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En las bóvedas de Monte dei Paschi di Siena reside un documento del cual los empleados del banco italiano fundado hace 540 años están morbosamente orgullosos. Se trata de una pena de muerte impuesta en los primeros años de lo que se considera el banco más antiguo del mundo a un hombre que trató de robar parte de su oro. Roto y amarillento, es un símbolo del poder que tenía el banco en un momento en que sus clientes atravesaban la agitación del Renacimiento.
Medio milenio más tarde, con la crisis de la deuda soberana de la eurozona que empuja a Italia a un nuevo período de cambio, el banco y la localidad de la colina toscana donde tiene su sede constituyen un microcosmos de las tensiones en juego en la sociedad italiana.
Monte dei Paschi es ahora el tercer banco más grande del país. Pero al igual que el gobierno de Roma, está luchando contra una caída en el valor de mercado de los bonos soberanos ya que los inversores se muestran preocupados por la elevada deuda de Italia y el prolongado patrón de crecimiento económico cercano a cero. Como los reguladores europeos exigen que el banco recaude 3.200 millones de euros en capital adicional, Monte dei Paschi ya no está en condiciones de financiar la fundación de caridad que posee casi la mitad de sus acciones y que ha funcionado a nivel local como un Medici de la actualidad. Los ciudadanos que se mostraban orgullosos de una calidad de vida sustentada por los botines acumulados durante siglos, ya no están seguros de su futuro.El drama que se desarrolla en Siena es también un símbolo no sólo de la lucha que Mario Monti, el nuevo primer ministro tecnocrático de Italia, lleva a cabo para impulsar el crecimiento de una de las 10 mejores economías del mundo, sino también de cómo aquellos que alguna vez fueron ricos, la élite provincial mimada de Europa, se enfrentan a un mundo en el que sus fortunas están en declive. "En Siena no entendían que haber existido durante 500 años no contaba para nada. Es algo común en Italia. Se lo podría denominar la tentación de tratar de sobrevivir sin el mercado", dijo un alto funcionario bancario del país.
Los problemas de Siena comenzaron en 2007. En un momento en que los bancos de Europa se estaban internacionalizando rápidamente, Giuseppe Mussari, presidente de Monte dei Paschi, celebró un acuerdo que tiene repercusiones desde entonces. En el reparto de ABN Amro, el principal grupo bancario holandés que el Royal Bank of Scotland y otras entidades acababan de comprar, Mussari pagó 9.000 millones de euros por Antonveneta, un banco de una región cercana a Venecia, para catapultar a Monte dei Paschi a las grandes ligas de Italia.
Con ganancias anuales de casi 20 veces, más del doble del múltiplo promedio de sus pares italianos, aún constituía un desafío en ese momento y llevaban las finanzas de Monte dei Paschi's al límite.
Mario Draghi, el entonces gobernador del Banco Central de Italia y actualmente una figura central en la batalla para salvar al euro en su función de presidente del Banco Central Europeo, aprobó el acuerdo ya que se lo consideraba vital para evitar que los bancos de Italia - y la gran riqueza privada de sus ciudadanos - fueran absorbidos por grupos extranjeros más grandes. Sin embargo, fue un cimbronazo para la seguridad financiera de Siena.
Para aquellos que cuestionaron la sabiduría de sus acciones, la respuesta de Mussari y sus directores fue congruente: los escépticos simplemente no entendían cómo funcionaba Siena. "Hay dos cosas en Italia que han demostrado ser duraderas: el Vaticano y el Monte dei Paschi", afirmó uno de ellos en ese entonces.
Por un tiempo, demostraron estar en lo cierto. El pasado ilustre de Monte dei Paschi le aseguraba su futuro. Mientras que RBS y Fortis de Bélgica fueron destruidos por su participación en el banco holandés, Monte dei Paschi contaba con un paliativo casero, una solución 100% italiana: su fundación. En la década de 1990 Italia trató de privatizar sus bancos, pero quería preservar las funciones de caridad que habían tenido en la comunidad durante siglos. Por consiguiente, las fundaciones nuevas recibieron participaciones accionarias en los bancos de los que alguna vez habían formado parte para que pudieran continuar financiando a organizaciones benéficas locales con los dividendos recibidos.
Al fortalecer sus facultades, las fundaciones también se convirtieron en estructuras que reflejan la composición política de sus comunidades. Cada banco grande tiene al menos una, aunque ninguna alcanza la magnitud de la de Siena, donde es la única fundación bancaria que todavía controla al banco que la creó.
La Fundación Monte dei Paschi di Siena proporciona una gran parte de la financiación para la ciudad a través de los dividendos que recibe de su participación de 49 por ciento. Toscana es una de las regiones más ricas de Europa. La mayoría de sus empresarios acaudalados operan con Monte dei Paschi y se los conoce como Babbo Monte (Papá Monte) debido a su generosidad. En los 15 años anteriores a 2010, la fundación recibió dividendos estimados por casi 2.000 millones de euros, lo que equivale a 40.000 euros por habitante. Los ciudadanos de Siena hablan de hacer arreglar sus baños o cocinas a expensas de estos generosos empresarios, a los que recurren para financiar proyectos personales. Como consecuencia de ello, Siena generalmente encabezaba los rankings como la ciudad más rica de Italia y la que ofrecía la mejor calidad de vida, algo conocido por todos sus agradecidos habitantes.
Por su parte, el banco tenía tanto un accionista estable y leal como una clientela cautiva por propia voluntad, en su mayoría compuesta por familias que se enriquecieron durante el apogeo de la posguerra en Italia y a las que no se les ocurriría operar en ningún otro banco dado el apoyo social proporcionado por Monte dei Paschi. Por lo tanto, cuando Mussari necesitó capital adicional después de su inoportuna adquisición de Antonveneta, la fundación se mostró más que dispuesta a ayudar y garantizar que se mantuviera el statu quo.
En toda Italia, el fenómeno de la fondazioni es parte de la razón por la cual hasta fines del año pasado uno era perdonado por pensar - si estaba en los bolsillos acaudalados de la Toscana, Piemonte y Emilia-Romaña - que los datos nacionales que señalaban una década de crecimiento anual de apenas 1 por ciento y erosionaban rápidamente la competitividad deberían estar refiriéndose a otra parte.
Pero había desventajas. Duncan McDonnell, del Instituto Universitario Europeo de Florencia, sostiene que debido a sus conexiones políticas y su importancia histórica en la comunidad, las fundaciones tienden a valorar el statu quo por sobre la meritocracia o la innovación. McDonnell lo ve como un patrón que se repite y alcanza las más altas esferas del poder en Italia - y que ha sido violentamente sacudido por la crisis. "La fundación es el camino para fosilizar a las élites. Se trata de una circulación de dinero entre amigos ", dijo McDonnell.En el caso de Siena, la confianza pasada de la élite de la ciudad también significaba que se carecía de un plan B si las cosas salían mal. SienaNews, el diario local con nombre en inglés, describe lo sucedido desde que el costo de pagar la deuda italiana alcanzó niveles récord el año pasado y se convirtió en "la peor crisis en 600 años" para la ciudad. Eso se debe a que casi 90 por ciento de los activos de la fundación de Monte dei Paschi se concentran en el banco, una proporción mayor que en otras partes del país. Por eso, cuando el banco suspendió el pago de dividendos durante la crisis, la entrada de fondos a la fundación se cortó.
En su oficina, desde la que se observa la Piazza del Campo, Franco Ceccuzzi, el nuevo alcalde de Siena, quiere que toda la gerencia del banco y la fundación se retire porque cree que no prepararon a la ciudad para la ferocidad de la crisis soberana. En cierta medida, ya le han respondido. El banco recientemente designó a Fabrizio Viola como presidente ejecutivo y es la primera vez que alguien que no oriundo de Siena ocupa este puesto. "En una época de grandes cambios, el cambio es necesario", señaló Ceccuzzi.
¿Cómo es que la situación del banco, la fundación y la ciudad se complicó tanto? Después del fracaso en la adquisición de Antonveneta y con una estructura de capital ya débil, la gerencia de Monte dei Paschi no fue lo suficientemente cauta e invirtió en la deuda soberana de Italia más de cuatro veces el valor de su colchón de capital.
En los meses de pánico que siguieron a la propagación de la plaga soberana a Italia, la fundación reveló que debía 1.100 millones de euros a un consorcio de 13 bancos extranjeros. En un intento desesperado por mantener el control del banco, se había endeudado terriblemente para suscribir una emisión de derechos en Monte dei Paschi, según lo exigido por los reguladores europeos en un momento en que la crisis socavaba aún más el capital del banco y reducía el valor de sus posiciones en bonos.
Los bancos liderados por Credit Suisse y JP Morgan quieren recuperar su dinero y la fundación no puede pagar. Esto plantea la posibilidad de que un consorcio de bancos extranjeros tome control del banco italiano como garantía. En un intento por evitarlo, desde la fundación dijeron que se reducirá su participación. En un doble golpe de mala sincronización, los reguladores europeos también quieren que Monte dei Paschi recaude otros 3.200 millones de euros de capital. Si no lo hace antes de junio, corre el riesgo de nacionalización.
Aquellos que observan el desarrollo del drama, entre los que se encuentran los funcionarios italianos de más alto rango, sostienen que la forma en que se resuelva la crisis proporcionará una señal de la magnitud de los cambios que tienen lugar en el país en la era de Monti.
Por un lado, existen indicios de que las viejas redes de poder de Siena están haciendo sólo lo justo y suficiente para garantizar que el panorama general siga siendo el mismo. Mussari dejará el cargo de presidente de Monte dei Paschi cuando llegue el momento de renovarlo en abril - pero seguirá siendo el centro de atención nacional al frente de la Asociación Bancaria Italiana. El ex presidente ejecutivo, Antonio Vigni, quien fue sucedido por Viola, ahora es consultor de la fundación.
Sin embargo, los optimistas ven la crisis soberana como un elemento de cambio para la ciudad, que obliga a la fundación a reducir su participación y así les allana el camino a los inversores, más capacitados para ayudar al banco a salir de la crisis. Los funcionarios del banco afirman que en el largo plazo la entidad estará mejor administrada y hasta puede terminar siendo parte de un grupo europeo más grande.
En representación de un punto de vista más joven que es cada vez más frecuente en Italia, el blogger local Federico Marconi dice que Siena ha sido durante mucho tiempo "mentalmente y económicamente haragana" debido a la financiación de Babbo Monte. "Tenemos que crecer, conseguir un trabajo en serio y dejar de pedirle dinero a papá", comentó Marconi.
Mientras tanto, sin embargo, la situación en Siena, que refleja la del resto de Italia, es que la ciudad es cada vez más pobre. La financiación destinada a Siena y la región circundante por parte de la fundación se redujo 80 por ciento en los últimos dos años. Los carteles de salas de bingo y pizza por porción, que el comentarista Aldo Casullo ha denominado la nueva cara de la Italia de crisis, son cada vez más frecuentes.
Por su parte, Ceccuzzi, el nuevo alcalde, quiere proponer a Siena como la Ciudad Europea de la Cultura para 2019. Es una manera de explotar el mayor activo intachable de Siena - su pasado.
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