Era julio de 1951 cuando Hattune junto a su marido, su madre y sus dos hijos pequeños aterrizaron en el aeropuerto de Tel Aviv, en un vuelo repleto de inmigrantes que, ilusionados, llegaban desde Bagdad hacia la tierra prometida.
"Estaba embarazada de casi seis meses. Nos instalaron en un campamento provisional. En octubre, después de las fiestas de Succot, en la tienda que nos habían asignado, di a luz a una preciosa niña de ojos azules. La llamé Rivka y aún hoy recuerdo su olor", cuenta Hattune visiblemente emocionada.La niña estaba bien pero el frío y la lluvia hicieron que empezara a moquear así que el marido y la madre de Hattune la llevaron a la clínica del campamento. Allí se la llevaron para reconocerla y tan sólo les entregaron los pañales. "Les dijeron que estaba muerta y al principio lo creyeron. Pero yo siempre sentí que no era verdad. Sé que Rivka sigue viva", asegura Hattune.
Durante dos décadas, la desconsolada madre, que en aquella época ni siquiera hablaba hebreo, no volvió a tocar el tema. En su caso, piensa, era muy fácil robar a la niña. Había nacido en una tienda, no tenían ni un sólo papel que probara su nacimiento y por supuesto nadie les entregó un certificado de muerte. Pero para ella, los papeles no significan nada. En su propia cédula de identidad israelí pone que nació en 1920 y en realidad nació en 1929. "Evidentemente no tengo 96 años, sino 87", bromea enseñándola.
Comentario: En palabras de Jonathan Cook: