Un medicamento nuevo, una novedad comercial, no tiene por qué ofrecer una mejora terapéutica, la mayor parte de los fármacos nuevos son los denominados me too, yo también, copias de otros ya existentes que no aportan nada nuevo y que eso sí se han repatentado para venderlos igual de caros que si fueran nuevos.
La selección de los medicamentos más idóneos debería de realizarse con procedimientos públicos y transparentes.
Debería de aplicarse una regulación de precios proporcional al valor terapéutico, el ahorro sería mayúsuclo por la baja eficacia de tantos preparados farmacológicos.
La promoción comercial en los centros del SNS y en las universidades públicas deberían estar prohibidos, libres de humos empresariales, y el control de la información publicitaria tendría que ser más efectivo.
La formación médica continuada debería ser patrocinada por la Administración. Es una inversión más gasto al principio pues hay que formar a médicos y farmacéuticos pero a medio plazo supone un ahorro al lograrse una racionalización en la dispensación de medicamentos.
Mediante el desarrollo de un sistema de información y evaluación de los medicamentos y la tecnología que incluyera una monitorización de sus resultados y la desfinanciación en caso de no obtenerse los beneficios prometidos puede extremarse el ahorro. Algo similar ya lo hace la Oficina de Evaluación de Medicamentos de Extremadura, independiente de las industrias.
Como alguien ha escrito:
"Hay muchas posibilidades y oportunidades para mejorar el uso de medicamentosen el SNS, de manera que la mejora de la calidad y la atención a las necesidades de los pacientes no implique un aumento de los costes, sino al contrario. Pero para que así sea, hay que impulsar decididamente medidas sin interferencias comerciales ni políticas".
Comentarios del Lector
a nuestro Boletín