a la ciencia, ya que en su lugar celebraba las "verdades" expuestas por figuras de autoridad. La diversidad es saludable y, por ello, vemos que el woke también la ataca (aunque sus partidarios nunca lo admitirían), cada vez que pretende anular opiniones diversas.

El revelador caso de Posie Parker

El fenómeno woke ha tenido momentos agridulces. Tomemos como ejemplo la experiencia de Posie Parker (Kellie-Jay Keen-Minshull) en Nueva Zelanda. Posie recorrió el mundo proclamando a voz en grito en manifestaciones que "una mujer es una hembra humana adulta", dando a entender esencialmente que la feminidad es un hecho biológico y no una elección que pueda hacer cualquier adulto, defendiendo así el territorio de la mujer en la cultura occidental.

Esto suponía un abierto desafío a la ideología según la cual la autoidentificación tiene primacía sobre la biología, lo que llevó al ministro de Inmigración de Nueva Zelanda a calificar de repugnantes las opiniones de Posie. Una violenta turba de más de mil "activistas trans" en Auckland intimidó a Posie y a sus seguidores, lo que llevó al Guardian (posiblemente el "hogar del woke" en los medios de comunicación) a calificarla de activista antitrans y a publicar una opinión llamándola "agitadora" y a su lenguaje "odioso" y "peligroso". Brendan O'Neill resumió toda esta violencia y señalamiento de virtudes en el Spectator como "una vergüenza ritual de una bruja, una purga violenta de una hereje". Y así fue.

La ironía del asunto es que se necesitaron hombres fornidos para salvar a Posie de la turba. Sus principales aliados en los últimos años han sido las feministas de la segunda y tercera ola, cuyos principales enemigos hasta hace poco eran los hombres blancos masculinos, es decir, el mismo tipo de personas que acudieron a su rescate: hombres que se tomaban en serio su antiguo papel patriarcal de protectores. La lección de que hay que tener cuidado con lo que se desea fue impartida con creces a cualquier mujer que lo viera.

Nuestra definición de woke

Reuniendo las actitudes y actividades que caracterizan el fenómeno woke, llegamos a la siguiente definición:

El woke es un movimiento que invade y usurpa espacios públicos y roles económicos ocupados por fuerzas culturales dominantes e identidades de grupo, haciendo gala de absolutismo moral, intolerancia, narcisismo, victimismo, robo de identidad, alarmismo y apariencia de tolerancia y diversidad en lugar de su esencia.

Nuestra definición es bastante farragosa, pero es difícil evitarlo cuando se trata de captar un fenómeno sociológico complejo y a gran escala. Si estuviéramos escribiendo un diccionario para el hombre común y necesitáramos una simple frase de una línea, podríamos escribir que el woke es un "culto estéril a la muerte de niños quejicas improductivos que se encuentran unos a otros en una redada contra los adultos a los que esperan sustituir".

La política del woke

En lo positivo, un movimiento como el woke podría, a nuestro juicio, ser aplastado por dinero en un instante. Si el gran capital quisiera, podría utilizar los medios de comunicación de masas y las herramientas políticas para aplastar lo woke en semanas, y además sería vitoreado al hacerlo por la gran mayoría de la población.

¿Por qué no ocurre esto? Por la sencilla razón de que las actividades del woke se ajustan a los intereses económicos de las grandes corporaciones, las agencias internacionales y la clase globalista. Los enemigos de la clase globalista son el patriotismo y las comunidades viriles capaces de ver la verdad y organizarse contra los globalistas. Los globalistas se despiertan entonces de forma natural, siguiendo el antiguo dicho árabe de que "el enemigo de mi enemigo es mi amigo". También hay una lógica económica clara: alineándose con la cara esponjosa del woke, las corporaciones, las ONG y las agencias internacionales pueden conseguir más negocio, más dinero y más poder (en los últimos tiempos, hemos visto a algunas corporaciones, como Anheuser-Busch, caer en desgracia por su propio afán de subirse al carro woke, pero esos escasos ejemplos aún no han provocado un retroceso suficiente como para invertir el movimiento).

Algunos han intentado rastrear las líneas de financiación internacional de las empresas (por ejemplo, a través de los sistemas de puntuación woke y el sistema de inversión ESG), una tarea de investigación en curso que se ve dificultada por la falta de normativa de transparencia financiera.

Aun así, lo que puede observarse encaja con los incentivos económicos. Los wokes están recibiendo recursos y son explotados por la clase globalista como una especie de ejército fascista de choque para ayudar a dividir y gobernar a las poblaciones de Occidente, mientras los globalistas sueñan con establecer finalmente un imperio neofeudal tecnocrático que ellos controlen.

La clase globalista, sobre la que hemos escrito anteriormente, está jugando con fuego cuando se alinea con el woke. Está apostando a que sus miembros pueden escapar personalmente de las desventajas del woke, y que puede aplastarlo cuando ya no sea útil, ambas apuestas probablemente justas.

Sin embargo, los globalistas también apuestan a que la agenda woke no socavará el Estado de Derecho del que dependen sus propios derechos de propiedad, o la fortaleza de todo Occidente de la que depende su estatus internacional. Se trata de una apuesta mucho más arriesgada, similar a quemar una casa para desalojar a sus ocupantes y luego vivir allí uno mismo.

El ansia de destrucción woke ha surgido del corazón de una sociedad occidental en decadencia. Lo woke es un ataque a los elementos más potentes y sanos de esa sociedad, respaldado por los superricos que buscan más control. A la vez una nueva religión estéril de lo inútil para celebrar la inutilidad, un culto fanático del día del juicio final, y un ladrón de lo que es bueno, sano y autoafirmante, lo woke representa en cuatro letras lo que aflige a Occidente, y la antítesis de lo que se necesita para curarlo.
  • Paul Frijters, investigador principal del Brownstone Institute, es profesor de Economía del Bienestar en el Departamento de Política Social de la London School of Economics (Reino Unido). Está especializado en microeconometría aplicada, incluida la economía laboral, de la felicidad y de la salud. Es coautor de The Great Covid Panic. LEER MÁS.
  • Gigi Foster, investigadora principal del Brownstone Institute, es profesora de Economía en la Universidad de Nueva Gales del Sur (Australia). Sus investigaciones abarcan diversos campos, como la educación, la influencia social, la corrupción, los experimentos de laboratorio, el uso del tiempo, la economía del comportamiento y la política australiana. Es coautora de The Great Covid Panic. LEER MÁS.
  • Michael Baker es licenciado en Economía por la Universidad de Australia Occidental. Es consultor económico independiente y periodista autónomo con experiencia en investigación política. LEER MÁS.