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Me asombra el asombro que muestran los líderes occidentales respecto a Gadaffi. Es como si, de repente, hubieran descubierto que Gadaffi es un dictador. De repente le conminan a que respete los derechos humanos, a que se vaya y facilite la transición. Lo mismo ha sucedido con Hosni Mubarak y con el tunecino Ben Ali.
En política exterior cada país va a lo suyo, e incluso el mismísimo Zapatero durante su reciente viaje por los emiratos ha dejado claro que hay intereses que están por encima de otros intereses. Y en eso están todos los dirigentes políticos de ahora, de antes y los que vendrán.
Para los gobernantes, también para los de nuestro mundo, los intereses económicos están por encima de los derechos humanos. Así de terrible, pero así de claro. Los países de la Unión Europea por no ir más lejos, con una falta absoluta de escrúpulos mantienen relaciones con dictadores y reyes, porque la doctrina que prevalece es la de los intereses económicos.
Luego nos preguntaremos por qué en el llamado Tercer Mundo abominan de Occidente. Y es que lo que defendemos para nosotros, es decir Estados democráticos, libertad, respeto escrupuloso a los derechos humanos, no los defendemos para quienes sufren bajo la bota de dictadores como Gadaffi o Mubarak. Es como si los gobernantes occidentales pensarán que hay dos tipos de personas, las que están en este lado del mundo, el nuestro, y los otros.