Los votantes blancos con título universitario se dividen de manera pareja entre los partidos.

Elecciones presidenciales en E.U.a.
Después de promulgar la Ley de Derechos Civiles de 1964, es fama que el presidente Lyndon B. Johnson le dijo a un asistente: "Acabamos de entregar el sur al Partido Republicano por mucho tiempo". En efecto, la contienda presidencial de ese año entre Johnson y su rival republicano, Barry Goldwater, fue notable en dos aspectos relacionados con la raza: constituyó la primera aparición, en casi un siglo, de la animosidad racial como dimensión central del conflicto partidista en una elección presidencial y fue la última vez que un presidente demócrata recibió la mayoría del voto blanco.

La atención a los asuntos de raza ha surgido en las últimas semanas con la difusión de un par de anuncios con aparentes alusiones racistas. Uno pagado por el Comité Nacional Republicano, sostiene que el presidente Barack Obama intenta reducir los requisitos de trabajo establecidos en la reforma de la asistencia social de 1996; otro, pagado por Romney para Presidente, asegura que "el dinero que pagaste para asegurar tu atención médica se va a ir a un enorme programa gubernamental que no será para ti".

Muchos comentaristas han señalado que con estos anuncios, Mitt Romney y los republicanos están "aprovechando los resentimientos raciales de la clase trabajadora blanca, como lo hiciera Reagan", como observó recientemente John Judis en The New Republic. En términos más generales, Peter Beinart de The Daily Beast y otros han señalado que Romney podría estar siguiendo la "estrategia del blanco pobre", dirigida a cortejar a los blancos de clase trabajadora - específicamente, a los blancos sin estudios universitarios - a través de su conservadurismo cultural.

No es noticia que los blancos sin estudios universitarios se han convertido en un notable apoyo electoral republicano en los últimos años. Esto resalta en los datos recabados en abril por el Centro Pew de Investigaciones. Los votantes blancos con título universitario se dividen de manera relativamente pareja entre los partidos, pero los que no tienen estudios universitarios claramente se inclinan por los republicanos: 54 por ciento se identifican como republicanos y sólo 37 por ciento se dicen demócratas. Hace ocho años, la brecha era menor y los blancos, con o sin estudios por igual, se identificaban más con los republicanos que con los demócratas por más o menos nueve puntos porcentuales.

La reciente inclinación republicana de ese grupo ha llamado la atención de los analistas políticos sobre la importancia de la clase trabajadora blanca en la estrategia y la publicidad del partido. El supuesto es que los blancos sin estudios tienen más posibilidades de sentirse motivados cuando se apela a cuestiones de conflicto racial o cultural. Si bien este supuesto puede estar de acuerdo con los estereotipos más difundidos sobre los blancos sin estudios universitarios, pasa por alto recientes investigaciones que apuntan a que las ansiedades raciales y culturales de hecho tienen mayor influencia política en los blancos con más estudios.

Para empezar, las preferencias políticas de los blancos con estudios universitarios suelen estar más radicalizadas que las de los blancos que no fueron a la universidad. Según investigaciones que hemos realizado con sondeos de miles de estadounidenses adultos, éste es el caso de la actitud hacia el tema que está en el centro de la reciente andanada publicitaria de la campaña de Romney: la asistencia social.

Aunque es verdad que los blancos sin estudios universitarios tienen más probabilidades de considerar "perezosos" a los afroamericanos y a expresar resentimientos raciales, el análisis de los datos de encuestas nacionalmente representativas indica que los blancos con creencias raciales negativas tienen el doble de probabilidades de oponerse a la asistencia social si tienen título universitario que aquellos que no lo tienen. Dicho de otro modo, si tomamos a dos blancos, uno que fue a la universidad y a otro que no, es más probable que el primero exprese políticamente su hostilidad racial en forma de mayor oposición a la asistencia social.

¿Qué hay de la supuesta influencia de un amplio conservadurismo cultural - a diferencia de uno centrado específicamente en la raza - entre blancos sin estudios universitarios? En este caso, las investigaciones también desconciertan la suposición de que los blancos de clase trabajadora con pocos estudios están desproporcionadamente más inclinados a apoyar al Partido Republicano porque tienen opiniones conservadoras en cuestiones sociales, como el aborto y el control de armas. Por ejemplo, el análisis de los datos de encuestas nacionales realizadas de 2084 a 2004 por el científico político Larry Bartels revela que los blancos de actitud conservadora hacia las cuestiones sociales de hecho tienen más probabilidades de apoyar al candidato presidencial republicano si tienen título universitario que los que no lo tienen.

Entonces, ¿por qué la animosidad racial está más politizada entre blancos con estudios? La respuesta sencilla es que la educación imparte un conocimiento social y político que prepara para leer mejor las señales emitidas por los líderes políticos y los medios de comunicación. Desde hace años, esas señales han vinculado sutilmente la asistencia social y otros programas del gobierno con el estereotipo del afroamericano. En algunos casos, esas señales han venido en forma de retórica política "codificada", como la famosa historia que contaba el presidente Ronald Reagan sobre la reina de la asistencia social, que manejaba un Cadillac en Chicago. En otros casos, vienen de la cobertura de los medios, que representa exageradamente el porcentaje de pobres que son afroamericanos.

Dado que los blancos con estudios tienen más probabilidades de poner atención a los asuntos sociales y políticos, no sorprende que recojan esas señales y las incorporen a sus creencias con más minuciosidad que los blancos sin estudios. Lo que es más, este efecto no se debe solamente al hecho de que los blancos con estudios tienen más dinero y, por tanto, más miedo a perder lo que tienen en forma de mayores impuestos, que favorecen a quienes ellos consideran "no merecedores". El efecto de la educación se sostiene incluso cuando se aplican técnicas estadísticas para tomar en cuenta el hecho de los blancos con estudios universitarios tienen mayores ingresos.

En resumen, los anuncios de tintes raciales que ahora se están difundiendo en Ohio, Colorado y otros estados en pugna pueden influir en los votantes blancos racialmente resentidos. Pero si eso ocurre, la gente en la que influyan será más probablemente la que tenga más estudios. En consecuencia, es menos probable que esto se traduzca en más votos republicanos por dos razones. Primero, en promedio, los blancos con estudios son más tolerantes en lo racial que los blancos sin estudios universitarios. Ya que la tolerancia racial reduce el apoyo para los candidatos que parecen apelar a la raza, es poco probable que politizar las actitudes raciales de esos votantes sea una estrategia efectiva.

En segundo lugar, los votantes con estudios sienten un apego partidista más fuerte que aquellos in estudios. Para cuando empiezan a ver anuncios de campaña, es más que probable que ya hayan decidido a qué candidato apoyar y no van a cambiar fácilmente de opinión.

Ninguno de nuestros comentarios tiene la intención de descartar la importancia política de asuntos como la asistencia social; tampoco implican que la preocupación por el ámbito del estado benefactor sea un subterfugio del racismo. Sin embargo, como lo señalan los politólogos Michael Tesler y David Sears en su libro "Obama's Race", las cuestiones básicas sobre el tamaño y el ámbito del gobierno inevitablemente se han teñido de los sentimientos de los estadounidenses hacia los afroamericanos.

Sólo nos cabe la esperanza de que los preocupaciones importantes filosóficas y políticas sobre los beneficios y los costos de la intervención del gobierno - más que los estereotipos raciales - sean lo que determine si los votantes optarán por más o menos gasto en asistencia social, atención médicos y otros programas de seguridad social.