© Sputnik/Andrey Stenin
Si acaso usted es miembro de la "comunidad internacional" - es decir, si vive en América del Norte, Europa o Australia/Nueva Zelanda - quizás haya notado un cambio sutil en los últimos años sobre lo que usted "sabe" de Rusia y su presidente, Vladimir Putin. De ser simplemente un país que le gustaría visitar un día, Rusia y su líder se han transformado en la fuente de gran parte de los problemas del mundo.
Cosas como "la agresión rusa en Europa", "la anexión de Crimea y el fomento de la guerra civil en Ucrania"; y "derribar aviones de pasajeros", "piratear la democracia estadounidense", "bombardear a civiles inocentes y hospitales" (y conejitos), "crear la crisis de refugiados europea", así como tener el monopolio del "dopaje patrocinado por el Estado" y "apoyar a los terroristas en Siria'; no parece haber casi nada que Rusia no haya hecho para destruir el planeta por completo.
Por supuesto, el lector astuto habrá notado que la mayoría de estas acusaciones provienen de políticos, expertos políticos y periódicos estadounidenses.
En las últimas semanas, el nivel de hostilidad antirrusa que sale de lugares como el Departamento de Estado de Estados Unidos ha llegado a un punto tal que todos podemos ser excusados por tomar clases de yoga en previsión del momento en que debemos realizar la maniobra necesaria para darnos un beso de despedida en nuestro trasero colectivo, ante una conflagración nuclear mundial.
Pero la amenaza existencial de una "guerra caliente" entre Rusia y los EE.UU. es más bien el contenido de las pesadillas y la propaganda, que la realidad.
La realidad es que el "excepcional" EE.UU. está completamente sin opciones, incluyendo la nuclear, en lo que respecta a impedir el surgimiento de Rusia como una gran potencia mundial con influencia global.
Comentario: Y de esta manera, se empieza a alejar la atención sobre los bombardeos de civiles en Yemen con armas estadounidenses por pate de la coalición Arabe; algo que incluso obligó a Obama y a Kerry a "revisar el apoyo a Riad". También se empieza a afianzar la idea de que los hutíes son salvajes que atacarían a cualquiera sin motivo y, por ende, merecen ser atacados, incluso cuando se encuentran en medio de una ceremonia.
Luego de que los hutíes hubiesen negado su implicación (lo cual es el detalle más interesante de este evento), es fácil establecer a quién beneficia el bombardeo poco exitoso de un buque de guerra estadounidense; y la respuesta es definitivamente que no beneficia a los hutíes, ni a su causa; pero sí a Estados Unidos, para justificar su presencia en la región.